Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020: retrospectiva y horizonte (desde Kunming y Glasgow)

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020: retrospectiva y horizonte (desde Kunming y Glasgow)
Las relaciones entre biodiversidad
   y cambio climático en 2020:
retrospectiva y horizonte (desde Kunming y Glasgow)
Con el apoyo de:
Título
Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020:
retrospectiva y horizonte (desde Kunming y Glasgow)
Autoría
Isabel Vilaseca Boixareu y Beatriz Felipe Pérez.
CICrA Justicia Ambiental
Coordinación y publicación de textos
Área de energía y clima y Área de conservación de la naturaleza de Ecologistas en Acción.
Edición
2020
Edita
Ecologistas en Acción. Marqués de Leganés 12, 28004 Madrid
Tel. 915312739 Fax: 915312611 www.ecologistasenaccion.org
Portada, diseño y maquetación
Andrés Espinosa
Foto de mariposa Parnassius apollo
De Didier Descouens - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=34713802
ISBN 978-84-120139-7-9
Ecologistas en Acción
Marqués de Leganés 12, 28004 Madrid Tel. 915312739 Fax: 915312611 • www.ecologistasenaccion.org
Este informe se ha realizado dentro del proyecto “De Kunming a Glasgow, un año fundamental para el planeta”
que cuente con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través de la Fundación
Biodiversidad.
Las opiniones y documentación aportadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor o autores
de los mismos, y no reflejan necesariamente los puntos de vista de las entidades que apoyan económicamente el
proyecto.
Ecologistas en Acción agradece la reproducción y divulgación de los contenidos de este informe siempre que se cite
la fuente.

Este libro está bajo una licencia Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 3.0 España de
Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/es/
Abreviaturas
AbE: Adaptación basada en los Ecosistemas
AEMA: Agencia Europea de Medio Ambiente
AHTEG: Ad Hoc Technical Expert Group
CDB: Convenio sobre la Diversidad Biológica
CMNUCC: Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
COP: Conferencia de las Partes
COVID-19: Enfermedad causada por el SARS-CoV-2 (coronavirus)
EAE: Evaluaciones Ambientales Estratégicas
EAI: Evaluaciones de Impacto Ambiental
EbM: Mitigación basada en ecosistemas
Eco-DDR: Reducción del riesgo de desastres basado en los ecosistemas
FAO: Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura
FEBA: Friends of EbA
GEI: Gases de efecto invernadero
GJEP: Global Justice Ecology Project
IIFB: Foro Internacional de Poblaciones Indígenas sobre la Biodiversidad
IISD: International Institute for Sustainable Development
IPBES: Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los
Ecosistemas
IPCC: Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
JLG: Joint Laison Group
LULUCF: Land-Use, Land-Use Change and Forestry
MDL: Mecanismos de Desarrollo Limpio
ODS: Objetivos de Desarrollo Sostenible
OIT: Organización Internacional del Trabajo
OMC: Organización Mundial del Comercio
OMM: Organización Meteorológica Mundial
ONG: Organización no Gubernamental
ONU: Organización de las Naciones Unidas
PEDRR: Partnership for Environment and Disaster Risk Reduction
PNUMA: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
PPF: Instrumento de Preparación de Proyectos
PSA: Pagos por Servicios Ambientales
RCE: Reducciones Certificadas de Emisiones
REDD: Reducción de las Emisiones de la Deforestación en Países en Desarrollo
SbN: Soluciones basadas en la Naturaleza
SBSTTA: Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico
TEV: Valor Económico Total
UE: Unión Europea
UICN: Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
UNISDR: Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres
WCC: World Conservation Congress
WRM: World Rainforest Movement
WWF: Fondo Mundial para la Naturaleza
Índice
1/Introducción������������������������������������������������������������������������������������� 5

2/Cambio climático y pérdida de biodiversidad:
manifestaciones de la crisis ambiental global�����������������������������������6

3/Puntos de encuentro entre cambio climático y biodiversidad
en el Derecho internacional: juntos, pero no revueltos��������������� 11

4/Aproximaciones a la relación entre cambio climático
y biodiversidad desde el Derecho internacional: de los enfoques
economicistas a las soluciones basadas en la naturaleza����������� 14
     4.1. La mitigación del cambio climático a través de los bosques: rastreando
     las sombras de REDD+����������������������������������������������������������������������������� 15
     4.2. Impactos positivos y negativos de las acciones climáticas sobre
     la biodiversidad: diagnosticar, potenciar y domesticar������������������������������������ 18

5/La encrucijada entre cambio climático y biodiversidad
más allá de 2020: ¿continuismo o transformación?�������������������� 27
     5.1. Ambición y estructura del marco post-2020: teorías transformativas
     que suenan a cantos de sirena ������������������������������������������������������������������ 27
     5.2. Bosques y cambio climático en el marco post-2020: arrastrando la sombra
     de REDD+, la urgencia que no nos deja transformar���������������������������������������� 29
     5.3. Las soluciones basadas en la naturaleza: atisbos de cambios discursivos,
     ¿una apuesta esperanzadora?������������������������������������������������������������������� 31
     5.4. Perspectivas post-2020 desde la Unión Europea: promesas que no valen nada ��� 33
     5.5. El Horizonte post-2020 desde España: harina del mismo costal�������������������� 35

6. Reflexiones finales y recomendaciones�������������������������������������� 38
     Bibliografía������������������������������������������������������������������������������������������� 42
1/Introducción
    Tras constarse que no se han cumplido los objetivos para frenar la pérdida de biodiversidad
en el mundo y que las advertencias sobre la salud del planeta son cada vez más alarmantes, el
2020 estaba destinado a ser un gran año para la protección de la biodiversidad ya que se tenían
esperanzas en el acuerdo que se debía lograr en la 15 Conferencia de las Partes (COP) del Conve-
nio sobre la Diversidad Biológica (CDB) (ONU, 1992a) en Kunming (China). También se tenía cierta
esperanza en la COP26 de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático
(CMNUCC) (ONU, 1992b), que se iba a celebrar en Glasgow (Reino Unido), pues se esperaban
avances respecto a los compromisos que no se adoptaron en la COP25, que tuvo lugar en Madrid
en 2019. Sin embargo, la pandemia del COVID19 trajo cambios inesperados en la agenda global y,
al igual que otros eventos cancelados o pospuestos, ambas Cumbres fueron trasladadas a 2021.

    De hecho, en este año 2020 se han hecho particularmente explícitas las evidencias que rela-
cionan el COVID-19 y otras enfermedades zoonóticas con la destrucción de la naturaleza y con
los efectos de la crisis climática. La Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre
Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), por ejemplo, alertaba en su informe
“IPBES #PandemicsReport” sobre la importancia de un cambio transformador en el enfoque
global para abordar las enfermedades infecciosas que incluyera la crisis ambiental, ya que, de lo
contrario, es muy probable que cada vez hayan más pandemias y que estas se propaguen más
rápidamente, hagan más daño a la economía mundial y acaben con la vida de más personas que
la COVID-19 (IPBES, 2020). En la misma línea, en la quinta edición de la “Perspectiva Mundial sobre
la Diversidad Biológica”, se ponía de relieve cómo la pandemia del COVID-19 ha evidenciado la
“importancia de la relación entre las personas y la naturaleza” (Secretaría CDB, 2020, p. 176) y nos
recuerda las profundas consecuencias para nuestro propio bienestar y supervivencia que pueden
ocasionar una continua pérdida de diversidad biológica y degradación de los ecosistemas.

    Así, el planteamiento del marco post-2020 está particularmente marcado, en su punto de
partida, por las constataciones y hallazgos que se recogen en la quinta edición de la “Perspectiva
Mundial sobre la Diversidad Biológica” (2020). El documento, publicado por la Secretaría del CDB,
contiene un examen singularizado y pormenorizado del grado de cumplimiento de las diecisie-
te Metas de Aichi para la Biodiversidad (en adelante, Metas de Aichi). El informe constata con
preocupación que ninguna de las Metas de Aichi será alcanzada por completo y pone de mani-
fiesto la amenaza que ello supone para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) y para la lucha contra el cambio climático. A partir de estas constataciones, da cuenta del
momento crítico en que nos hallamos, con un mensaje que no puede ser más contundente: “[l]a
humanidad se encuentra en una encrucijada con respecto al legado que deja a las generaciones
futuras. La diversidad biológica disminuye a un ritmo sin precedentes y las presiones que causan
esta disminución se intensifican” (Secretaría CDB, 2020, p. 8).

   Si bien la crisis climática y la crisis de biodiversidad convergen y se retroalimentan y, de hecho,
forman parte de una crisis ambiental global, los marcos jurídicos y políticos internacionales no
siempre han tenido en cuenta estas interrelaciones. En este marco, el presente informe nace
con el objetivo de estudiar las líneas de trabajo conjuntas abiertas en los últimos años entre las
COP de cambio climático y de biodiversidad, con vistas a la mejor integración de estas líneas de
trabajo en las cumbres pospuestas a 2021 y más allá.

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2/Cambio climático
y pérdida de biodiversidad:
manifestaciones de la crisis
ambiental global
    La presencia y actividad de los humanos amenaza de extinción global a más especies que
nunca: un millón de especies están acercándose a la extinción, algunas en el plazo de un año. Las
evidencias científicas apuntan que las especies morirán a mayor velocidad y en mayor cantidad
de lo que lo han hecho en los últimos diez millones de años. De esta manera, la IPBES alertaba
en su informe de 2019 sobre el importante deterioro que está sufriendo la biodiversidad en todo
el mundo. Cerca del 25% de las especies de grupos de animales y plantas que evaluaron para la
elaboración de este informe están amenazadas (IPBES, 2019a).

    De acuerdo con datos de la Lista Roja de Especies Amenazadas, elaborada por la Unión Inter-
nacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), más de 32000 especies están amenazadas
de extinción, es decir, el 27% del total de las especies evaluadas hasta la actualidad (UICN, 2020a).
En promedio, las poblaciones mundiales de mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles se han
reducido en un 68% entre 1970 y 2016. En todas las regiones del planeta, las poblaciones de
vertebrados silvestres están colapsando y se han reducido, de media, más de dos tercios desde
1970. En Latinoamérica y el Caribe, la situación es todavía más grave, con una reducción del 94%
de la población de vertebrados silvestres (WWF, 2020a).

    Los insectos, que representan el 60% de las especies de animales existentes, están sufriendo
un rápido descenso en sus poblaciones. Se estima que en los últimos 30 años las poblaciones
de insectos voladores se han reducido en más de un 75% (Hallmann, et al., 2017). La mitad de
las especies de insectos están disminuyendo rápidamente y al menos un tercio se encuentran
en peligro de extinción. Esta pérdida de insectos polinizadores puede llevarnos a una situación
con consecuencias catastróficas, dado que se pone en juego el buen funcionamiento de los
ecosistemas y la seguridad alimentaria. De hecho, el 90% de la floración de especies vegetales
salvajes dependen de la polinización animal, principalmente de insectos. Además, la polinización
a través de insectos es fundamental para la agricultura, por lo que la desaparición de los
polinizadores pone en peligro nuestra alimentación (Ecologistas en Acción, 2020a).

    Como se recoge en un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), la mayoría
de los hábitats y las especies protegidas de la Unión Europea (UE) no presentan un buen estado
de conservación (AEMA, 2020). Así, desde las selvas centroamericanas hasta el Océano Pacífico,
la naturaleza está siendo explotada y destrozada por la humanidad a una escala nunca vista con
anterioridad. Como vemos, nos enfrentamos a una grave crisis de biodiversidad. Sin embargo,
esta no es la única crisis del siglo XXI pues, además de la sanitaria provocada por la COVID-19
y las de derechos humanos, otra crisis está generando graves repercusiones para la vida en el
planeta: la crisis climática. Estas crisis, son parte de una crisis socioambiental global.

   El Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) viene alertando de las
implicaciones del aumento de la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) producidos
por las actividades humanas desde hace décadas. La quema de combustibles fósiles, junto con
otros factores ligados a los modelos de desarrollo insostenible que predominan en nuestros días,

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

están haciendo que la temperatura atmosférica global se eleve, lo que conlleva cambios en la
frecuencia, intensidad y duración de los fenómenos meteorológicos extremos, la elevación del
nivel del mar, el derretimiento de los glaciares y los mantos de hielo, la acidificación del agua de
los océanos, etc. Todo esto afecta a la vida de las personas y de los otros seres del planeta y está
influyendo fuertemente en la pérdida de biodiversidad (IPCC, 2014).

    De acuerdo con el informe “Agroecología para enfriar el planeta” (Ecologistas en Acción, 2019a,
p.7), los cambios en el clima se traducen en un conjunto cada vez mayor de impactos ecológicos
y sociales, entre ellos:

   Muchas especies silvestres, tanto terrestres como dulceacuícolas o marinas, han modificado
sus áreas de distribución geográfica, pautas estacionales, migraciones o abundancias en res-
puesta al cambio climático.

   Algunos eventos extremos, como las precipitaciones intensas, se han incrementado, provo-
cando muertes y destruyendo hogares y medios de vida.

   Las alteraciones en el ciclo del agua están afectando a la disponibilidad de recursos hídricos
para la agricultura.

    El cambio climático está provocando impactos diversos sobre la salud humana. En algunas
regiones se ha detectado un aumento de la mortalidad a causa del calor; en otras, una alteración
en la distribución geográfica de los vectores de importantes enfermedades infecciosas, como
el cólera o la malaria.

    Así, los hábitats acuáticos de agua dulce y los humedales, los manglares, los arrecifes de
coral, los ecosistemas árticos y alpinos y los bosques nubosos son particularmente vulnerables
a los impactos de la crisis climática. Las especies de montaña y las endémicas son altamente
vulnerables debido a su escasa distribución tanto geográfica como climática, a sus limitadas
oportunidades de dispersión y a otras presiones (IPCC, 2008; IPBES, 2019a).

    La acidificación de los océanos también afecta gravemente a los ecosistemas marinos y
altera la cadena alimenticia, tanto dentro como fuera de los mismos (IPCC, 2008; Hanna, 2013).
Este fenómeno es el resultado directo del aumento en los niveles de dióxido de carbono (CO2)
atmosféricos, ya que cuando el CO2 entra en el océano reacciona con el agua del mar y produce
ácido carbónico, lo que aumenta la acidez del agua. El océano ha absorbido entre el 20% y el 30%
del total de emisiones antropogénicas de CO2 desde la década de 1980, lo que ha incrementado
su acidificación. El pH de la superficie en mar abierto ha disminuido en un rango muy probable
de 0,017 a 0,027 unidades de pH por decenio, desde finales de la década de 1980, y es muy pro-
bable que la disminución del pH en la superficie oceánica ya se manifieste en contraste con la
variabilidad natural de fondo en más del 95% de la superficie que ocupa el océano (IPCC, 2019).

    Un claro ejemplo de cómo este fenómeno, junto con la elevación de la temperatura del mar,
tiene consecuencias nefastas para la biodiversidad lo observamos en las crecientes tasas de blan-
queamiento de coral. De acuerdo con el IPCC, ya se han generado fenómenos de blanqueamiento
de coral a gran escala, con una frecuencia cada vez mayor, lo que ha causado la degradación de
los arrecifes de coral en todo el mundo desde 1997, y su recuperación, si se produce, es lenta
(más de 15 años) (IPCC, 2019). Aproximadamente, desde 1870 se ha perdido más de la mitad de
la cubierta de coral vivo en los arrecifes (IPBES, 2019a).

    A lo largo de la historia de la Tierra, han tenido lugar varias extinciones masivas que estaban
relacionadas, al menos en parte, con los cambios climáticos que ocurrían a velocidades mucho
más lentas de lo que está ocurriendo en la actualidad. Cada especie, tanto animal como vegetal,

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

sobrevive y está adaptada a ciertos umbrales térmicos e hídricos en los que puede desarrollarse.
Sin embargo, la velocidad del cambio climático actual está impidiendo la adaptación de algunas
especies a las nuevas condiciones climáticas, lo que podría llevar a la extinción de muchas de
ellas. La crisis climática, junto con la pérdida de hábitats, la sobreexplotación, la contaminación
y las especies exóticas invasoras son las cinco presiones principales que impulsan la pérdida de
la biodiversidad en el mundo (IPBES, 2019a).

    La crisis climática, además, repercute en la pérdida de biodiversidad y viceversa. Por ejemplo,
la deforestación incide de manera significativa tanto en la crisis climática como en la crisis de
biodiversidad. Los bosques constituyen uno de los espacios de confluencia más explícitos entre
cambio climático y biodiversidad y el ámbito que mayor atención y coordinación entre ambos
regímenes normativos ha desatado (Kim, 2004). Los bosques acogen una parte muy significativa
de la biodiversidad mundial, al tiempo que constituyen importantísimas reservas de carbono, en
la medida en que los árboles absorben CO2 de la atmósfera que queda almacenado en la biomasa
vegetal. Así pues, la deforestación, sobre todo de los bosques tropicales, constituye una de las
principales causas de degradación de la diversidad global y un retroceso muy significativo de
los sumideros deCO2.

    En este sentido, el IPCC (2002) estimó hace dos décadas que la desaceleración de la defores-
tación, el impulso de la forestación y la regeneración de los bosques podrían capturar entre 60
y 87 Gt de carbono) entre el período extendido entre 1995 y 2050. Además, la materia que se
extrae de los bosques, particularmente, la madera, constituye una fuente de emisiones cuando
es combustionada (Kim, 2004). De esta manera, algunas supuestas políticas climáticas que contri-
buyen a la deforestación, como puede ser la producción de agrocombustibles (que se desarrolla
con mayor profundidad más adelante), contribuyen a ambas crisis.

    Asimismo, la construcción de “proyectos de desarrollo” con el supuesto objetivo de producir
energía limpia a menudo también genera emisiones de GEI, afecta a la biodiversidad local y tiene
repercusiones negativas para la vida de las personas, como el desplazamiento forzado (Hugo,
2008). Los proyectos de desarrollo con estos fines incluyen construcciones de grandes presas
hidroeléctricas, grandes proyectos eólicos y solares con gran impacto ambiental, cultivos de
palma para la generación de biocombustibles, etc. Tienen lugar en todos los países del mundo
y, como se analiza más adelante en el presente informe, con demasiada frecuencia conllevan
efectos nocivos en la conservación de la biodiversidad y en los derechos humanos de las personas,
especialmente de quienes se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad (Haugen, 2013).

    A la luz de lo anterior, podemos afirmar que la crisis climática y la de biodiversidad son dos
fenómenos profundamente interconectados, que se retroalimentan y convergen en una “crisis
ambiental global”, cuyo origen es el sistema capitalista globalizado, depredador y multiplicador
de injusticias socioambientales. El crecimiento económico ilimitado, impulsado por las lógicas de
la globalización neoliberal, antepone el capital a la vida y, como consecuencia, genera impactos
negativos de magnitudes globales que acrecientan las desigualdades.

   Cada vez se reconoce en mayor medida, especialmente a partir de las publicaciones de
Crutzen y Stoermer (2000), que las actividades humanas han tenido tanta importancia en la
tendencias climáticas de los últimos 200 años, que nos encontramos en un nuevo intervalo
geológico: el Antropoceno, con características tan diferentes que supondría el fin del Holoceno
(Zalasiewicz y Williams, 2009; Trischler, 2017). El Antropoceno sería una nueva época de la Tierra,
consecuencia del despliegue del sistema urbano-agro-industrial a escala global, que se ha dado
junto con un incremento poblacional mundial sin paragón histórico. Todo ello ha actuado como
una auténtica fuerza geológica con graves implicaciones ambientales. Este período incluiría el
cambio climático de los últimos decenios, los cambios en el ciclo del nitrógeno y del fósforo, la

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

rápida pérdida de biodiversidad y alteraciones en el ciclo del agua, entre otros (Steffen, 2011). Al
respecto, comenta Fernández (2010): “la causa principal de la extinción masiva no es el cosmos,
los meteoritos, los volcanes o las grandes glaciaciones, sino simplemente el presente capitalismo
global y la Sociedad Industrial. Pero no es el conjunto del Homo sapiens como especie el que la
provoca, sino un determinado sistema, eso sí, una construcción humana, que ha ido involucrando
a una parte cada vez mayor de la especie en su dinámica infernal, y que tiene ya una repercusión
biosférica” (p. 27).

    En esta línea, la huella ecológica, que mide el área de tierra y de agua que requiere una po-
blación humana para producir los recursos que consume, así como para absorber sus desechos
usando la tecnología prevaleciente y que, por tanto, refleja la demanda de la humanidad sobre
la naturaleza, se originó desde la época colonial, cuando el “desarrollo” de los países del Norte
se llevó a cabo a costa del expolio de los países del Sur global (Ortega, 2005).

    La huella ecológica ha ido incrementándose por medio de distintas dinámicas, como son:
las emisiones de carbono, los pasivos ambientales y su permanente desplazamiento a través de
fenómenos como la exportación de residuos tóxicos, la biopiratería, la exportación de residuos
tóxicos y la destrucción de ecosistemas de gran valor ecológico para la construcción de grandes
presas hidroeléctricas o para la plantación de monocultivos, entre otros. La Unión Europea (UE),
por ejemplo, ocupa cerca del 20% de la biocapacidad de la Tierra aunque solo vive el 7% de la
población mundial, por lo que se necesitarían 2,8 planetas si todas las personas consumieran al
ritmo que lo hace un residente medio de esta región. Esta cifra está muy por encima del promedio
mundial, que es de aproximadamente 1,7 planetas (Vandermaesen, et al., 2019).

    En relación con la huella de carbono, entre 1990 y 2015, el 10% más rico de la población
mundial generó el 52% de las emisiones de carbono acumuladas, consumiendo casi un tercio
(31%) del presupuesto global de carbono tan solo durante esos 25 años. A su vez, el 50% más
empobrecido de la población mundial generó tan solo el 7% de las emisiones acumuladas, con-
sumiendo únicamente el 4% del presupuesto de carbono disponible (Gore, 2020). En esta línea,
la UE de los 28, en su conjunto, es responsable en un 29% del colapso climático (Hickel, 2020).
Hoy en día continúa siendo una de las regiones que más contribuyen a las emisiones globales
de GEI y, junto con el Reino Unido, es la tercera mayor emisora de GEI del mundo (Crippa et al.,
2020). De hecho, algunas de las empresas que más emisiones de GEI han emitido a lo largo
de la historia y en la actualidad, como Royal Dutch Shell, Total y Repsol, están domiciliadas o
constituidas en la jurisdicción de los Estados miembros de la UE (Heede, 2014, 2019). La UE en
su conjunto y sus empresas, en particular, son responsables en gran medida de la emergencia
ambiental en la que nos encontramos y, por lo tanto, de muchas de sus consecuencias, como la
pérdida de biodiversidad, de la alteración de los patrones climáticos e incluso de la movilidad
humana forzada asociada (Felipe, 2020).

    Finalmente, cabe mencionar que la crisis ambiental global tiene graves repercusiones nega-
tivas especialmente para aquellas poblaciones que, por lo general, menos han contribuido a la
misma, por lo que se trata de una clara situación de injusticia ambiental. Los países más afectados
por los impactos del cambio climático son, en su mayoría, países empobrecidos de ingreso bajo
o medio bajo (Eckstein, et al., 2019). Asimismo, en el caso de la pérdida de biodiversidad, la zona
más afectadas se encuentra en el sudeste asiático (Malasia, Brunei y Singapur), pero los manglares
y las selvas tropicales en Brasil, Malasia e Indonesia, junto con los bosques subtropicales frondosos
y secos en India y Tailandia también se encuentran fuertemente amenazados (Allan, et al., 2019).

    También cabe señalar que las personas en situación de pobreza, las comunidades campesinas
e indígenas, las personas mayores y la infancia y, en todos estos grupos, las mujeres, suelen ser las
que sufren las peores consecuencias. Debido especialmente a los roles culturalmente asociados

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

a las mujeres en la mayoría de las sociedades, con frecuencia su supervivencia está más ligada
al medio y a los recursos que se obtienen directamente de la tierra mediante tareas agrícolas
(Ecologistas en Acción, 2019b). La crisis ambiental global repercute en su acceso a la educación y
a la alimentación y también se ha demostrado que afecta e incrementa las violencias machistas,
especialmente en contextos de migraciones forzadas inducidas, al menos en parte, por la propia
degradación ambiental (Felipe, 2019; Carney, et al., 2020).

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3/Puntos de encuentro
entre cambio climático
y biodiversidad en el
Derecho internacional:
juntos, pero no revueltos
   El cambio climático y la pérdida de la biodiversidad fueron dos asuntos centrales de la agenda
política de la Conferencia de Río de Janeiro de 1992, de la que derivarían la CMNUCC y el CDB,
donde quedarían recogidos los compromisos y lineamientos fundamentales que hasta la fecha
han marcado las políticas internacionales y nacionales sobre ambas materias.

    Las relaciones mutuas entre el cambio climático y la diversidad biológica, sin embargo, no
fueron abordadas de forma explícita en estos convenios. Ni el CDB hace referencia expresa alguna
al cambio climático ni la CMNUCC hace lo propio en relación con la biodiversidad. Ahora bien,
sí se apuntan ya algunas cuestiones que serán centrales en el marco de esta relación, como, por
ejemplo, la importante función que desempeñan los sumideros y los depósitos naturales de GEI
para los ecosistemas terrestres y marinos, a los cuales se les atribuye un peso significativo en las
estrategias de mitigación del cambio climático.

    Uno de los primeros acuerdos en los que se reconoció la relación entre la biodiversidad y el
cambio climático fue el Protocolo de Nagoya sobre acceso a los recursos genéticos y participación
justa y equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización al CDB (Secretaría CDB, 2010), que
entró en vigor en 2014, en cuyo Preámbulo se hacen dos referencias explícitas al cambio climático.

    Más adelante, los estrechos vínculos entre la biodiversidad y el cambio climático quedaron
visiblemente expuestos en lo más alto de la jerarquía normativa internacional mediante la
adopción del Acuerdo de París (CMNUCC, 2015a), en el que, aunque de forma algo dispersa,
encontramos varias referencias a la imbricación entre las políticas climáticas y las de protec-
ción de la biodiversidad. Ya desde el Preámbulo, se señala la importancia de garantizar que las
medidas para hacer frente al cambio climático respeten la integridad de todos los ecosistemas
y la protección de la biodiversidad. En el artículo 5 se reitera el exhorto a las Partes de seguir
conservando y aumentando los sumideros y reservorios de GEI; en el artículo 7 se reconoce el
papel de las medidas de adaptación al cambio climático en la protección de los medios de vida y
los ecosistemas y en el artículo 8 se destaca la importancia de la resiliencia de las comunidades,
los medios de vida y los ecosistemas para minimizar y afrontar las pérdidas y daños asociados a
los efectos adversos del cambio climático.

    Más allá de los convenios citados, las bases de la relación entre cambio climático y biodiver-
sidad han quedado esbozados en algunos documentos clave, como el Plan Estratégico para la
Diversidad Biológica 2011-2020 y las Metas de Aichi para la Biodiversidad (PNUMA/CDB, 2010a).
En los fundamentos del plan se mencionan algunos de los espacios de confluencia entre las
estrategias y acciones de ambos ámbitos. Así, por ejemplo, se hace referencia a las medidas ener-
géticas tendientes a valorar y proteger la biodiversidad y a sus múltiples beneficios adicionales,
entre ellos, su contribución a la desaceleración del cambio climático, así como su incidencia en la
mejora de la resiliencia de los ecosistemas y la reducción de su vulnerabilidad, esenciales en los

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

procesos de adaptación de las personas (fundamento 9).También entre los fundamentos del plan,
se indica que “el mantenimiento y restauración de los ecosistemas son formas de hacer frente al
cambio climático y que en general resultan eficaces en función de los costos” y se añade que “si
bien el cambio climático presenta una gran amenaza adicional a la diversidad biológica, el solo
hecho de enfrentar esa amenaza abre una serie de oportunidades de conservación y utilización
sostenible de la diversidad biológica” (fundamento 10.d.).

    En consonancia con estas constataciones, la meta 10 de Aichi propone para 2015 una reduc-
ción al mínimo de las presiones antropógenas sobre una serie de ecosistemas especialmente
vulnerables frente al cambio climático o la acidificación de los océanos. La meta 15 por su
parte apunta, para el horizonte 2020, un incremento de la resiliencia de los ecosistemas y de la
contribución de la diversidad biológica a las reservas de carbono, mediante la conservación y
restauración (incluyendo la restauración de al menos un 15% de las tierras degradadas) a fin de
contribuir a la mitigación del cambio climático y a la adaptación al mismo.

   En cualquier caso, los vínculos entre biodiversidad y cambio climático, tanto en lo que
concierne a su diagnosis como al diseño de políticas y estrategias, han sido desarrollados en
mayor grado de detalle a través de un extenso acervo de documentos científicos, programas,
decisiones de las COP con mandatos, principios, orientaciones, etc. producidos por los respectivos
andamiajes institucionales de la CMNUCC y el CDB, así como por organismos y espacios de trabajo
conjunto que se han ido creando a medida que las necesidades de coordinación entre ambas
áreas se han hecho más imperiosas.

    En agosto de 2001, se creó el Grupo de Enlace Mixto de los Convenios de Río (Joint Laison
Group, JLG), un foro informal creado por los secretariados de los tres Convenios gestados en la
Conferencia de Río (el CBD, la CMNUCC y la Convención de Lucha contra la Desertificación), a
instancia de las respectivas Conferencias de las Partes (PNUMA/CDB, 2002a; CMNUCC, 2002a),
con el objetivo de establecer sinergias, mecanismos de coordinación y formas de colaboración
e intercambio de información, tanto a escala internacional como nacional, principalmente
en materia de adaptación al cambio climático, desarrollo de capacidades y transferencia de
tecnologías. Este grupo de trabajo integra representantes de los respectivos organismos
científicos de los convenios, así como de los secretariados y los secretariados ejecutivos.
Sus avances se han ido desarrollando a través de reuniones anuales o bienales. Las formas
de colaboración comprenden un amplio abanico de posibilidades: publicaciones conjuntas
, colaboración entre los órganos científicos de los tres convenios, desarrollo conjunto de planes y
programas, seminarios internacionales, formaciones a nivel local, estudios de casos sobre las in-
terconexiones de los tres ámbitos, cooperación en la comunicación y los programas de educación
y concienciación, cooperación en el desarrollo de metodologías y herramientas, la promoción de
complementariedad de las estrategias y planes nacionales sobre las tres materias, entre otras.

    En 2017, los secretariados ejecutivos de los tres convenios lanzaban un llamamiento para la
creación de un Instrumento de Preparación de Proyectos (Project Preparation Facility, PPF) dirigido
a ofrecer asistencia técnica para el diseño e implementación de proyectos que aborden de una
forma multidisciplinar, integral y coherente los retos conjuntos asociados a la degradación de
la tierra, la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático. Esta propuesta, aun no materia-
lizada, se planteaba ante la constatación de la progresiva expansión de las oportunidades de
financiación en los últimos años, concentradas principalmente en proyectos que abordan estos
problemas de forma aislada, abriéndose una importante brecha en relación con la inversión en
proyectos complejos a que se aproximen a estos problemas de forma sistémica.

   La información científica y técnica en que se basan las decisiones políticas orientadas a abor-
dar las interacciones entre el cambio climático y biodiversidad proviene principalmente de los

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

respectivos Órganos Subsidiarios de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico (SBSTTA)
del CDB y de la CMNUCC, así como el IPCC y el IPBES. Por su parte, en 2001, el secretariado del
CDB, en aras de fortalecer la comunicación científica entre ambos espacios normativos, crearía
un grupo de expertos técnicos sobre diversidad biológica y cambio climático (Ad Hoc Technical
Expert Group, AHTEG) que sería reeditado en 2008 (PNUMA/CDB, 2008). Este grupo de personas
expertas, congregado en reuniones periódicas, nació con el objetivo de considerar los impactos
perjudiciales del cambio climático en relación con las actividades sobre biodiversidad, analizar
el papel que juega en la mitigación del cambio climático e identificar oportunidades para la
consecución de objetivos conjuntos. Igualmente se propone ofrecer a las instituciones de la
CMNUCC información y asesoramiento sobre las conexiones entre estos dos campos y sobre
cómo la conservación de la biodiversidad puede ser integrada en las acciones climáticas, tanto
de mitigación como de adaptación (Secretaría CDB, 2009). Paralelamente, en los últimos años,
el IPCC y el IPBES han manifestado en reiteradas ocasiones la intención de fortalecer sus vínculos
creando espacios de trabajo conjunto sobre las interacciones entre cambio climático y biodiver-
sidad (IPCC, 2020; IPBES, 2019).

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4/Aproximaciones
a la relación entre cambio
climático y biodiversidad
desde el Derecho
internacional: de los
enfoques economicistas
a las soluciones basadas
en la naturaleza
    En las últimas décadas, los organismos de gobernanza mundial del cambio climático y la
biodiversidad se han ocupado tanto de las interacciones e impactos recíprocos entre estos dos
fenómenos, como de problematizar los impactos negativos de las acciones climáticas. El primer
espacio de confluencia abordado por estos marcos institucionales lo encontramos en la mani-
fiesta relación entre la degradación de los bosques y el cambio climático, así como la relación
entre la conservación de los bosques y la mitigación del cambio climático. Las estrategias para
abordar esta relación fueron principalmente vehiculadas a través del esquema del Programa de
las Naciones Unidas para la Reducción de Emisiones causadas por la Deforestación y la Degra-
dación de los Bosques (REDD+).

    Más adelante, a medida que se avanzaba en la implementación de los acuerdos climáticos,
se empezó a detectar que las acciones y proyectos enmarcados en este ámbito no estaban
exentos de impactos y riesgos sociales y ambientales, especialmente para la diversidad
biológica. Ello despertó el interés investigativo por la identificación, explicación y cuanti-
ficación de esos riesgos e impactos, así como el desarrollo de una serie de mecanismos y
directrices orientados a minimizarlos. Estos incluirían desde instrumentos de larga tradición,
como las evaluaciones de impacto ambiental, la participación de las comunidades y los
pueblos indígenas o los pagos por servicios ambientales, a mecanismos más innovadores
como las soluciones basadas en la naturaleza, que no se limitarían a limitar o domesticar
los impactos negativos de determinadas acciones climáticas, sino que más bien invitarían
a repensar las bases de tales acciones en un sentido más holístico, para que no solo se mi-
nimicen los impactos sobre la biodiversidad sino que los servicios y beneficios de la misma
sean potencializados.

    A continuación, se identifican y explican brevemente algunos de los mecanismos más des-
tacados y se examina el papel que han tenido en la gobernanza de los espacios de encuentro
entre biodiversidad y cambio climático durante las últimas décadas. Como se observará, estos
instrumentos representan enfoques bien distintos, desde los enfoques más economicistas con-
sagrados por REDD+ a enfoques más integrales y ecosistémicos como las soluciones basadas
en la naturaleza.

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

    4.1. La mitigación del cambio climático
    a través de los bosques: rastreando
    las sombras de REDD+
    A partir del reconocimiento del rol fundamental que tienen los bosques en la conservación
de la biodiversidad y en la mitigación del cambio climático, tanto desde el régimen del cambio
climático como de la biodiversidad, se han desplegado varias políticas centradas en la conser-
vación de los bosques. La evaluación de impacto ambiental de los impactos negativos sobre
los bosques forestales y la gestión de áreas protegidas (artículo 8 CDB) fueron los primeros
mecanismos que se adoptaron desde el marco del CDB para la protección de la biodiversidad y
la gestión sostenibles de los bosques (PNUMA/CDB, 1995).

    En 1998, mediante la Decisión IV/7, la COP del CDB aprueba un programa para la conservación
de la biodiversidad en los bosques (PNUMA/CDB, 1998). La versión expandida de este progra-
ma, aprobada en la sexta COP de 2002, ya influenciada por los trabajos del AHTEG, incorporaría
cuestiones relacionadas con el cambio climático en el terreno de la gestión de la biodiversidad
de los bosques. El objetivo 3 del programa se centraría en los impactos negativos del cambio
climático en la biodiversidad de los bosques (PNUMA/CDB, 2002c).

    Por su parte la CMNUCC, en virtud del artículo 4.1., secciones b y d, obliga a las Partes a
implementar programas nacionales que contengan medidas para mitigar el cambio climáti-
co, teniendo en cuenta no solo las fuentes de emisiones de GEI sino también los sumideros
que las absorben y los depósitos que las almacenan. En consonancia con este criterio, el
fallido Protocolo de Kyoto (CMNUCC, 1997), en el marco de los compromisos de reducción,
permitía a los países industrializados tener en cuenta las variaciones netas de emisiones, es
decir, restar en el inventario nacional de emisiones las variaciones verificables del carbono
almacenado, asociadas a cambios en el uso de la tierra y de las actividades forestales, así
como tener en cuenta en sentido contrario, la pérdida de sumideros (asociada por ejemplo
a la deforestación).

     La mitigación biológica de GEI a través de los llamados usos de la tierra, cambios de uso de
la tierra y selvicultura (Land-Use, Land-Use Change and Forestry, LULUCF) puede darse a través de
prácticas diversas, entre ellas la protección o ampliación de los sumideros a través de la foresta-
ción y reforestación o bien de iniciativas dirigidas a conservar los depósitos existentes (evitar la
deforestación), llevadas a cabo desde 1990 (artículo 3.3.) (Secretaría CDB, 2003).

    En los Acuerdos de Marrakech (CMNUCC, 2002b) se decidiría que, durante el primer período
de compromisos, los proyectos de forestación o reforestación podrían ser acreditados, con ciertos
límites, con reducciones de emisiones certificadas en el marco del sistema de mecanismos de
desarrollo limpio (MDL). Las prácticas de agroforestación, es decir, la incorporación de árboles
y arbustos en territorios agrícolas podrían ser también incorporadas en este esquema, siempre
y cuando fuesen compatibles con la definición de forestación o reforestación (Secretaría CDB,
2003). Los MDL (artículo 12 del Protocolo de Kyoto), reinventados a partir del Acuerdo de París
(artículo 6.4.), fueron mecanismos de flexibilización del cumplimiento de los compromisos del
Protocolo, creados con el objetivo de incentivar la cooperación entre los países desarrollados y
los países en vías de desarrollo en la consecución de las metas climáticas. Se trata de inversiones
en proyectos tecnológicos de producción de energías “limpias” implementados por países desa-
rrollados en países en desarrollo en virtud de las cuales el país promotor puede obtener créditos
de carbono (Reducciones Certificadas de Emisiones del Proyecto, RCE), utilizados para alcanzar
sus propios compromisos de reducción.

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

   Más adelante en la COP11 de la CMNUCC, celebrada en Montreal en 2005, a instancia de un
grupo de países liderado por Papúa Nueva Guinea y Costa Rica, particularmente preocupados
por el problema de la deforestación se incorporaría en la agenda política de las Partes, bajo el
paraguas de los términos, “Reducción de las emisiones de la deforestación en países en desarrollo”
(REDD), que estarían en el centro de las negociaciones en las sucesivas COP. Estas discusiones
acabarían conduciendo al enfoque REDD+ que se consolidaría en 2013 con el paquete de deci-
siones metodológicas adoptado en la Cumbre de Varsovia (COP 19) . El artículo 5 del Acuerdo de
París (CMNUCC, 2015a), por su parte, revalida este mecanismo en el marco de la conservación y
ampliación de los sumideros y depósitos de GEI.

    Con el objetivo de favorecer que el sector forestal de los países en desarrollo contribuya a la
mitigación del cambio climático, el sistema REDD+ aglutinaría una serie de actividades dirigidas
a la reducción de emisiones asociadas a la deforestación y la degradación forestal, así como la
conservación, la gestión sostenible y la mejora de los depósitos de carbono de los bosques en los
países con bosques tropicales. Originariamente estaba orientado a aquellos países con elevados
índices de deforestación (menos de diez países que representaban el 70% de las pérdidas de
bosques tropicales), pero finalmente se amplió a países con abundantes reservas forestales y baja
deforestación, los cuales podían acceder a esta forma de financiamiento bajo el compromiso de
no aumentar la deforestación futura proyectada (GRAIN y WRM, 2015).

    REDD+ funcionaría de la siguiente manera. En primer lugar, un país del Sur global con abun-
dantes reservas forestales acuerda reducir las emisiones provenientes de la destrucción de bos-
ques como parte de un acuerdo climático de la ONU y elabora un plan nacional REDD+ en el que
cuantifica la cantidad que habría sido destruida durante las próximas décadas y estima cuánto
se está dispuesto a no talar si se le paga el costo de mantener intacto el bosque. A partir de allí,
actores de los países industrializados, públicos y privados (empresas y ONG) realizan pagos a los
países con bosques tropicales por resultados de reducción y evitación de la deforestación que
se hubiese producido de no haberse dado la financiación a través de RDD+, siempre y cuando
se demuestre que la pérdida del bosque ser redujo y que el carbono continúa almacenado. A
cambio, los países financiadores reciben bonos o créditos de carbono, que no son otra cosa que
derechos para emitir GEI que permiten a empresas y actores públicos flexibilizar el cumplimiento
de sus compromisos de reducción. Estos bonos se pueden vender en el mercado voluntario para
compensar las emisiones que debían reducir y no han reducido. Explicado más sencillamente,
“el dueño del bono de carbono tiene derecho a emitir una tonelada de carbono fósil que había
prometido evitar, debido a que alguien más ha retenido una tonelada de carbón en un bosque
que, sin el pago de REDD+, habría sido destruido, emitiendo el CO2” (GRAIN y WRM, 2015).

   Así pues, el programa REDD, concebido como una modalidad de pago por servicios
ambientales aspira a que el mantenimiento de los bosques sea más rentable económicamente
que talarlos (Ecologistas en Acción, 2019a), es decir, a que los beneficios de los dueños de los
bosques sean maximizados. Teniendo en cuenta que una significativa parte de los bosques en
el mundo son de titularidad de pueblos indígenas o de población que vive en condiciones de
extrema pobreza, el programa REDD se postula como una forma de acrecentar los ingresos de
estas poblaciones (Pacheco, s.f.).

   Desde sus inicios, un gran número de gobiernos de países del Sur global han desarrollado
políticas para beneficiarse del programa REDD+, al tiempo que un gran número de centros de
investigación forestal de todo el mundo, entidades internacionales de financiamiento (Banco
Mundial, FAO, Naciones Unidas, etc.) o la cooperación internacional invertían sus esfuerzos en
este programa (Pacheco, s.f.). Mientras, actores diversos, entre ellos, los gobiernos de algunos
países, movimientos indígenas, organizaciones sociales (Movimiento Mundial por los Bosques,
GRAIN, Ecologistas en Acción) y sectores académicos (Pacheco, s.f.), se mostraban recelosos o

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Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020 • Ecologistas en Acción

contundentemente disconformes con estos mecanismos. Y es que, en efecto, los programas
REDD+ son muy cuestionables desde sus orígenes, tanto por su planteamiento teórico como
por los impactos que, tal y como se ha constatado, están derivándose de su implementación.

    En relación con el planteamiento, en primer lugar, cabe apuntar que no están bien diseñados
los incentivos para hacer frente a un problema social relacionado con la gestión de un recurso
global común (Pacheco, s.f.). En este sentido, es preciso evidenciar que el fundamento de la
compensación articulada por este mecanismo no es la eliminación de la forestación, sino la
desforestación evitada desde el momento en que los Estados se comprometen con el mismo.
Esto significa que pueden beneficiarse de este mecanismo los países que hayan disminuido sus
niveles de deforestación desde el momento inicial, aun cuando sigan destruyendo sus bosques
(Ecologistas en Acción, 2019a).

    En segundo lugar, el programa REDD aspira a resolver con enfoques parciales y reduccionistas
un problema complejo como el de la pobreza y la degradación forestal, con evidentes dimen-
siones sistémicas. No atiende, por ejemplo, a la complejidad de causas que están detrás de la
deforestación, especialmente a causas inmediatas como la expansión de las infraestructuras, la
expansión agrícola, la explotación de los depósitos subterráneos de combustibles fósiles o la
extracción de madera, asociadas a dinámicas económicas mundiales estructurales. Como expre-
sa Pacheco, es una propuesta que tal vez garantiza la conservación de bosques algunos años,
mientras se mantenga el interés de los países desarrollados, empresas, etc., pero no ofrece “pasos
seguros hacia un modelo de desarrollo sustentable que pueda lidiar simultáneamente y de forma
sostenible contra las fuerzas que promueven el deterioro o desaparición de los bosques (…) así
como otros efectos de la pobreza, inseguridad alimentaria y modelos energéticos” (Pacheco, s.f.).

     En tercer lugar, el enfoque REDD+ se alinea con los discursos dominantes de la crisis ambien-
tal, aquellos que privilegian a los países desarrollados y negligen la noción de justicia ambiental.
Es una propuesta que, en el contexto del cambio climático, expande a los bosques el paradigma
hegemónico de la mercantilización, a través de un mecanismo hecho a la medida de los intereses
de los países del Norte global, aprovechando la necesidad de recursos financieros de los países y
poblaciones locales dueñas de los bosques, sin combatir en ningún caso las presiones que influ-
yen en la conversión del uso del suelo forestal, como apuntábamos anteriormente (Pachecho, s.f.).

    En este sentido, GRAIN publicó un estudio en 2015 en el que se evidencian varias de las injusti-
cias ambientales asociadas a la implementación del programa REDD+, especialmente en relación
con la agricultura campesina (GRAIN y WRM, 2015). Son cinco los patrones que se identifican y se
en este documento, acompañado además de 13 estudios de caso que reflejan estas injusticias:

    • REDD+ culpa a las prácticas agrícolas campesinas de la deforestación y de las emisiones.
    • Rara vez beneficia a las comunidades locales, pero es un buen negocio para las empresas
      que venden bonos de carbono, para las ONG ambientalistas internacionales, para los con-
      sultores y para los países industrializados.
    • Destruye la soberanía alimentaria.
    • Impide el control comunitario sobre los territorios.
    • Facilita la expansión de la agricultura dominada por las corporaciones.

    El concepto de bosque en que se basan los REDD contribuye también a la reproducción de
las dinámicas e injusticias señaladas. Dentro de la categoría de bosque se incluyen plantaciones,
monocultivos forestales y repoblaciones en zonas deforestadas. En el marco de estos mecanismos,
por otro lado, no se toma en cuenta elementos como el tipo de área forestal o el papel ecológico

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