Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas: vivencias multitemporales en un

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Ramirez 1

   Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas: vivencias multitemporales en un
                                          espacio posmoderno
                                              Natalia Ramírez
                                        Universidad de Pittsburgh

La violencia, repito, es una experiencia que modifica la
realidad y a las personas, y que es intransmisible. La violencia
frecuentemente indica un cierto fracaso o espacio diferente al
de la comunicación. La experiencia de la violencia en
Colombia ha sido intensa y ha dejado una serie de ruinas
físicas y morales, pero también de historias vitales y hermosas
frente a las cuales me niego a cerrar los ojos o guardar la
cámara. El diálogo por el que todo el mundo clama sólo puede
producirse después de la mirada y el conocimiento ético del
Otro, que es la base de cualquier proyecto serio de paz y de
reconstrucción de esta sociedad.

Víctor Gaviria

   Comprendiendo lo posmoderno en tanto crítica de lo moderno que da articulación a lo
marginal, se analizarán las películas Rodrigo Rodrigo D. No futuro1 y La vendedora de
rosas2 de Víctor Gaviria. La obra cinematográfica de Gaviria es primordial para vivenciar
las nuevas identidades e imaginarios culturales de la posmodernidad colombiana,
sobretodo desde la década de los ochenta hasta nuestros días. Se considerarán las películas
como ejemplo de vivencias multitemporales en un espacio posmoderno.
   Primero se ejemplificará la idea posmoderna de que todos los tiempos pueden coexistir.
Posteriormente se considerarán algunos elementos históricos y contextuales que permiten
comprender mejor la ejemplaridad de la ciudad de Medellín como escenario de la
multitemporalidad, para posteriormente considerar a los jóvenes protagonistas como
encarnación y símbolo de la sociedad posmoderna colombiana.
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   El análisis a realizar en este ensayo parte de que las nociones de modernismo y
posmodernismo no tienen la misma connotación en el contexto latinoamericano que en el
europeo y norteamericano.
   Iniciando con una concepción más integral, Frederic Jameson concibe el
posmodernismo como relación dinámica entre culturas locales y una cultura global
capitalista donde el modelo moderno de centro-periferia comienza a demolerse. Jameson
se refiere al posmodernismo como un período donde se correlacionan el surgimiento de
nuevas formas y estilos de la cultura bajo los avances de una tecnología y economía
transnacional, economía global que envuelve tanto a los países “desarrollados” como a los
precapitalistas y del tercer mundo3.
   Como vemos en las ideas de Jameson, el concepto de posmodernismo en el ámbito
global tiene una connotación periódica posterior a la modernidad que se define como el fin
de la “high culture” para dar auge a una cultura más popular. (Lo que equivale a la
vanguardia en Latinoamérica). Sin embargo, La posmodernidad latinoamericana no tiene
mucho que ver con esta periodización y organización lineal del tiempo.

                  Jameson means by postmodernism might be better understood as
               precisely the effect in that center of postcoloniality. The engagement with
               postmodernism in Latin America does not take place around the theme of
               the end of modernity that is so prominent in its Anglo-European
               manifestations; it concerns, rather, the complexity of Latin American own
               “uneven modernity” and the new developments of its hybrid (pre and
               post) modern cultures. (José Joaquin Brunner argues that postmodernism
               is, in effect, the specific form modernity takes in Latin America)4.

   La posmodernidad deja atrás la noción de “desarrollo” concebido por la modernidad
que comprendía el tiempo de manera lineal; donde el pasado, como constante en la
memoria, era entendido como un peldaño para estructurar el presente y el proyecto de
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futuro. La posmodernidad abandona la idea de que la historia va en una dirección (el
progreso, el desarrollo) e introduce el concepto de que todos los tiempos pueden coexistir
(pastiche, collage):

                   Si algo debe aprenderse de la flexión posmoderna (de cómo desregula la
                sintagmática temporal que ordena precedencias y sucesiones), es
                precisamente su capacidad para fragmentar y recombinar memorias
                históricas según el modo de la discontinuidad y de la itinerancia. Tradición
                y modernidad – en lengua posmoderna- dejan de contraponerse bajo el
                signo rupturista del antagonismo entre lo viejo (repetición) y lo nuevo
                (transformación): la posmodernidad desorganiza y reorganiza la
                procesualidad de las fases gracias a conexiones transversales que intercalan
                pasados y presentes en secuencias trastocadas por la operatoria de la cita
                histórica. [...] La “heterogeneidad cultural” latinoamericana (mestizaje de
                identidades; hibridismo de tradiciones; cruzamiento de lenguas) habría
                incluso conformado –por fragmentación y diseminación- una especie de
                “postmodernismo avant la lettre” según el cual Latinoamérica,
                tradicionalmente subordinada e imitativa, pasaría a ser hoy precursora de lo
                que la cultura posmoderna consagra como novedad: por amalgamiento de
                signos, por injertos y transplantes, histórico-culturales de códigos
                disjuntos, el mosaico latinoamericano habría prefigurado el collage
                posmodernista.

   En tal sentido, la “posmodernidad latinoamericana” no sería nunca el “después”
conclusivo de una modernidad por lo demás inconclusa. Es la exacerbación translineal de lo
que esta modernidad ya contenía de heteróclito y disparatado – el paroxismo figural de su
multitemporalidad abigarrada de referencias disconexas y memorias segmentadas.5
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Las historias representadas en Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas son el
resultado del incremento de violencias en Colombia, son el producto de los imaginarios
culturales del narcotráfico, de las políticas neoliberales, de la globalización, de las
contradicciones del capitalismo, de la inestabilidad del Estado. Los escenarios de las
películas de Gaviria muestran la otra cara de una ciudad conocida por su desarrollo
económico e industrial; estos escenarios reflejan la multitemporalidad en la ciudad de
Medellín: Estas películas exponen la relación dinámica entre la cultura local de las
comunas y la cultura global capitalista donde el modelo moderno de centro-periferia se ha
desmantelado.
   Medellín, a pesar de su pujante desarrollo industrial, comercial, arquitectónico y
artístico, es conocido por sus cinturones de miseria, “las comunas”, que también se han
convertido en símbolo de la violencia colombiana y de la cultura del narcotráfico. “Para
nuestra desgracia, Medellín sigue siendo una ciudad con cifras de violencia que dan
vergüenza –más de 3.200 homicidios en el 2001- y la mayor parte de esa violencia, aunque
es originada por diversos sectores sociales, sigue asentada especialmente en las zonas
populares de la ciudad”.6
   Igualmente los jóvenes de estos barrios marginales se han transformado en prototipo de
la juventud marginada, popular y violenta de la sociedad latinoamericana. Como dice
Alonso Salazar:

                En Colombia, los jóvenes emergieron a la vida pública en los años ochenta
                desde el torbellino de violencias, en ocasiones instrumentalizados como
                marionetas de otros poderes y en otras, de manera relativamente autónoma,
                constituyéndose, por las características de los actores y de los escenarios,
                en las formas más visibles de la violencia. El perfil de los asesinos de
                ministros, jueces, policías y ciudadanos, es de todos conocido: jóvenes
                entre dieciséis y veinte años, de origen popular, a veces desertores del
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               sistema escolar, casi siempre de familias descuadernadas, amantes de la
               música salsa, las rancheras y la carrilera, ocasionalmente rockeros, católicos
               declarados, devotos de María auxiliadora y portadores de símbolos
               religiosos.7

   Así como la ciudad de Medellín ejemplifica la cultura posmoderna latinoamericana al
representar una especial donde diversos tiempos y culturas coexisten, los “protagonistas
testigos y actores naturales”8 en las películas de Víctor Gaviria encarnan dicha sociedad
contradictoria, desarticulada, traumática, cargada de peligro, perversión, droga y
desilusión. Son individuos que no viven un tiempo lineal que los lleve al desarrollo, al
bienestar. Por el contrario viven en un mundo desordenado, repudiado, descompuesto.
   Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas fueron gravadas durante y luego de una
década que intensificó la violencia nacional y cambió la forma de observar e interpretar la
ciudad de Medellín, sus barrios marginales y sus jóvenes habitantes.
   Colombia, a partir de los años 80, se caracterizó por ser uno de los países más
violentos del mundo. El país fue, y ha sido, víctima de la violencia política y social, de la
guerra del narcotráfico, igualmente de la violencia no organizada y las catástrofes
naturales.9
   Miremos rápidamente lo sucedido en la década de los 80s en Colombia, época que
cambió la objetividad con que se observa la historia colombiana, la ciudad de Medellín, las
comunas y que abrió la puerta a los estudios sobre la juventud colombiana puesto que los
jóvenes se vieron involucrados en delitos mayores y conflictos a todo nivel.
   En el ámbito político y social, la violencia de esta década se vio afectada,
primordialmente, por la presencia de varios grupos armados: M-19, FARC, ELN10,
paramilitares y narcotraficantes. Entre estos grupos armados han existido diversas guerras,
combates, ayudas, alianzas, y relaciones que varían constantemente según los conflictos y
necesidades de los actores en conflicto.
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   El M-19 fue protagonista de los eventos más impresionantes de este período. En
febrero de 1980 el M-19 tomó la Embajada de la República Dominicana, durante una
recepción a la cual acudían alrededor de 20 embajadores. Por un lapso de 3 meses, tiempo
de negociaciones de este grupo armado con el gobierno, los diplomáticos permanecieron
como rehenes. Luego, en 1985 este grupo rebelde tomó el Palacio de Justicia: el combate
de este grupo armado con el ejército nacional, junto con el consecutivo incendio del
palacio, causaron la muerte de los guerrilleros y sus rehenes, entre ellos la totalidad de los
magistrados de la corte. Es de anotar que el M-19 pactó la paz durante el gobierno de
Virgilio Barco (1986-1990) e ingresó a la vida política nacional. Un año después de que su
dirigente Carlos Pizarro fue asesinado, representantes de este nuevo grupo político
participaron en la construcción de la nueva Constitución Política del país. Esta
Constitución de 1991 sustituyó a la anterior Constitución de1886.
   Similar proceso de paz inició el presidente Belisario Betancur Cuartas (1982-1986) con
las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias), concretando un cese al fuego iniciado en
1983 y la creación de un partido político comunista representativo de este grupo armado:
Unión Patriótica. Este proceso fracasó dos años después cuando los representantes de
este nuevo grupo político fueron asesinados. El ELN (Ejercito de Liberación Nacional) no
fue tan protagónico en esta década pero cabe anotar que este grupo guerrillero continuó
sus ataques contra las instalaciones petroleras con el objetivo de agredir las políticas y
economía del Estado colombiano, además de propiciar el terrorismo.
   Además de esta guerra entre la derecha y las guerrillas de izquierda, la subversión y el
ejército, emergió la guerra del narcotráfico. Inició la guerra del narcotráfico contra las
autoridades, contra los simpatizantes de la extradición, contra otros narcotraficantes,
contra los críticos de su negocio. El narcoterrorismo sacudió las principales ciudades del
país desde 1984 cuando asesinaron al Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. Luego
siguieron los asesinatos de periodistas, políticos, policías, guerrilleros, miles de
ciudadanos y narcotraficantes (sobretodo del cartel de Cali y de Medellín tanto en la
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década de los 80s como de los 90s a causa de la guerra entre carteles y los ataques de las
autoridades estatales).11
   En los años 80, Pablo Escobar Gaviria (1949-1993) se convirtió en el narcotraficante
más reconocido y fue uno de los diez hombres más ricos del mundo según datos de la
revista Forbes. Desde los años 70s el capo ya se dedicaba a la creación de conexiones para
el transporte de materia prima para procesar cocaína y realizó múltiples obras de beneficio
a la comunidad con dinero proveniente de la droga. Así consiguió un fuerte reconocimiento
popular que lo apoyó para ingresar a la Cámara de Representantes por el partido político
Nuevo Liberalismo; sin embargo fue expulsado por sus colegas del partido político en
1983. Desde entonces el narcotraficante se convirtió en el terrorista más temido del país:
se le culpa por haber exterminado a todos los que lo denunciaron públicamente, (entre
ellos el Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla). Igualmente se le acusa de haber creado
escuelas de sicarios, del magnicidio en 1989 del candidato presindencial Luis Carlos Galán
Sarmiento (fundador del Nuevo Liberalismo); del estallido del avión de Avianca en 1989;
del autobús bomba explotado en 1989 frente al edificio del Departamento Administrativo
de Seguridad (DAS), sede de la policía secreta, que causó 100 muertes y 638 heridos; entre
muchos otros atentados que lo convirtieron en el enemigo numero uno de la nación.12
   Con la condición de no ser extraditado a los Estados Unidos, Pablo Escobar se entregó
a la justicia en junio de 1991. Trece meses mas tarde, al ser notificado por el gobierno que
sería trasladado de prisión, se fugó. Desde entonces, el Gobierno, creó un cuerpo de élite
conformado por miembros de la Policía y el Ejército colombianos, apoyados
estrechamente por todos los cuerpos estatales de seguridad de los Estados Unidos para
buscar al fugitivo, quien en 1993 fue encontrado en Medellín y asesinado durante la
persecución.
   El comercio de la droga ha estado altamente aliado con las guerrillas que han
garantizado la tranquilidad de la economía ilegal. Igualmente “El desarrollo de las
organizaciones paramilitares no puede seguir siendo analizado por fuera de la difusión del
trafico de droga. Son los narcotraficantes quienes establecieron, en 1981, la primera de
Ramirez 8

esas organizaciones –MAS-, y que, enseguida, han asegurado su multiplicación. [...] Pero
las organizaciones paramilitares han sido también el producto de la cooperación
establecida entre numerosos militares y los narcotraficantes frente a las guerrillas. Hasta
1989 esta cooperación se realizó casi abiertamente”.13 Igualmente han sido producto de la
cooperación entre miembros del ejército y grandes agricultores y ganaderos que han
necesitado la protección de sus tierras y familias contra las guerrillas.
   A lo antepuesto se sumaron la violencia no organizada, la corrupción de las
instituciones, y las catástrofes naturales de estas décadas: el terremoto de Popayán en
1983 además de la erupción del Nevado de Ruiz causante del desbordamiento de la
quebrada Lagunilla que sepultó el municipio de Armero en 1985.
   Lo anterior en el ámbito nacional, a escala local las zonas populares medellinenses han
sufrido varios tipos de violencia. Desde la violencia que genera la falta de recursos (robos,
atracos, venganzas) como la organización de bandas juveniles que “cuidan y limpian” sus
barrios de delincuentes y la utilización de la violencia como severo control social por parte
de los grupos ilegales (paramilitares, guerrilla, narcotráfico).

                La escalada de la violencia urbana era sensible desde 1984: de una parte,
                con las empresas de “limpieza social”; por otra, con la proliferación de las
                bandas armadas de jóvenes. A partir de 1988-1990 se convierte en tiempo
                de negociaciones de este grupo armado con el gobierno, en problema
                mayor. Se traduce en la proliferación de toda suerte de organizaciones
                armadas; sicarios, milicias de barrio, milicias ligadas a las guerrillas, bandas
                criminales, paramilitares, etc.14

   Los “sicarios” son los muchachos que matan por encargo. Para estos jóvenes la muerte
es un negocio, un trabajo, una realidad diaria que puede llegar a ellos en cualquier
momento; de aquí las expresiones “No nacimos pa’ semilla” “jóvenes sin futuro”.
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   Los jóvenes marginales generalmente son individuos desprovistos de todo bien material
que han ayudado a levantar sus casas con materiales poco perdurables, en oportunidades
insalubres. (Como las cancerígenas láminas de asbesto). Muchos de ellos se han
convertido en seres inadaptados que luchan diariamente por sobrevivir y por crear tanto
ideales individuales como comunitarios. Es muy común encontrar desarticulación familiar,
poca alfabetización, falta de ocupación. Todos los personajes de las representaciones de
Gaviria, como Mónica en La vendedora de rosas y Rodrigo en Rodrigo D. No futuro son
ejemplos y testigos de esta desgarradora realidad.
   Rodrigo D. No futuro, nos revela la realidad masculina de los jóvenes marginales, su
contexto, sus ideales y conflictos. Rodrigo y su familia representan una de tantas familias
de clase media trabajadora que ha venido a menos teniendo que migrar a un barrio marginal.
Cabe anotar que los problemas sociales al interior de las comunas siguen acrecentándose
sobretodo por la intensificación del conflicto armado nacional que ha aumentado los
desplazamientos forzosos en los últimos años. Medellín, después de Bogotá, es la
segunda ciudad del país a la que llega el mayor grupo de población desplazada, población
que se asienta en los espacios periféricos de la ciudad, las comunas.
   Si bien Rodrigo D. No futuro fue filmada con actores naturales representantes de la
juventud desesperanzada, “sin futuro”; es de resaltar que el protagonista Ramiro Meneces
logró convertirse en un famoso actor de cine y televisión quien actualmente vive en Bogotá
y comparte su vida con una de las más bellas modelos y actrices de la farándula nacional.
Meneces, contrariamente a casi todos los actores naturales que han trabajado con Gaviria,
ha dejado atrás su pasado infortunado para convertirse en un ídolo popular representante
del “sí futuro”.
   Conjuntamente La vendedora de rosas incorpora la cotidianidad femenina de las niñas
indigentes. Como repetidamente lo ha dicho el director, esta historia es el resultado de la
combinación del cuento “La vendedora de cerillas” de Andersen con la historia personal de
Mónica Rodríguez, Asistente de Dirección de La vendedora de rosas.
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   Mónica Rodríguez conoció a Víctor Gaviria a la edad de siete u ocho años cuando vivía
en un internado religioso. Gaviria llegó allí a petición de las monjas para hacer un
documental de la institución. Desde entonces el director se planteó el objetivo de hacer
una película sobre esta niña que desde pequeña había vivido en la miseria y la delincuencia.
   Rodríguez quería que su historia fuera conocida en todo el mundo. Era una niña que a
sus dieciséis años ya había mendigado, robado, asistido a su madre con la educación y
alimentación de sus muchos hermanos. A los trece años se había casado con un hombre a
quien conoció en la penitenciaría de la policía y con quien tuvo dos hijos; a los trece años
ya tenía la madurez de dejar todos sus vicios al conocer que estaba embarazada.
   Como Mónica y Gaviria perdieron contacto durante algún tiempo y la historia narrada
en la película se refería a una niña de once o doce años, Mónica se convirtió, ya no en
personaje testigo, sino en Asistente de Dirección, cediendo el papel principal a Leidy
Tabares. Bajo la influencia del asesinato de Mónica durante el rodaje de la película, todas
las niñas actrices tomaron alguna característica de su personalidad y Leidy tomó su
nombre para protagonizar la representación.15
   Leidy Tabares no corrió con la misma suerte de Ramiro Meneces a pesar de haber sido
invitada a la muestra oficial del festival de Cannes, de haber ganado varios premios como
mejor actriz tanto en el ámbito nacional como internacional. Luego de tantos triunfos
propios y ajenos, Leidy volvió a la cotidianidad desventurada. Actualmente “la justicia
colombiana condenó a 26 años de prisión a Leidy, bajo cargos de haber participado en el
asesinato de un taxista en el municipio de Bello, Antioquia el 16 de agosto de 2002, en un
supuesto intento de robo. En este momento goza del beneficio de libertad condicional por
un período de ocho meses, tras dar a luz a su segundo hijo en julio último.
   Así su vida se suma a la lista de historias trágicas que tienen como protagonistas a
varios actores de La Vendedora de Rosas - asesinados en los últimos años.” 16
   Si bien muchos de estos jóvenes chocan constantemente con las dinámicas urbanas
inmersas en una economía capitalista ajena y excluyente; otros apropian dichas
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experiencias que serán enaltecidas mientras conviven las tradicionales familiares y las
creencias religiosas.
   En esta lucha diaria, en circunstancias tan precarias no sólo los productos de primera
necesidad son primordiales. Contradictoriamente en una sociedad marginal la búsqueda de
dinero y de bienes producidos por el capitalismo (ropa de moda, electrodomésticos,
música extranjera) se convierte en una obsesión constante; no importa cual sea el medio
para conseguir dichos objetos idealizados. Como dijimos anteriormente, este
desdoblamiento es también producto de los imaginarios culturales del narcotráfico, de las
políticas neoliberales, de la globalización, de las contradicciones del capitalismo, de la
inestabilidad del Estado.
   Aquí es importante aludir a la noción de hibridez, propuesta por Néstor García
Canclini, que busca borrar las categorías binarias, margina la noción de “culturas puras” y
se enfoca en la interrelación de las nuevas y viejas formas culturales: sus encuentros,
tropiezos, conflictos y resultados. Por medio de una búsqueda interdisciplinaria, Canclini
retoma el concepto de “hibridez” utilizado por la Biología porque le parece un término
más flexible y abierto para la interpretación de la modernidad–posmodernidad en
Latinoamérica: “La noción de hibridez tiene que ver con la desterritorialización de
fronteras, donde se combinan elementos culturales de diferentes tiempos históricos,
diferentes clases sociales, entre el arte comercial y cultura de masa, etc.”17 Canclini nos
lleva a reflexionar sobre las experiencias y formas híbridas en las culturas urbanas.
   Así como Medellín simboliza esta hibridez y su estudio nos lleva a repensar las nuevas
experiencias y conformaciones urbanas, igualmente sus jóvenes habitantes nos llevan a
pensar sobre las nuevas vivencias culturales: los protagonistas-testigos personifican las
nuevas formas y estilos de la cultura bajo los avances de una tecnología y economía
transnacional, economía global que comparten y comprenden a la vez que congenian con
sus tradiciones, educación y vivencias desventuradas.
   Las películas de Víctor Gaviria son imprescindibles para ahondar, ejemplificar y
verbalizar la cultura posmoderna colombiana, sobretodo desde el inicio de la década de los
Ramirez 12

ochenta hasta nuestros días. La obra cinematográfica de Gaviria evidencia las nuevas
identidades e imaginarios culturales, y sobretodo juveniles, de la sociedad colombiana. La
obra de Gaviria es ineludible sobretodo al estar filmada de una manera realista, testimonial,
vivencial. Como dice el mismo director:

               El realismo de mis películas no es la narración costumbrista o truculenta, ni
               el documental. El realismo ha sido mal entendido como objetividad, como
               voluntad de calco, como simplificación y falta de complejidad. Creo, por el
               contrario, que no hay nada más complicado y ambiguo, nada menos
               aprensible y más difícil de representar que la realidad, y que el realismo
               como yo lo entiendo –es decir como voluntad de realismo- asume que esta
               realidad no es manipulable, que es fragmentaria, que no tiene un significado
               estable, pero que, tiene cosas que decir [...] Yo hago cine con eso que otros
               dejan de lado: con las historias que transitan por lo social y con lo que los
               actores de la vida tienen para decir [...] Sin realismo, la película pierde
               belleza y dilapida sus resonancias políticas.18

   Gaviria revela la necesidad de reflexionar sobre este grupo de la sociedad que necesita
ser repensado y comprendido culturalmente con el objetivo de generar cambios y
compromisos sociales que borren el estereotipo de generación sin futuro.
   Los jóvenes testigos-actores de las películas de Víctor Gaviria simbolizan la sociedad
posmoderna latinoamericana: desintegrada, cargada de traumas, provista de
contradicciones sociales y económicas, miseria, peligro, perversión, sexo, droga,
desilusión, valores encontrados. Es de resaltar que los protagonistas viven en un mundo
trabucado, degradado, donde se desvalora la vida, el futuro pero no la dignidad.
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Obras citadas:

1 Rodrigo Rodrigo D. No futuro, Director: Víctor Gaviria. Perf. Ramiro Meneses, Carlos
Mario Restrepo y Jackson Idrian. Focine, 1990.

2 La vendedora de rosas, Director: Víctor Gaviria. Perf. Lady Tabarés. Producciones
Filmamento, 1998.

3 Beverley John, Oviedo José, “Introducción” en The Postmodernism Debate in Latin
America, Duke University Press: Durham and London, 1995. p. 3

4 Ibid.4

5 Richard Nelly, “Latinoamérica y la Posmodernidad” en Posmodernidad en la periferia,
Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural, Langer Verlag: Berlin, 1994.

6 Salazar Alonso, No nacimos pa’ semilla, La cultura de las bandas juveniles en Medellín,
Bogotá: Planeta, 2002. p. 17

7 Salazar Alonso, “VIOLENCIAS JUVENILES: ¿contraculturas o hegemonía de la cultura
emergente?” en “Viviendo a toda” Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades,
Bogotá: Universidad central -DIUC-, Siglo del Hombre editores, 2ª ed. 2202.

8 Términos utilizados por el director Víctor Gaviria y realidad revelada en el documental
Como poniendo a actuar pájaros, dirigido por Víctor Gaviria, Sergio Navarro y Erwin
Goggel. Este documental fue realizado para mostrar el origen, vocabulario, personajes,
filmación y realización de La vendedora de rosas.
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9 Claro está que Colombia tiene una larga historia de violencia: diversas guerras civiles en
el siglo XIX e incluso al inicio del s.XX con la guerra de los mil días; el bogotazo el 9 de
abril de 1948 con la intensificación y continuación de la violencia política bipartidista
hasta mediados de la década del 50.

10 Las guerrillas aparecieron en Colombia en la década de los 60s influenciados por la
Revolución Cubana. Anteriormente existieron otros grupos revolucionarios armados
participantes de las distintas guerras civiles y de diversos actos de bandolerismo.

11 El inicio de la economía de la droga se dio en la década de los 70s con los cultivos de
marihuana en la Costa Atlántica. Diez años más tarde comenzó a cultivarse la coca y
Colombia se hizo famosa no sólo por su cultivo sino por su papel principal en la
transformación, control de redes de exportación y distribución hacia Los Estados Unidos.
Al inicio de los años noventa se añadió a esta economía la reactivación del cultivo de la
marihuana y el inicio de las plantaciones de amapola y la fabricación de la heroína.

12 “Misa en el DAS” en http://www.presidencia.gov.co/breves/diciembre/cuerpo.htm

13 Pécaut Daniel, Guerra contra la sociedad, Bogotá: Espasa Hoy, 2001. p. 117 -118

14 Ibid. p. 93.

15 Como poniendo a actuar pájaros, Directores: Víctor Gaviria, Erwin Goggel, Sergio
Navarro. Productor Erwin Goggel. S.f.

16 “Condenan a la vendedora de Rosas”, en El País, http://elpais-
cali.terra.com.co/historico/oct092003/NAL/A609S5.html, octubre 9, 2002
Ramirez 15

17 “The Hybrid: A conversation with Margarita Zires, Raymundo Mier and Mabel
Piccini” en Beverley John, Oviedo Jose, en The Postmodernism Debate in Latin America,
Duke University Press: Durham and London, 1995 p.77-92

18 Jáuregui Carlos, “Entrevista con Víctor Gaviria, Violencia, representación y voluntad
realista” en Imagen y subalternidad: El cine de Víctor Gaviria, Coordinador: Luis Duno-
Gottberg, Fundación Cinemateca Nacional: Caracas, 2003.

Bibliografía

Beverley John, Oviedo José, “Introducción” en The Postmodernism Debate in Latin
America, Duke University Press: Durham and London, 1995.

Domínguez C. Edgar, Leidy Tabares, La niña que vendía rosas, Bogotá: Intemedio, 2003.

Imagen y subalternidad: El cine de Víctor Gaviria, Coordinador: Luis Duno-Gottberg,
Fundación Cinemateca Nacional: Caracas, 2003.

La vendedora de rosas, Director: Víctor Gaviria. Perf. Lady Tabarés. Producciones
Filmamento, 1998.

Pécaut Daniel, Guerra contra la sociedad, Bogotá: Espasa Hoy, 2001.

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