TEMA 12. LA MONODIA Safo, Alceo y Anacreonte - 2. SAFO 3. ALCEO 4. ANACREONTE

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TEMA 12. LA MONODIA Safo, Alceo y Anacreonte - 2. SAFO 3. ALCEO 4. ANACREONTE
TEMA 12                                               1

           TEMA 12. LA MONODIA
          Safo, Alceo y Anacreonte

1.   INTRODUCCIÓN. LA MONODIA
2.   SAFO
3.   ALCEO
4.   ANACREONTE

LITERATURA GRIEGA: POESÍA        JAVIER VICENTE GUEVARA
CURSO 2020-2021                 UNIVERSIDAD DE ALICANTE
TEMA 12                                                                                         2

1. INTRODUCCIÓN

La lírica monódica

        La lírica monódica consiste sustancialmente en una ampliación de los elementos
monódicos del complejo de música, danza y canto en que intervenía un solista. En dialecto
local: lesbia, jónica y ática. Se dedicó sustancialmente a géneros en cierto modo “privados”:
sobre todo eran ejecutados en el contexto del banquete o de la fiesta de grupos cerrados.

         Es en la isla de Lesbos donde la monodia se desarrolló primeramente. El primer nombre
que ha llegado a nosotros es el de Terpandro (“el que alegra a los hombres”, sin duda un nombre
artístico), nacido en la isla. Se nos dice que fundó la primera escuela musical de Esparta. A él
también se le atribuye la invención de la lira de 7 cuerdas, que evidentemente se introdujo
por esta fecha.

       Por las noticias que nos han llegado (los escasos fragmentos son de muy dudosa
autenticidad) Terpandro fue un poeta de himnos a diversos dioses, sin duda ejecutados en
sus fiestas respectivas. Especialmente está unido a él el perfeccionamiento del nómos,
canción ritual en honor de Apolo; se nos dice que lo organizó en siete partes: el comienzo,
tres partes más antes del ómphalos u “ombligo” (en donde iría el mito), el sello con el
nombre del poeta y el epílogo.

         Existieron también en el siglo VII otros poetas monódicos. Se nos mencionan sobre todo
Polimnesto de Colofón, Crisótemis de Creta y poetas monódicos de la escuela locria. Pero
en definitiva todo parece proceder de Lesbos, donde los influjos orientales que se personifican
mediante diversos nombres míticos, cristalizaron en un nuevo género, que luego ejerció vasto
influjo.

       La monodia, por lo demás, no es solamente lesbia. Pero fue Lesbos quien dio el
impulso y desarrolló unas características propias, sobre todo, mediante los dos grandes
poetas, Alceo y Safo, que vivieron en torno al 600 a.C. Algunas de dichas características
son propiamente lesbias: aparte del dialecto, tenemos dos rasgos métricos muy notables;
la isosilabia y la base libre. Se trata de obras de poetas locales: bien aristócratas que
componen para sus grupos respectivos (Alceo y Safo), bien poetas profesionales al servicio
de la corte de un tirano (Anacreonte), bien participantes en los banquetes de los nobles
(escolios áticos). Y las características métricas, aparte de las arriba mencionadas, son
comunes: son poemas monostróficos, más bien breves, compuestos por la repetición de la
misma estrofa.

       Todo esto continúa y amplía la lírica popular, y concretamente, sus elementos monódicos.
Pero se ha llegado a la estructura ternaria, aunque no siempre esté presente: a veces se pasa
insensiblemente del principio al final, en un todo continuo que desarrolla una invocación, máxima,
etc. En cuanto a los temas, los diversos poetas se especializan variamente: himnos, temas
más simposiacos diversos, eróticos, políticos, satíricos, de reflexión general sobre la vida
humana. Hay toda clase de transiciones: el himno se usa para introducir temas eróticos; la
canción de bebida puede contener temas políticos o, también, eróticos. A veces se trata de
comentarios a partir de una máxima o un suceso cualquiera y podemos pensar que eran
también canciones de banquete. El término hay que tomarlo ampliamente: en Safo se trata
más bien de fiestas del grupo; en Anacreonte el banquete deriva en el komos, o desfile
festivo, etc.

       Merece la pena también notar que la monodia ha conservado en ocasiones el diálogo
entre dos personas, sobre todo en contexto erótico: no siempre habla el poeta, a veces es poesía
dramática.

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CURSO 2020-2021                                                 UNIVERSIDAD DE ALICANTE
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       Dentro de estas coordenadas comunes, las diferencias son muy grandes. Pero en todo
caso, tenemos una poesía viva, con un nuevo estilo de rápida andadura, que combina la
tradición y la modernidad. Temas antiguos, de Homero a Hesíodo, antiguos mitos, son
renovados al servicio de la exposición de los temas del momento.

2. SAFO

Vida

        Safo -lo cuenta ella misma- era bajita, morena y poco atractiva. Nació en una familia
aristocrática venida a menos. Su hermano mayor dilapidó la fortuna familiar, o lo que quedaba de
ella. La casaron con un extraño, como era habitual y tuvo una hija. Todo la encaminaba a una vida
anónima.

        Las mujeres griegas no escribían poesía épica, claro. No conocían la experiencia de las
armas porque las batallas eran el peligroso deporte de la aristocracia masculina. Además, ellas
no podían llevar la vida libre e itinerante de los aedos, viajando de ciudad en ciudad para ofrecer
su canto. Tampoco participaban en los banquetes, ni en las competiciones deportivas, ni en los
asuntos políticos. ¿Qué podían hacer? Cobijaban recuerdos. Como esas niñeras y abuelas que
contaban cuentos a los hermanos Grimm, transmitían de generación en generación leyendas
viejísimas. También componían cantos para los coros femeninos (canciones de boda, canciones
en honor de los dioses, canciones para bailar). Y hablaban de sí mismas en poemas para una
sola voz, acompañados de la lira. Se trataba de universos obligatoriamente pequeños y locales.
Aun así, de forma casi milagrosa, algunas mujeres lanzan desde su rincón una mirada original y
fulminan los muros que las aprisionan.

        Safo escribió: “Dicen algunos que nada es más hermoso sobre la negra tierra que un
escuadrón de jinetes, o de infantes, o de naves. Pero yo digo que lo más bello es la persona
amada”. Estas palabras sencillas esconden una revolución mental. Cuando se escribieron en el
siglo VI a.C., rompieron los esquemas tradicionales. En un mundo profundamente autoritario, el
poema sorprende porque contiene múltiples perspectivas, e incluso parece celebrar la libertad
del desacuerdo. Además, se atreve a cuestionar aquello que la mayoría admira: los desfiles, los
ejércitos, el despliegue y el alarde de poder. Frente a las aburridas exhibiciones de músculo
guerrero, ella prefería sentir y evocar el deseo.

       “Lo más bello es lo que cada uno ama”. Inesperado, este verso afirma que la belleza está
primero en la mirada del amante; que no deseamos a quien nos parece más atractivo, sino que
nos parece atractivo porque lo deseamos. Según Safo, quien ama crea la belleza; no se rinde a
ella como suele pensar la gente. Desear es un acto creativo, al igual que escribir versos.
Favorecida con el don de la música, la menuda y fea Safo podía ataviar con sus pasiones el
minúsculo mundo que la rodeaba y, embellecerlo.

        En algún momento, la biografía de Safo dio un giro. Su matrimonio acabó y ella cambió las
rutinas del hogar por una nueva actividad que no conocemos bien. Recurriendo a los
deteriorados fragmentos que nos han llegado de sus versos y a traves de noticias sobre ella,
podemos reconstruir el amb iente poco convencional en el que vivió esos años. Sabemos que
dirigió un grupo de chicas jóvenes, hijas de familias ilustres. Sabemos también que se enamoró
en momentos sucesivos de algunas de ellas -Atis, Dica, Irana, Anactoria-, y que juntas
componían poesía, hacían sacrificios a Afrodita, trenzaban coronas de flores, sentían deseo, se
acariciaban, cantaban y bailaban, ajenas a los hombres. De vez en cuando, una de estas
adolescentes se marchaba, quizá para casarse, y la separación hacía sufrir a todas. Por último,
nos dicen que en la isla de Lesbos había otros grupos parecidos, dirigidos por mujeres a las que
Safo considera enemigas. Y se siente dolorosamente traicionada por las chicas que la dejan para
entrar en un círculo rival.

       Se piensa que eran tíasos, thíasoi femeninos, una especie de clubs religiosos donde las
adolescentes, bajo la dirección de una mujer carismática, aprendían poesía, música y danza,
honraban a los dioses, y tal vez exploraban su erotismo poco antes del matrimonio. En todo caso,

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los amores de Safo por sus protegidas no eran sentimientos condenados, sino reconocidos y
deseados incluso. Los griegos creían que el amor era la principal fuerza educadora.

       El poema más conocido de Safo se desarrolla en la boda de una joven amiga que ya no
volverá al grupo. Para Safo, es la fiesta del adiós:

“Me parece igual que un dios ese hombre
que está sentado frente a ti
y cautivo te escucha
mientras le hablas con dulzura.
Tu risa encantadora
me ha turbado el corazón en el pecho:
Si te miro, la voz no me obedece;
mi lengua se quiebra
y bajo la piel, un tenue fuego me recorre,
ya no veo, mis oídos zumban,
brota el sudor, un temblor entera me sacude;
y estoy pálida, más que la hierba.
Siento que me falta poco para morir”.

       Estos versos en los que palpita el deseo han escandalizado a muchos lectores. Siglo tras
siglo, Safo ha sufrido un verdadero alud de incomprensión, caricaturas y comentarios
malintencionados hurgando en su vida privada. Ya Séneca menciona un ensayo titulado “¿Fue
Safo una puta?”. En el otro extremo, un remilgado filólogo del siglo XIX escribió, para guardar las
formas y proteger al mundo de las obscenidades paganas, que “dirigía un internado de
señoritas”. En el año 1073, el papa Gregorio VII había ordenado quemar todos los ejemplares de
sus poemas, por su peligrosa inmoralidad.

        En un fragmento de apenas una línea que, por azar, ha llegado hastas nosotros, leemos
“yo afirmo que alguien se acordará de nosotras”. Y, aunque aquella posibilidad parecía rozar lo
imposible, casi treinta siglos después seguimos escuchando la voz tenua de aquella mujer bajita.

Obra

        Safo ha sido conocida tradicionalmente por, sobre todo, las dos grandes Odas, 1 (a
Afrodita), transmitida por Dionisio de Halicarnaso y 31 (“Me parece igual a los dioses aquel varón
que está sentado frente a ti…”), transmitida en Sobre lo sublime de Longino y traducida por
Catulo. Hay otros fragmentos más pequeños de tradición indirecta. Pero han sido los hallazgos
papiráceos, y de un óstrakon, el que pide a Afrodita que venga a Creta a la fiesta, los que han
aumentado en forma considerable nuestro conocimiento de la poetisa de Lesbos.

       Su obra culmina, evidentemente, en los poemas que se mueven dentro de su círculo, y
que hablan de sus fiestas y celebraciones y de las relaciones de amor entre sus miembros; sobre
todo, en aquellos en que Safo expresa sus sentimientos: reflexión personal, exhortación, amor,
también celos respecto a las rivales. Pero antes de llegar a esta culminación es conveniente decir
algo de la poesía más tradicional y popular que cultivó, y ver las transiciones al centro mismo de
su poesía.

Himnos

-El fragmento 44 nos ofrece uno del tipo que llamaríamos oficial o tradicional: es un himno a
Ártemis en el que habla la diosa, que promete eterna virginidad. Es la parte central, mítica, del
himno, que sin duda se cantaría en una fiesta de la diosa. El género es importante en Safo,
porque de él arranca mucho de su poesía más personal: los himnos que incluyen temas
propiamente sáficos, como el fragmento 2.

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-El fragmento 2 es una invocación a Afrodita a que venga desde Creta al bello huerto de
manzanos, con altares humeantes de incienso, en el que “un agua fresca rumorea entre las ramas
de los manzanos, todo el lugar está sombreado por las rosas…”: la parte central del himno es
ocupada por la descripción del huerto en que Safo y sus amigas celebran la fiesta, a la que se
invita a la diosa.
-Otro himno es el dirigido a Hera (17): aquí el centro es el mito de cómo los Atridas, antes de
regresar a su patria, oraron en el templo de la diosa en Lesbos: posiblemente, se incluía una
petición semejante, a favor de alguien. Pero la presentación, con el mito central, es tradicional.

-En cambio en 5 Safo pide simplemente a Cipris y las Nereidas el feliz regreso de su hermano:
parece que el esquema se ha variado, hay una simple expansión del proemio.

-El famoso himno a Afrodita (1): el himno se convierte en pretexto para exponer los propios
deseos de amor. Vuelve nuevamente el recurso de convertir el himno en una expresión personal.
Se respeta el esquema antiguo del himno: que venga Afrodita con su carro tirado por gorriones,
igual que vino ya en otro tiempo y preguntó a Safo por su aflicción y le prometió ayuda; que
venga así ahora. El centro del poema contiene un mito sáfico que desplaza el mito tradicional,
pero el esquema es el mismo: has demostrado tu poder, aplícalo también ahora. Hay un rico
decorado de epítetos ornamentales, un diálogo familiar entre la poetisa y la diosa, una gradación
(“si ha huido de ti, pronto vendrá a buscarte; si no acepta regalos, los dará; si no te ama, bien
pronto te amará aunque no lo quiera”) y un clímax: “cúmplemelo y tú misma sé mi aliada en la
batalla”.

Poesía popular

       Es seguro que Safo cultivó la erótica popular, heterosexual por supuesto, en poemas
dramáticos, con diálogo entre personajes que no son la poetisa. Ejemplos: las palabras doloridas
de la hija enamorada, dirigidas a la madre (102), el diálogo entre un hombre y una mujer que lo
rechaza (121, 137), y el poema a Faón, que causó malas interpretaciones.

        También entran dentro de un origen popular los poemas en los que Safo se dirige a su hija
Cleis (98, 132), aquellos en que ataca a un rival (55), temas como el del deseo de la muerte (94), el
del recuerdo del amor antiguo (49), etc. Nacido en cultos populares y centrado en el amor de la
mujer, su duelo, su diálogo con la madre o con diversos personajes, ha sido sin duda alguna
cultivado por Safo y es raíz de buena parte de su poesía. Como en el caso del himno, ello exigía
el paso a un planteamiento homosexual que es nuevo.

Epitalamios

       Aparte de esos pequeños fragmentos, también son de tipo popular, heterosexual, los
epitalamios que componía para las ricas bodas de Lesbos, que también son inspiración de un
poema de otro tipo, el fragmento casi épico de la boda de Héctor y Andrómaca (fragmento 44).

       El esquema se refería a las canciones de los dos cortejos de boda, el de los jóvenes y el
de las muchachas, encabezados por el novio y la novia. Hay elogios de ambos: la novia (105) es
la manzana dulce que se colorea en la rama más alta y a la que nunca pudieron llegar los
cosecheros de manzanas; el novio (115) es como un lozano sarmiento de vid. Había intercambios
corales entre los dos coros y otros diálogos también. Así el de la novia y la doncellez (114):

“Doncellez, doncellez, ¿dónde te vas que me dejas?
Ya no volveré a ti, ya no volveré”.

       Luego el coro de los hombres llevaba al novio a la cámara nupcial (111) “arriba el techo,
himeneo, levantadlo, carpinteros: himeneo, ya llega el novio igual a Ares…”) que era defendida
por un mítico portero gigantesco (110).

       Siguiendo motivos, sin duda, tradicionales, en la boda hay un previo enfrentamiento de los
sexos: la novia es como el jacinto pisoteado en las montañas (105), se llora el alejamiento de la

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hija de casa de su madre (104), el coro femenino intenta, lúdicamente, interrumpir la ceremonia.
Hay luego la canción de albada, para despertar a los esposos (30); hay (197) el deseo de “la
noche doblemente larga”. Y la asociación del amor al mundo divino y al de la naturaleza vegetal.

        La unión de los temas de la belleza, la naturaleza, el amor y las divinidades que lo
protegen, es constante. Pero todo se centra en el amor, que une todo: es algo cósmico que fluye
de la divinidad, que lo crea y cumple o destruye, que hermana al hombre y la vida natural toda.

Influjo

         Su influjo literario hay que buscarlo sobre todo en Roma, a través de Catulo (que la tradujo
e imitó) y de Horacio, que imitó sus estrofas y sus temas. A través de ellos ha ejercido no poco
influjo en las literaturas modernas, influjo que incluye la introducción de la estrofa sáfica. Fuera de
esto, más que influjo de Safo ha habido un “tema sáfico” sobre todo a partir del siglo XIX: con
comprensión o desfigurando morbosamente las cosas: Wordsworth, Swinburne, Kleist,
Lamartine, Caducci, D’Annunzio, Rilke, Baudelaire, etc.

3. ALCEO

Vida y momento histórico

        Dentro de estas características comunes, y más concretamente, de las de la poesía lesbia,
difícilmente pueden hallarse dos poetas cuyos mundos sean más distantes que el de Alceo y
el de Safo, los dos nobles de Lesbos cuyo floruit suele colocarse en torno al año 600. Existe
el mundo femenino de Safo, en el que el varón entra solo marginalmente, y el masculino de
Alceo, que apenas toca el tema de la mujer.

        Alceo pertenece al círculo de los nobles de Mitilene, la ciudad principal de Lesbos. Como
su padre y el padre de su padre, está acostumbrado a la Asamblea y el Consejo, sin duda
restringidos a la clase noble (130): la vida política es lo suyo, llena la mayor parte de sus
poemas. Fuera de ahí, está el banquete, en que se reúnen los miembros de su hetería o
club político para beber, cantar, conspirar y consolarse. Aparte de esto, se piensa que su
Himno a Apolo (308) fue cantado en Delfos y quizá algunos otros están en un caso
semejante. Pero son mínimas excepciones: Alceo es el poeta de Lesbos que canta para su
grupo de nobles para darles valor, consolarse, atacar al enemigo.

         Alceo acoge con alegría la muerte de Mírsilo (332), que no le resultó muy ventajosa, en
definitiva. Alceo había conspirado antes contra Mírsilo en unión de Pítaco, y hubo de ver que
Pítaco se aliaba con él, gobernaba con él y le heredaba. De ahí los poemas en que le ataca
violentamente: es el hijo de un tracio que se ha unido en matrimonio a la antigua estirpe de los
Pentílidas, los antiguos reyes descendientes de Orestes; es barrigudo, es, sobre todo, perjuro.
Poemas como 129 le motejan duramente, otros como 298 le amenazan con el castigo de los
dioses.

       Alceo pasó desterrado, parece, la mayor parte de su vida. Se habla de hasta tres
destierros, aunque la distinción entre el segundo y el tercero no es tan clara. El primero lo pasó
Alceo en Pirra, no lejos de Mitilene, en el templo de los tres dioses lesbios (Zeus, Hera y
Dioniso), sin duda a raíz de la fallida conspiración contra Mírsilo y la traición de Pítaco. Hay
uno o dos destierros en Asia. Los desterrados reciben dinero de los lidios para tratar de acabar
con Pítaco (63, 69), pero en vano. Hay otros episodios oscuros, como la acusación que le ha
lanzado un frigio Amardis de haber dado muerte a alguien.

       El hecho es que Alceo llega a viejo y sigue tratando de divertirse en el banquete (50), sin
saber realmente si regresó a Lesbos. Sus versos respiran virulencia contra los usurpadores,
dan ánimos a los amigos (76), describen las armas que han comprado para la rebelión (140),
exhortan a la lucha (112, 167), atribuyen la derrota a los dioses (296).
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       Existe en todo esto, evidentemente, la frustración de un grupo que se cree
desposeído, y con armas no legítimas, de un poder al que se creía destinado. Suena a
sincera la preocupación del poeta por la ciudad, encarnada en el tema de la nave del
Estado, sin duda imitado de Arquíloco. Alceo quiere paz, abomina de los vientos de
revolución: sólo los nobles son capaces de gobierno. Quiere una tregua que debe pasar, sin
duda, por la caída de Pítaco y la vuelta a la antigua constitución oligárquica, la libertad de la
ciudad.

La obra de Alceo

        Alceo está unido a la tradición. A Homero, de quien toma tantos temas: los de Tetis,
Helena, Aquiles, Tántalo. A Hesíodo, de cuyos Trabajos 582 y ss. deriva el 347, poema que
invita a beber en el verano y describe esta estación. Al Ciclo: de él viene el tema de Áyax
Oileo violador de Casandra y el castigo divino de la tempestad, con que nuestro poeta
amenaza a Pítaco (298). A Arquíloco: de él viene el tema de la nave del Estado. Sin duda a
Estesícoro y Solón (advertencias contra Pítaco, 141).

        No obstante, siempre hay un tono propio, un avance en dramatismo, viveza de la
imagen, inmediatez. Alceo es cultivador del estilo lírico con sus “saltos”, sus imágenes
realistas y directas, su combinación de datos de contenido y de forma para impresionar al
destinatario -al que se persuade o ataca- y al lector.

       Su estilo es más formal en el himno. Así, cuando llama a los Dióscuros a que vengan,
dejando el Peloponeso, y describe su poder. Pero no es esto lo verdaderamente característico de
nuestro poeta. Desgraciadamente, no tenemos de él ni un solo poema completo y muy
pocos con extensión suficiente para hacernos una idea. Aun así pueden decirse algunas
cosas.

       Como ejemplo de estructura ternaria, el más claro es el ya citado poema 298 en el
que falta el proemio; el “centro” cuenta el sacrilegio de Álax Oileo y el castigo de Zeus, que
le hunde con su barco en la tempestad que suscita; y el epílogo era sin duda una amenaza
contra Pítaco (“el infortunio a los mortales”). En otro fragmento, el 129, hallamos lo que parece
ser una estructura más moderna, una expansión del proemio con la maldición contra Pítaco (“ea,
manteniendo un espíritu benévolo, oíd mi maldición y de estos trabajos y el destierro doloroso
salvadnos: que al hijo de Hirras le alcance la Erinis…”).

       Ciertos pasajes míticos no sabemos en qué contexto colocarlos: así 42, tema de la
boda funesta de Helena y la feliz de Tetis, fin de poema; o 283, pasión de Helena y ruina de los
hombres en Troya. Quizá estos poemas son exactamente solo lo que dicen: reflexiones sobre el
dolor de la guerra traída por una elección personal contra toda ley.

         Más favorable es la situación cuando se conservan los comienzos. Algunos poemas se
abren con una invocación: por ejemplo, 69, con la de Zeus, de la que se pasa rápidamente a
relatar la ayuda de los lidios. Los poemas de bebida están en este caso: 38 comienza con un
“Bebe… Melanipo, conmigo…”, para continuar con una exhortación al carpe diem, pues nadie
vuelve del reino de los muertos, lo que se ejemplifica con el mito de Sísifo.

        A veces comienza simplemente con una manifestación personal. Así en el más famoso
de los poemas sobre la nave del Estado (208), “No entiendo la querella de los vientos, puesto que
de un lado viene una ola rodando y de otro otra, en tanto que nosotros en medio nos vemos
arrastrados con la negra nave”: sigue la descripción de la tempestad, del destrozo del barco. Sin
duda, habría una exhortación final.

      La mayoría de las veces tan solo tenemos meros fragmentos. Los antiguos han sido
generosos en transmitirnos aquellos que exhortan a la bebida: a más del de Melanipo, 338
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(“Llueve Zeus, desafía al mal tiempo encendiendo fuego, mezclando en abundancia dulce
vino…”), el 346 (“Bebamos: ¿por qué esperamos a las luces?”), el 347 (“Empapa de vino los
pulmones, pues la estrella está haciendo su giro y la estación es dura y todo está sediento…”), y
otros más. El vino es el olvido de los dolores y del infortunio. “No hay que rendir el ánimo ante los
infortunios, pues nada vamos a ganar sufriendo, oh Buquis, y es el mejor remedio hacernos servir
vino y embriagarnos” (335).

       Otras veces, cuando no se desahoga contra sus enemigos o advierte a sus amigos o
se consuela con las alegrías, a veces melancólicas, del banquete, se lamenta de su suerte:
vive una vida de rústico desterrado en Pirra, lejos de la Asamblea y del Consejo (130). O
cuenta sus ilusiones; así, la de regresar a Mitilene gracias a la ayuda de los lidios (69), o la
de ver las armas resplandecientes que los conjurados reúnen (140: “resplandece el gran
templo con el bronce…”). O exulta de alegría ante el regreso del hermano (250: “Viniste de los
confines de la tierra…”) O lanza, simplemente, sus máximas melancólicas: “el dinero es el
hombre” (360), “la pobreza es un mal doloroso” (364), “el vino, joven querido, y la verdad” (366).
Cantaba, también a los bellos efebos, incluso conservamos breves alusiones eróticas y dos
fragmentos que parecen atacar a la prostituta y la mujer vieja que se ofrece.

       Es también notable el fragmento dirigido a Safo (384): “Oh Safo coronada de violetas,
sacra, de sonrisa de miel”: nos quedamos con ganas de saber más. Y es tambien muy especial
dentro de sus poemas aquel en que hace hablar a una mujer que sufre, sin duda enamorada
(10: “Ay de mí, mujer desgraciada, sufridora de toda clase de infortunios…”). Nos hallamos ante
poesía dramática y dialógica, que halla paralelos en Safo y Anacreonte.

      Alceo es un poeta fuerte y original, destacado por su interés político, su pugnacidad,
su confianza en el dios que castiga el perjurio, sus exhortaciones a los suyos, su
melancolía al reconocer la suerte humana en general y la del grupo e los nobles que han
luchado con él, que con él viven el destierro, con su concepción aristocrática de los
buenos, sus prejuicios contra los demás, su pena en el destierro y la pobreza.

       Alceo fue redescubierto en Roma por Horacio, dentro del renacimiento clasicista de
la época augústea. Fue su principal modelo, en los metros y en los temas. Entre ellos,
ningunos otros dejaron en él mayor eco y fueron más acogidos por la posteridad que los de
la nave del Estado, la invitación a la bebida y el carpe diem: fueron sus principales
contribuciones a la poesía occidental.

4. ANACREONTE

Vida y ambiente histórico

       La monodia jonia tiene un único representante para nosotros, Anacreonte de Teos, cuya
vida se extiende más o menos a partir de la muerte de Alceo y Safo: del 572 al 485,
aproximadamente. Las coincidencias con ambos son temáticas y de carácter general, más
que influencias directas.

       Anacreonte nació en Teos, ciudad de Jonia cuyos habitantes, a consecuencia de la
conquista persa del 546 a.C., se embarcaron todos y se establecieron en Abdera, la colonia
griega de Tracia, de la que se hicieron dueños. Allí el enemigo eran los tracios. A estas
luchas en Teos y en Abdera parecen referirse fragmentos como 391 (a Teos) y 382, 393, 419
(a Abdera). No es un poeta belicoso, no pueden esperarse de él exhortaciones como las de
Calino, Tirteo o Arquíloco: “el que quiera luchar, que luche, puede hacerlo; a mí dame a beber
en honor de alguien dulce vino, muchacho”, dice (429). Pero las guerras y los problemas le
persiguieron toda su vida.

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TEMA 12                                                                                         9
       Polícrates, el tirano de Samos, único poder griego que hacía frente a los persas en el
Egeo, le mandó llamar. Allí en Samos fue Anacreonte un poeta de corte, que cantaba en los
banquetes de Polícrates celebraba el vino, las heteras, los bellos muchachos, por su cuenta
o por la de aquél. Es una nueva figura social la que con él se inaugura. Pero hay una
oposición en Samos (353, 403), y, para colmo de males, Polícrates es muerto a traición por
un sátrapa persa, cae la isla y el poeta huye.

       Ahora lo tenemos en Atenas, desde el 522, en la corte de otro tirano, Hipias. Pero
éste, años más tarde, ha de exiliarse a Persia tras la muerte de su hermano Hiparco; la
democracia se instaura en Atenas.

        Huye de nuevo el poeta, esta vez a Tesalia: hay eco en los epigramas 107 y 108. Y
vuelve a Atenas: hay eco de ello en unos versos de Critias, descendiente de otro Critias
amado por el poeta. Murió seguramente después de la segunda guerra médica: hubo de ver
llegar a los persas que le habían expulsado de su patria y que esta vez fueron derrotados.

        Anacreonte es un poeta viajero, un exiliado de la diáspora jonia llamado por los tiranos,
fugitivo a la caída de estos. Daba alegría a su corte, a sus banquetes. Representa a la Jonia
refinada y decadente que nos hacen conocer, a su modo, Hiponacte y Mimnermo. Es la
alegría del banquete, canta canciones frívolas de vino y de amor. Canciones, a veces, con
un punto de melancolía: sus avances amorosos son rechazados, contempla al final de su
vida sus cabellos blancos, sus dientes que vacilan, teme la bajada al Tártaro (395). Pero
también cultiva la sátira, el himno y las “canciones de mujeres” de tipo erótico, dramáticas, como
las que ya conocemos.

Obras

        Lo dicho nos da una idea de sus obras: cortos fragmentos de transmisión indirecta,
con excepción de dos papiros con varios fragmentos. No hay ninguno suficientemente
extenso para hacer un estudio de composición. Pero nótese en el breve himno a Dioniso
(357) la estructura ternaria: invocación, descripción de la actividad del dios, imploración de
ayuda.

      Conservamos lo que parece un himno de tipo ritual, dirigido a Ártemis Leucofriene, en
Magnesia del Meandro. Y restos de un partenio (501). Otros himnos son ya simposiacos,
propios de su ambiente.

       Los temas ya los hemos mencionado. Están los del vino y el amor en términos
generales: hay que beber vino aguado, con compostura, no como los bárbaros tracios o
escitas. Como Arquíloco, no desea riqueza ni “ser rey de Tartesos”. Y ama a los benignos
(16). No gusta de luchar (429); también él ha arrojado el escudo y se refugia en el banquete:
He comido cortando un poco de una torta ligera, he bebido hasta el fondo una jarra de vino. Y
ahora toco muellemente mi bella lira, haciendo serenata a la querida…”.

        Anacreonte busca a veces el amor, hace sus requerimientos a hombres (360) o mujeres
(417, 418). Con cierta petulancia le dice a la “potra tracia” que él, aunque viejo, sabrá
domarla y cabalgarla, con alusión sexual bien clara. Eros de nuevo le ha golpeado con su
hacha (413), va a arrojarse de la roca de Léucade (375). Su amor es sensual: “déjame que
beba, estoy sediento”, dice simplemente a una hetera (389), desea los muslos del amado (407,
439), o rechaza el amor, refugiándose en el vino (346).

        También ataca a los afeminados y a las prostitutas: Esmerdis es en el 366 el “tres
veces barrido”. Contra Artemón hay un ataque virulento (388), y en el 346 nos habla de
Erotima, criada entre lirios por el Pudor y llevada luego por Afrodita: la llama “vía del pueblo,
vía del pueblo”, es decir, mujer transitada por todos. O ataca en el 446 a la mujer “de huerto

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enloquecido”. ¿Y qué decir de la doncella de Lesbos que desprecia los cabellos blancos del
poeta “y abre su boca en busca de otros” (358).

        Todo esto, naturalmente, es también tradicional, nos recuerda la sátira de Arquíloco
y los demás. Lo que falta es toda extrapolación sobre el sentido de la vida humana, toda
conclusión. El poeta ama la paz muelle del banquete, los amores poco exigentes y llora por la
vejez y por la muerte. Pero ataca, todavía, lo que los antiguos poetas atacaban.

        Anacreonte era el hombre que tenía que divertir a los demás en el banquete, que
estar presente y que borrarse, que olvidar definitivamente todo ideal antiguo de lucha y de
virtud. Pero le quedaba todavía esa tradición de la sátira. Como son tradicionales los temas del
banquete y los de la vejez y la muerte.

        Y los poemas de mujeres que ya conocemos. Hay por lo menos un fragmento, el 347 b,
con el tema de la hija que se lamenta a su madre: “¡Qué bien me estaría, madre, si me llevaras y
arrojaras al mar impiadoso, hirviente de olas espumeantes!”. Hay un eco de la poesía popular
dramática.

       A través de las Anacreónticas, colección de imitaciones de Anacreonte del siglo III a.C.,
obra que pasó mucho tiempo por ser suya, ejerció muchísima influencia, sobre todo en el siglo
XVIII.

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