Una historia de mi familia De profesión, sus labores Cuerpo B Paula Pereda Organización de Eventos 0115718 Comunicación Oral y Escrita Marina ...

Página creada Sofia Enric
 
SEGUIR LEYENDO
PI

Una historia de mi familia
 De profesión, sus labores
         Cuerpo B

       Paula Pereda
 Organización de Eventos
         0115718

Comunicación Oral y Escrita
      Marina Zurro
  2021 – 1° cuatrimestre
Índice

Investigación Exploratoria   Pág. 2
Árbol Genealógico            Pág. 4
Introducción                 Pág. 5
Desarrollo                   Pág. 7
Epílogo                      Pág. 17
Conclusión                   Pág. 18
Bibliografía                 Pág. 20

                                       1
Investigación Exploratoria

Tema: La vida de mi abuela paterna, Estela Lacau de Pereda.

Justificación de la elección: decidí escribir la historia de mi abuela porque siempre me
pareció una mujer admirable. Desde que yo era chica, todos en mi familia comentaban
lo adelantada que ella era para su edad. Desde muy pequeña se cuestionó los roles de
la sociedad y la razón por la que se le exigía a las mujeres las tareas del hogar, mientras
que los hombres tenían infinitas oportunidades para su vida. Siendo artista plástica, éste
fue el medio que utilizó para plasmar sus inquietudes y las injusticias para con el género
femenino. Este trabajo me pareció la ocasión perfecta para investigar, aprender más
sobre su vida, y dejar un pequeño registro de su historia.

Título provisorio: De profesión, sus labores.

Punteo de temas a desarrollar: (entre ocho y diez temas)
   •   Nacimiento
   •   Su infancia
   •   Sus primeros cuestionamientos sobre la mujer
   •   Su noviazgo y matrimonio
   •   Su carrera artística
   •   El nacimiento de sus hijos y su vida como madre
   •   La llegada de sus nietos y sus viajes con ellos
   •   Su vejez y la llegada de los bisnietos
   •   Su experiencia con la pandemia

Punteo de fuentes a consultar:
   •   Entrevistas a mi abuela, a mi padre y a mis tíos
   •   Diccionario
   •   Diccionario de sinónimos

                                                                                         2
•   Enciclopedia, libros de historia
   •   Atlas
   •   Documentación
   •   Internet
   •   Libro Profesión: sus labores de Estela Pereda
   •   Obras artísticas de Estela Pereda

Fecha de realización: 23 de abril de 2021

                                                       3
Árbol genealógico

                    4
Introducción

Desde que el mundo es mundo, la suerte de la mujer se vio influenciada por la existencia
del hombre. De hecho, en el Génesis de la religión occidental predominante
(judeocristianismo) Dios creó a Eva a partir de una costilla de Adán y estableció así una
clara visión de superioridad masculina. De la misma manera, el relato de la caída en el
pecado original también exhibe esta subordinación, pues muestra a la mujer como el
sexo débil que cedió a la tentación de comer el fruto prohibido. Entonces, Dios castigó
a Eva doblegándola bajo la dominación de su marido; ésta es la razón de su
sometimiento histórico.

Desde tiempos inmemoriales, se ha situado al hombre como un ser superior, mientras
que para el sexo femenino no todo era tan simple. En las sociedades primitivas que se
sustentaban con la caza y recolección, eran las mujeres las encargadas de los trabajos
más simples, en tanto que los hombres realizaban las actividades de fuerza: así se
marcaba un claro contraste físico y de aptitud entre ambos.

Durante la Edad Media las diferencias fueron más estrictas y comenzó a construirse una
estructura de roles rígidos, sumamente difíciles de quebrar. En aquel momento el
hombre se consolidó como el centro de la sociedad, y era el único que podía conocer la
verdad revelada por Dios. El conocimiento, entonces, se transformó en poder, exigiendo
al género femenino la única tarea de ser esposa y madre.

Muchos años después, en la Edad Moderna, aparecieron oficios en los que la mujer
podía participar, pero con claras restricciones y condiciones laborales precarias que
demostraban, una vez más, su subordinación social. Sin ir más lejos, en Argentina los
derechos que se le otorgaban no eran muy diferentes a los anteriormente plasmados,
hasta que en 1947 finalmente se sancionó la Ley de Sufragio Femenino, que les concedió
cierto derecho político.

                                                                                       5
Más allá de las contingencias de cada época, este sexo, injustamente relegado, siempre
encontró una forma de decir su verdad. Así como hubo una Marie Curie o una Frida
Kahlo, infinidad de mujeres, desde un lugar más humilde, buscaron expresar sus
pensamientos a través de diversas formas. Cuestionaron de manera incansable, no solo
los derechos que no se les otorgaban, sino también su sumisión para con el hombre.

Esta es la historia de Estela, una mujer nacida en 1931 que desde su infancia se cuestionó
el mandato que implicaba ser parte del “sexo débil”. Una adelantada a su época que se
anticipó muchos años en su pensamiento y accionar. Artista plástica, encontró el medio
ideal para plasmar sus ideales: así logró hacerse oír ante un mundo históricamente sordo
a estos reclamos de igualdad y trascender “las labores” que la sociedad le adjudicaba.

                                                                                         6
Desarrollo

A nadie sorprende el hecho de que en la década de 1930 la mujer aún no tenía una
importante participación política. Pocos años antes se había modificado su legislación
de trabajo y se había sancionado una ley de derechos femeninos, reformando el Código
Civil. Sin embargo, las luchas por los derechos cívicos en el país lejos estaban de
resolverse.

Durante esta década, ocurrió el primer golpe de estado de Argentina para derrocar al
presidente Hipólito Yrigoyen: los pocos avances que se habían logrado en la materia de
igualdad de género, retrocedieron acompañando la inestabilidad política. La doctrina de
la época aún sostenía que a ellas les correspondía estar en la casa con los hijos, y a ellos
en el trabajo. Sin lugar a dudas, existía un estereotipo de madre y esposa que era
compartida por la sociedad en su conjunto, sin distinción de convicciones ideológicas.

Aún faltaba recorrer un largo camino hacia la igualdad, cuando en una fría mañana de
julio de 1931 se anunciaba a los familiares y amigos que Estela había llegado a este
mundo. Curiosamente, durante sus primeros seis meses de vida todos la llamaban
Susanita, pero luego comenzaron a llamarla Estelita, por su segundo nombre.

Esta pequeña tuvo una infancia muy feliz y tranquila, donde predominaba una vida
familiar con mucho cariño, rodeada de arte. Estela creció entre variados trabajos
artesanales ya que en su casa se tejían alfombras, se lijaban muebles, se teñían géneros,
se hacían juguetes y muñecas, y en una oportunidad, hasta se pintó el techo de uno de
los salones de la casa con hojas y frutas decorativas. En su casa estaba prohibido
aburrirse y se consideraba al trabajo como un valor esencial.

Su padre, Pedro Lacau a quien llamaban Perico, y su madre, Estela Laplace apodada
Tequelita, eran un matrimonio muy tradicional. Sin embargo, tanto Estela como su
hermano menor Pedro fueron educados en la libertad de conciencia. La pequeña tuvo

                                                                                          7
una formación bastante libre, pues todas las tareas que su hermano podía realizar,
también a ella se las permitían. A su alrededor podía notar como sus amigas y
compañeras de colegio tenían mayores restricciones. Estela recuerda muy bien a su
madre, y a ella misma, usando pantalones cortos en los veranos en el campo, algo que
era casi inconcebible para la época. A sus trece años, asistía con Tequelita a talleres de
pintura donde dibujaba modelo desnudo, algo que nunca confesó a sus amigas
temiendo lo que podrían llegar a pensar en una época de tabúes y prejuicios.

Vivió en Buenos Aires durante toda su infancia, aunque pasaba largas temporadas en
los campos de su familia en el interior de la provincia de Buenos Aires. Allí disfrutaba
mucho de la vida y las actividades rurales; a la par de los hombres y con los paisanos
realizaba las tareas de campo de cada día.

Era una pequeña sin dudas impaciente, curiosa y llena de energía para lo que se
proponía, con un temperamento un tanto inquieto y movedizo. Su cabello era rubio y
enrulado, con una cara y un cuerpo redondeados, que en su adolescencia se volvieron
delicados y ágiles.

Su educación escolar, dentro de los parámetros de la época, fue también bastante libre.
Fue al instituto La Asunción dirigido por monjas de educación francesa quienes
favorecieron en gran medida a abrir su mente. De hecho, años después de haber
terminado el colegio, encontró un cuaderno que databa de 1948 donde la teoría de la
evolución de Darwin era mencionada con total naturalidad, sin oponerse al texto de la
Biblia. Esto resulta por demás sorprendente, ya que por aquellos años dicha teoría
generaba controversias, sobre todo en el seno de la Iglesia Católica.

Una de las primeras veces que esta simpática niña se cuestionó sobre su condición de
mujer fue a sus nueve años, cuando una vidente le tiró las cartas a su madre. Por más
increíble que parezca, durante un viaje en barco con su familia a Estados Unidos,
Tequelita le consultó a una adivina sobre el porvenir de sus hijos. La mujer, muy segura

                                                                                        8
de sus poderes, aseguró que el pequeño Pedro sería una persona muy importante que
quizás ocuparía un cargo público. En cuanto a Estelita, anunció que sería una gran madre
de familia. Desconcertada ante la diferencia entre las premoniciones y el destino que le
tocaría, exclamó “¿nada más?”. En ese entonces no pudo expresar con palabras los
pensamientos que le provocaron las palabras de aquella vidente, pero a partir de aquel
malestar fue que comenzó a cuestionarse lo establecido. Bastó con un breve tiempo de
reflexión para que Estela intentara comprender qué significaba realmente ser mujer.

Cuando terminó el colegio, la joven comenzó a plantearse la cuestión de su vocación.
Por entonces corría el año 1949 caracterizado por los conflictos políticos del gobierno
peronista, problemática que se veía reflejada tanto en la Facultad de Arquitectura como
en la Escuela de Bellas Artes, sus dos grandes intereses. Su tío político, el importante
artista Horacio Butler, la desalentó: estas facultades no eran lugar para “una chica como
ella”. Su padre le ofreció incorporarse a la empresa agropecuaria, pero ella lo rechazó:
le aburrían los temas administrativos, del campo le gustaba solamente su folklore. Así
fue que comenzó a estudiar Traductorado Público de Inglés en la Facultad de Derecho,
convencida por su padre. En aquella época, la inserción laboral de la mujer se justificaba
únicamente por razones económicas y esta carrera ofrecía un trabajo que Estela podría
hacer desde su casa.

Quizás le faltó convicción y coraje para hacer lo que realmente quería. No estaba tan
segura de querer pintar. Además, Estela buscaba su identidad en la diferencia: no
deseaba ser artista plástica ni escribir porque su madre lo hacía. Era su forma de
independizarse. Sin dudas prefería la arquitectura, pero fue ella misma quien se resistió
a esta vocación, doblegándose inconscientemente al mandato de la época.

Durante su juventud tuvo grandes amistades, pero además era fiel a su idea de no tener
novio siendo demasiado joven. Esto representaba un compromiso serio de matrimonio
y Estela quería aprovechar y conservar su libertad lo más que pudiera: esa

                                                                                        9
independencia que sus padres no le otorgaban completamente, pero que sin embargo
creía que era mayor a la que la vida matrimonial permitía.

Hasta que en 1950 reapareció Eduardo. Ambos jóvenes ya se conocían porque Estela
era amiga y compañera de colegio de sus primas. Él recuerda que la primera vez que la
vio, ella con quince años y él con veinte, se dijo a sí mismo que la esperaría los años que
fuera necesario.

Tiempo después, cuando Estela se encontraba de invitada en una estancia, cerca de la
localidad de Trenque Lauquen, sus caminos se volvieron a cruzar. Eduardo vivía y
trabajaba, en un campo heredado por la misma zona y una fría noche de invierno llegó
al campo vecino, y allí estaba ella. Ese día Estela supo que él era el hombre con quien
quería pasar el resto de su vida porque en sus manos pudo ver que era un joven
acostumbrado a las herramientas, a los alambres y al frío.

Fue entonces que comenzaron su noviazgo que duró tan solo un año. Durante la relación
los padres de Estela demostraron una vez más ser unos adelantados en cuanto a los
mandatos de la época. Depositaron en ella un voto de confianza, permitiéndole reunirse
con Eduardo a solas, sin una dama de compañía como era costumbre. Estela con tan
solo veintiún años y Eduardo con veintiséis, se casaron un 8 de mayo de 1952, en la
Iglesia del Socorro a las doce del mediodía de una jornada soleada. La fiesta, con un
público mensurado, se realizó en la casa de la infancia de Estela, en la calle Juncal.

Durante los primeros años de casados vivían alternadamente en Buenos Aires y en
Nueva Castilla, aquella estancia cerca de la localidad de Trenque Lauquen donde alguna
vez se cruzaron. Era un campo casi desértico, con médanos arenosos y una casa antigua
y helada en los inviernos; sin embargo, ambos disfrutaban mucho de esta vida. Juntos
emprendieron varios proyectos poco habituales para la época: crearon un club social
con un cine para el tiempo libre de los empleados y sus familias, otorgaron un colectivo
para que los niños fueran al colegio cada día y para que los trabajadores pudieran ir al

                                                                                         10
pueblo cuando quisieran. Estela enseñaba cerámica y costura a las mujeres, las animaba
a aprender a manejar y, en cierto modo, a independizarse. Poco a poco ambos se fueron
ganando el cariño de todos los que allí trabajaban.

En estos primeros años de matrimonio, Estela descubrió en su marido la misma libertad
que ella anhelaba. Él le enseñó a conseguir y disfrutar de su independencia, sin que su
unión fuese un impedimento. Además, si bien su familia política era en gran medida más
estricta que la suya, pudo reconocer en ellos los mismos valores con los que fue criada,
lo que permitió una vida junto a Eduardo con un mismo rumbo.

Durante la vida nómade entre el campo y la ciudad el matrimonio comenzó a tener hijos.
En 1953 llegó Eddie, un pequeño muy sociable, de carácter inquieto y vigoroso, con una
clara actitud de bromista y ocurrente para pelear a cualquier posible víctima. Cuando el
niño tenía dos años, Estela perdió un embarazo de más de cuatro meses después de
sufrir una fuerte fiebre que le duró varios días. Su alegre actitud para con la vida se vio
claramente afectada y por primera vez se apaciguó en ella su urgencia por vivir. Luego
del disgusto, en octubre de 1956 llegó Teresa para devolverles el júbilo y las ansias de
disfrutar la existencia. Era una adorable niña, muy curiosa y casi tan inquieta como su
hermano que pasó casi toda su infancia haciendo representaciones con cantos y bailes
inventados.

Cuando Eddie cumplió seis años y debía empezar el colegio, Eduardo decidió que su
familia se estableciera en Buenos Aires de manera definitiva. El padre de familia, a causa
de su espíritu libre y de la sociedad que se lo permitía, viajaba casi todas las semanas al
campo o donde el trabajo lo llevara. Mientras tanto, Estela y sus hijos se adaptaron a la
nueva vida en la capital. En el año 1960, ya instalados en su nuevo hogar, nació Santiago.
De carácter tranquilo y reflexivo, el niño no solía expresar sus inquietudes o disgustos,
salvo cuando lo atrapaba una furia incontrolable.

                                                                                        11
Así, con la familia completa y un padre que viajaba muy seguido, transcurría su día a día
normalmente. Como todos los hermanos, durante su infancia abundaron las peleas y las
bromas de unos a otros. Estela, fiel a su principio de independencia, animaba a sus hijos
a valerse por sí mismos por lo que generalmente no se entrometía en las discusiones
entre ellos.

En estos años de vida familiar, Estela pasaba sus días rodeada de arte. Si bien desde
pequeña asistía a talleres de pintura, en el año 1959 ingresó al taller de Araceli Vázquez
Málaga donde comenzó a formarse en sus disciplinas de dibujo, pintura, composición,
cerámica y escultura. Fue en este mismo Instituto que realizó sus primeras exposiciones,
para luego egresar en 1966 y convertirse en una artista. Movida por su pasión y
solidaridad, comenzó a dar talleres de arte a jóvenes de la entonces llamada Villa de
Retiro, actualmente conocida como Villa 31, y años más tarde a chicos que vivían en la
casa del Patronato de la Infancia, un instituto que se encargaba de dar auxilio a niños en
situación de riesgo.

Fue en el taller de Araceli donde conoció a Pichi, una de sus más grandes amigas con
quien continuó su amistad por años. Mutuamente se acompañaron en el crecimiento:
Estela pudo ampliar el universo en el que vivía y Pichi aprendió a ver más allá de lo que
tenía delante. Dentro del grupo del Instituto también se encontraban Diego, María,
Alicia e Irene, cada uno sumergido en sus propias obras, pero compartiendo esa pasión
por aprender, reflexionar, discutir y vivir el arte.

En los años sesenta, Estela inició de manera sostenida su carrera profesional construida
sobre la base del dibujo y la pintura. Su objetivo siempre fue transmitir su manera de
pensar y con cada trazo o pincelada encontró una vía ideal para lograrlo.

Eduardo presenciaba callado pero respetuosamente la pasión artística de su mujer. En
cierto modo estaba sorprendido, quizás resignado, ante la vocación que Estela había
elegido; pero así como él exigía consideración para su propia independencia, admiraba

                                                                                       12
la libertad con la que ella se desenvolvía. Su familia nunca fue un obstáculo ni un
impedimento para su carrera artística. Es cierto que en su hogar contaba con la ayuda
de Lola, una asturiana que huyó de España luego de la Guerra Civil quien en ocasiones
la relevaba del cuidado de sus hijos y las tareas del hogar. Sin embargo, con bastante
frecuencia Estela llevaba a los niños al taller donde jugaban con cerámica y aprendían a
manejar el pincel.

Santiago tenía gran capacidad para la percepción del espacio y volumen. Realizaba
enormes piezas de cerámica con figuras zoomorfas. El problema se presentaba cuando
alguna de estas esculturas estallaba en el horno, algo que sucede con frecuencia al
cocinar arcilla, ya que se frustraba y costaba convencerlo para retomar el trabajo. Teresa
también acompañaba a su madre al taller. Era una joven sumamente artística, ya sea
para el canto o para lo visual. Cuando le llegó el momento de decidir su profesión,
dudaba entre Antropología y la Licenciatura en Arte. Finalmente, siguió los pasos de su
madre. Estela hubiera deseado que su hija eligiera otro camino, ya que conocía muy bien
las dificultades y angustias que esta vida podía generar, pero definitivamente le resultó
gratificante compartir dicha pasión con su hija.

A fines de la década del 70 dos de sus hijos ya estaban casados y a inicios de los 80
comenzaron a nacer sus primeros nietos, por lo que comenzó a repartir sus tiempos de
manera tal que le permitiera pasar tiempo con ellos, pero a su vez continuar con su labor
artística.

En los inicios de los años ochenta comenzó a producir y exponer grandes obras en
importantes lugares, de las que se destaca la serie La otra realidad (1982) donde Estela
buscó apelar a la interioridad y lo profundo de las cosas, a lo incomprensible.
Paradójicamente ella, asidua cuestionadora del lugar que ocupaba la mujer, hacia fines
de 1980 dedicó su obra a pintar al hombre y la tituló Torsos y medidas. Su importancia
y valoración fue tal que llegó a exponer en la Arch Gallery de Nueva York. Sin embargo,
en esta obra también dejó plasmada la realidad de lo que era habitual para aquellos

                                                                                       13
años: los hombres de sus pinturas se encontraban junto a gráficos económicos, con la
intención de referirse a la presión que por entonces también caía sobre ellos.

Su madre también fue una gran compañía en su trayectoria. De hecho, en el año 1991,
Tequelita, Estela y su hija Teresa realizaron una exposición en ciudad de México titulada
Las cuatro generaciones. Allí reunieron los tapices de Ana Laplace (abuela de Estela), las
obras plásticas de su madre, sus propias obras y las de su hija, artista visual.

Los años transcurrieron y Estela, dueña de su propio tiempo, pasaba sus días trabajando
en sus obras, preparándose para exposiciones tanto en Argentina como en otras partes
del mundo. Muchas de sus creaciones llegaron a países de América como Estados
Unidos, Canadá, México, Venezuela y Ecuador, y también a países más allá del Océano
Atlántico, como Francia, Suiza y Rusia. Muchas de sus creaciones le valieron importantes
premios como el María Calderón de la Barca cuya entrega se llevó a cabo en el Museo
Bellas Artes.

A inicios del nuevo milenio inauguró diferentes muestras que, en cierto modo, fueron
un viaje hacia su pasado. En 2002 exhibió Aquí y ahora en el Centro Cultural Recoleta en
Buenos Aires, una exposición retrospectiva de la totalidad de su obra, sintetizando
treinta y cinco años de trabajo. En el año 2004 presentó, en el Museo de Artes Plásticas
Eduardo Sívori, Buenos Aires, Aquí vivo: memoria desde adentro. Allí dejó plasmada su
autobiografía, creando un perfecto mapa de su origen. Fue en esta ocasión que la
temática femenina se manifestó por primera vez. Una de las obras que formaban parte
de la serie era una larga hilera de muñecas envueltas en satén blanco con detalles
dorados (que representaban metafóricamente el mundo idílico) con los brazos de cada
una colgando debajo de los pies. Esta obra en particular se tituló De haber tenido brazos
la mujer y junto con el resto de la serie planteaba la pregunta de qué hubiera sido del
mundo si la mujer hubiese sido libre.
No fue hasta 2008 que Estela logró plasmar toda su esencia en una exposición. Luego de
años de carrera artística, expuso la serie Profesión: sus labores, donde reunió un

                                                                                       14
conjunto de obras en las que trabajaba desde años antes para de esta forma completar
la idea que ansiaba compartir. Dicha muestra, llevada a cabo en el Museo de Arte
Contemporáneo Raúl Lozza en Alberti, provincia de Buenos Aires, consistía en variados
trabajos textiles y objetos relacionados con los quehaceres domésticos, con los cuales
expresó los temas centrales de sus reflexiones: su memoria y lo femenino. Lo que resultó
admirable es que, por muy abstractas que resultaran sus obras, en este caso el mensaje
era bien claro: cuestionar el lugar de la mujer en la sociedad.

Como era habitual para la época, durante su infancia recibió formación por parte de su
madre y abuela en el tejido y la costura: desde niña se crió en un clima donde las labores
eran el ámbito exclusivo de las mujeres. Estela pertenece a la generación de mujeres
que pudo aprovechar el fruto de la lucha feminista luego de que en 1947 se sancionara
la Ley de sufragio femenino en Argentina. A partir de entonces, los reclamos ya no
giraron en torno a la igualdad política, económica o profesional, sino que se reivindicó
la diferencia que existía entre cada una y se luchó por que cada mujer fuera
comprendida en su singularidad.

Con Profesión: sus labores, Estela buscó mostrar el lugar sacrificial que ocupaba la mujer
en relación al hombre: él era el centro y ella lo sostenía desde un sitio relegado, dejando
de lado sus deseos. Todas sus obras tenían un hilo conductor que era la presencia del
universo femenino y la memoria familiar y social de estas tradiciones. En una segunda
exposición de la misma serie, incorporó otra obra y, por lo tanto, otra idea. Se trataba
de una jaula dorada con la puerta abierta y en su interior un pequeño vestido blanco. A
mediados de los años 60 comenzó a cuestionarse que la mujer vivía encerrada en un
mundo que parecía ideal, pero sin libertades. Aunque por aquella época muchas de ellas
abandonaron estas comodidades, otras estaban dispuestas a vivir el sacrificio y así
prolongar el mandato patriarcal.

El broche de oro de la muestra fue la tela participativa que llegó a medir diez metros,
intervenida por mujeres, hombres y niños, entre ellos sus hijos y nietos, donde cada uno

                                                                                        15
cosió o bordó algún elemento relacionado con las labores femeninas. Con tan curiosa
actividad Estela logró generalizar una actividad tradicionalmente considerada exclusiva
de la mujer. En esta obra se ve claramente reflejada a esa niña que se crió rodeada de
las labores típicas, mientras sufría cuando a lo lejos escuchaba a su hermano y primos
jugando y divirtiéndose mientras ella cosía botones o manteles. La serie en su conjunto
expuso el mandato y a su vez lo derribó, rompiendo las estructuras. La tela que invitaba
a mujeres y hombres a intervenir fue, probablemente, la imagen más clara para
transmitir el mensaje.

Así transcurrieron muchos años de su vida entre bocetos, lienzos, objetos, pinturas,
muestras y exposiciones, rodeada de series, obras y reconocimientos. Fueron su abuela
Ana Laplace, su madre Tequelita y luego su hija Teresa, todas ellas amantes del arte,
quienes la animaron y acompañaron durante gran parte su trayectoria artística. Con sus
dos manos, su imaginación y su historia Estela logró dejar plasmado un mensaje de
deconstrucción. Así como su ascendencia se lo transmitió a ella, Estela heredó a su
descendencia un fuerte mensaje de libertad y la necesidad de salir de la zona de confort,
de animarse a explorar el mundo y de gritar a viva voz las propias ideas y verdades.

                                                                                       16
Epílogo

Actualmente, Estela, con sus casi noventa años de experiencias, vive junto a su marido
en el mismo departamento que habitan hace alrededor de sesenta años. Sus tres hijos
tuvieron niños propios y algunos de estos a su vez formaron sus propias familias. Esposa,
madre de tres, abuela de diez y bisabuela de once, siempre logró que su tiempo
pareciera eterno para compartir valiosos momentos con cada uno de ellos.

A sus nietos les leyó los cuentos escritos por su propia madre, les inventó otros nuevos
y les mostró el mundo más allá del conocido, ya que junto a ellos viajó, en más de una
ocasión, a países de Europa, Asia y África. Allí se ocupó de transmitir su conocimiento y
pasión por el arte en sus diferentes manifestaciones. Hace pocos años comenzó a hacer
un dibujo de grandes proporciones por cada uno de sus bisnietos, y como en cuanto
termina uno nace otro niño, nunca finaliza su gran serie de cuadros. Hoy se encuentra
realizando el retrato de la menor de la familia, esperando con ansias el siguiente.

Si bien su energía mental sigue tan activa como siempre, su cuerpo no logra estar a la
altura. Mantiene sus ansias de vivir intactas, pero desafortunadamente su estado físico
no es el mismo que hace un par de años, lo que deja su edad en evidencia. Además de
la familia, el arte fue y es su tesoro más preciado y su salvación. La pandemia mundial
producida por el coronavirus no fue fácil para nadie, y tampoco para Estela. Es una mujer
sumamente inquieta para su edad y se vio encerrada en un departamento por meses
interminables. Por fortuna, su amor por el arte no se desvaneció y encontró en esta
actividad una vía de escape de la realidad que le tocaba vivir.

Como broche de oro a una vida dedicada a la familia y al arte, nada mejor que su actual
proyecto para ilustrarlo: la intervención artística de una estatua de una vaca tamaño
real. Desde su hijo de setenta hasta su bisnieta de tres, todos son convocados a su
atelier, donde la gran Estela los invita a colaborar, crear y disfrutar.

                                                                                      17
Conclusión

Siempre me gustó escribir, aunque nunca lo llevé a cabo en estas dimensiones. Al
principio creí que diez hojas eran demasiadas, pero a medida que plasmaba mis ideas
me di cuenta que no eran suficientes para noventa años de vida. Algunas cosas me
resultaron más complejas que otras, sin embargo, creo haber mejorado en muchos
aspectos, como en la capacidad de transmitir una idea de otra manera para evitar la
repetición de palabras. Además, pude reforzar mi autocrítica identificando frases que,
cambiando la redacción, podrían transmitir un mensaje más fuerte.

En el momento en que supe que tenía que escribir la historia sobre un miembro de mi
familia no dudé un segundo, inmediatamente elegí a mi abuela paterna como la
protagonista del relato. Siempre la admiré por ser una mujer tan fuerte y libre en sus
ideales, y también tan amante de su vocación. Mi abuela me enseñó tantas cosas que
quise, de alguna manera, agradecerle con este pequeño homenaje a su vida. Mi interés
por su historia quizás se deba a que, tanto en mi familia como en su época, fue un gran
referente.

Cuando le comenté a mi abuela sobre el proyecto quedó encantada. Inmediatamente
quiso colaborar y me envió documentos escritos por ella donde relataba importantes
aspectos de su vida. A medida que iba escribiendo, le enviaba los avances y con su
carácter perfeccionista me sugería correcciones en la narración para transmitir
exactamente sus vivencias. Es una mujer muy apegada a sus propias ideas, y si algo no
le gusta es preciso cambiarlo. Debo decir que sus correcciones mejoraron, en gran
medida, el mensaje que yo buscaba transmitir.

Durante toda su vida nos contó muchas anécdotas de su infancia que, en cierto modo,
explican la mujer que es hoy. Al momento de entrevistarla y leer sus memorias pude
ubicar esos relatos en una línea de tiempo e imaginar su vida en cada etapa. Yo no estaba
familiarizada con la totalidad de su historia, pero gracias a este proyecto pude conocer

                                                                                      18
a mi abuela más allá de la mujer que es hoy. Me encontré con una joven amante de su
independencia, llena de ilusiones y, también, frustraciones. En ciertos momentos de su
vida, salvando las distancias, me sentí identificada: al fin y al cabo, tenemos la misma
sangre. Creo que la contextualización histórica fue indispensable para comprender, en
la mayor medida posible, las circunstancias que forjaron su identidad. Hoy puedo ver
reflejada toda su existencia en la sabiduría que la caracteriza.

Mis padres fueron quienes más participaron en mi narración: los relatos de la infancia
de mi padre y las anécdotas que mi madre escuchó de su suegra a lo largo de todos estos
años de casada, enriquecieron mi proyecto. Ambos se mostraron entusiasmados con la
historia de Estela y siguieron de cerca los avances. Me gustaría compartir este texto con
el resto de mi familia porque estoy segura que lo van a disfrutar tanto como yo por el
amor que todos sentimos por esta gran abuela.

Me resulta difícil poner en palabras lo que me generó escribir la vida y obra de una mujer
tan importante para mí. En ocasiones me provocaba una gran emoción y a veces un dejo
de tristeza. Probablemente se deba a que mi abuela está transitando el atardecer de su
vida, y la fuerza y voluntad con que lo afronta puede conmover a cualquiera. Este relato
y los momentos que compartí con ella para llevarlo a cabo quedarán siempre en mi
recuerdo.

                                                                                       19
Bibliografía

   •   ------. (1997). Gran Espasa ilustrado. Madrid: Espasa
   •   Olsen de Serrano Redonnet, M. L., & Zorrilla de Rodríguez, A. M. (1997).
       Diccionario de los usos correctos del español. Brasil: Estrada.
   •   Fiel, C. (2009). Estela Pereda. Profesión: sus labores. Buenos Aires: Papers
       Editores.
   •   Romero, J. L. (1984). Breve historia de la Argentina. Buenos Aires: Editorial Abril
       S.A.

Fuentes de Investigación: (páginas webs)
   •   Tema: Inicios del feminismo y las luchas por el sufragio femenino en la Argentina
       (1900-1947).
   Disponible en: https://www.vocesenelfenix.com/content/los-caminos-del-
   feminismo-en-la-argentina-historia-y-derivas
   •   Tema: El rol de la mujer argentina ama de casa.
   Disponible en: https://www.topia.com.ar/articulos/rol-mujer-argentina-ama-casa-
   imaginario-social-durante-primer-presidencia-hipolito

Documentación
   •   Pereda, E. (1997). Memorias: Desmemorias para Magdalena.

Comunicaciones personales
   •   Pereda, E. (abuela). Mayo 2021.
   •   Pereda, S. (padre). Mayo 2021.
   •   Casares, P. (madre). Mayo 2021.

                                                                                       20
También puede leer