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PI Una historia de mi familia De profesión, sus labores Cuerpo B Paula Pereda Organización de Eventos 0115718 Comunicación Oral y Escrita Marina Zurro 2021 – 1° cuatrimestre
Índice Investigación Exploratoria Pág. 2 Árbol Genealógico Pág. 4 Introducción Pág. 5 Desarrollo Pág. 7 Epílogo Pág. 17 Conclusión Pág. 18 Bibliografía Pág. 20 1
Investigación Exploratoria Tema: La vida de mi abuela paterna, Estela Lacau de Pereda. Justificación de la elección: decidí escribir la historia de mi abuela porque siempre me pareció una mujer admirable. Desde que yo era chica, todos en mi familia comentaban lo adelantada que ella era para su edad. Desde muy pequeña se cuestionó los roles de la sociedad y la razón por la que se le exigía a las mujeres las tareas del hogar, mientras que los hombres tenían infinitas oportunidades para su vida. Siendo artista plástica, éste fue el medio que utilizó para plasmar sus inquietudes y las injusticias para con el género femenino. Este trabajo me pareció la ocasión perfecta para investigar, aprender más sobre su vida, y dejar un pequeño registro de su historia. Título provisorio: De profesión, sus labores. Punteo de temas a desarrollar: (entre ocho y diez temas) • Nacimiento • Su infancia • Sus primeros cuestionamientos sobre la mujer • Su noviazgo y matrimonio • Su carrera artística • El nacimiento de sus hijos y su vida como madre • La llegada de sus nietos y sus viajes con ellos • Su vejez y la llegada de los bisnietos • Su experiencia con la pandemia Punteo de fuentes a consultar: • Entrevistas a mi abuela, a mi padre y a mis tíos • Diccionario • Diccionario de sinónimos 2
• Enciclopedia, libros de historia • Atlas • Documentación • Internet • Libro Profesión: sus labores de Estela Pereda • Obras artísticas de Estela Pereda Fecha de realización: 23 de abril de 2021 3
Árbol genealógico 4
Introducción Desde que el mundo es mundo, la suerte de la mujer se vio influenciada por la existencia del hombre. De hecho, en el Génesis de la religión occidental predominante (judeocristianismo) Dios creó a Eva a partir de una costilla de Adán y estableció así una clara visión de superioridad masculina. De la misma manera, el relato de la caída en el pecado original también exhibe esta subordinación, pues muestra a la mujer como el sexo débil que cedió a la tentación de comer el fruto prohibido. Entonces, Dios castigó a Eva doblegándola bajo la dominación de su marido; ésta es la razón de su sometimiento histórico. Desde tiempos inmemoriales, se ha situado al hombre como un ser superior, mientras que para el sexo femenino no todo era tan simple. En las sociedades primitivas que se sustentaban con la caza y recolección, eran las mujeres las encargadas de los trabajos más simples, en tanto que los hombres realizaban las actividades de fuerza: así se marcaba un claro contraste físico y de aptitud entre ambos. Durante la Edad Media las diferencias fueron más estrictas y comenzó a construirse una estructura de roles rígidos, sumamente difíciles de quebrar. En aquel momento el hombre se consolidó como el centro de la sociedad, y era el único que podía conocer la verdad revelada por Dios. El conocimiento, entonces, se transformó en poder, exigiendo al género femenino la única tarea de ser esposa y madre. Muchos años después, en la Edad Moderna, aparecieron oficios en los que la mujer podía participar, pero con claras restricciones y condiciones laborales precarias que demostraban, una vez más, su subordinación social. Sin ir más lejos, en Argentina los derechos que se le otorgaban no eran muy diferentes a los anteriormente plasmados, hasta que en 1947 finalmente se sancionó la Ley de Sufragio Femenino, que les concedió cierto derecho político. 5
Más allá de las contingencias de cada época, este sexo, injustamente relegado, siempre encontró una forma de decir su verdad. Así como hubo una Marie Curie o una Frida Kahlo, infinidad de mujeres, desde un lugar más humilde, buscaron expresar sus pensamientos a través de diversas formas. Cuestionaron de manera incansable, no solo los derechos que no se les otorgaban, sino también su sumisión para con el hombre. Esta es la historia de Estela, una mujer nacida en 1931 que desde su infancia se cuestionó el mandato que implicaba ser parte del “sexo débil”. Una adelantada a su época que se anticipó muchos años en su pensamiento y accionar. Artista plástica, encontró el medio ideal para plasmar sus ideales: así logró hacerse oír ante un mundo históricamente sordo a estos reclamos de igualdad y trascender “las labores” que la sociedad le adjudicaba. 6
Desarrollo A nadie sorprende el hecho de que en la década de 1930 la mujer aún no tenía una importante participación política. Pocos años antes se había modificado su legislación de trabajo y se había sancionado una ley de derechos femeninos, reformando el Código Civil. Sin embargo, las luchas por los derechos cívicos en el país lejos estaban de resolverse. Durante esta década, ocurrió el primer golpe de estado de Argentina para derrocar al presidente Hipólito Yrigoyen: los pocos avances que se habían logrado en la materia de igualdad de género, retrocedieron acompañando la inestabilidad política. La doctrina de la época aún sostenía que a ellas les correspondía estar en la casa con los hijos, y a ellos en el trabajo. Sin lugar a dudas, existía un estereotipo de madre y esposa que era compartida por la sociedad en su conjunto, sin distinción de convicciones ideológicas. Aún faltaba recorrer un largo camino hacia la igualdad, cuando en una fría mañana de julio de 1931 se anunciaba a los familiares y amigos que Estela había llegado a este mundo. Curiosamente, durante sus primeros seis meses de vida todos la llamaban Susanita, pero luego comenzaron a llamarla Estelita, por su segundo nombre. Esta pequeña tuvo una infancia muy feliz y tranquila, donde predominaba una vida familiar con mucho cariño, rodeada de arte. Estela creció entre variados trabajos artesanales ya que en su casa se tejían alfombras, se lijaban muebles, se teñían géneros, se hacían juguetes y muñecas, y en una oportunidad, hasta se pintó el techo de uno de los salones de la casa con hojas y frutas decorativas. En su casa estaba prohibido aburrirse y se consideraba al trabajo como un valor esencial. Su padre, Pedro Lacau a quien llamaban Perico, y su madre, Estela Laplace apodada Tequelita, eran un matrimonio muy tradicional. Sin embargo, tanto Estela como su hermano menor Pedro fueron educados en la libertad de conciencia. La pequeña tuvo 7
una formación bastante libre, pues todas las tareas que su hermano podía realizar, también a ella se las permitían. A su alrededor podía notar como sus amigas y compañeras de colegio tenían mayores restricciones. Estela recuerda muy bien a su madre, y a ella misma, usando pantalones cortos en los veranos en el campo, algo que era casi inconcebible para la época. A sus trece años, asistía con Tequelita a talleres de pintura donde dibujaba modelo desnudo, algo que nunca confesó a sus amigas temiendo lo que podrían llegar a pensar en una época de tabúes y prejuicios. Vivió en Buenos Aires durante toda su infancia, aunque pasaba largas temporadas en los campos de su familia en el interior de la provincia de Buenos Aires. Allí disfrutaba mucho de la vida y las actividades rurales; a la par de los hombres y con los paisanos realizaba las tareas de campo de cada día. Era una pequeña sin dudas impaciente, curiosa y llena de energía para lo que se proponía, con un temperamento un tanto inquieto y movedizo. Su cabello era rubio y enrulado, con una cara y un cuerpo redondeados, que en su adolescencia se volvieron delicados y ágiles. Su educación escolar, dentro de los parámetros de la época, fue también bastante libre. Fue al instituto La Asunción dirigido por monjas de educación francesa quienes favorecieron en gran medida a abrir su mente. De hecho, años después de haber terminado el colegio, encontró un cuaderno que databa de 1948 donde la teoría de la evolución de Darwin era mencionada con total naturalidad, sin oponerse al texto de la Biblia. Esto resulta por demás sorprendente, ya que por aquellos años dicha teoría generaba controversias, sobre todo en el seno de la Iglesia Católica. Una de las primeras veces que esta simpática niña se cuestionó sobre su condición de mujer fue a sus nueve años, cuando una vidente le tiró las cartas a su madre. Por más increíble que parezca, durante un viaje en barco con su familia a Estados Unidos, Tequelita le consultó a una adivina sobre el porvenir de sus hijos. La mujer, muy segura 8
de sus poderes, aseguró que el pequeño Pedro sería una persona muy importante que quizás ocuparía un cargo público. En cuanto a Estelita, anunció que sería una gran madre de familia. Desconcertada ante la diferencia entre las premoniciones y el destino que le tocaría, exclamó “¿nada más?”. En ese entonces no pudo expresar con palabras los pensamientos que le provocaron las palabras de aquella vidente, pero a partir de aquel malestar fue que comenzó a cuestionarse lo establecido. Bastó con un breve tiempo de reflexión para que Estela intentara comprender qué significaba realmente ser mujer. Cuando terminó el colegio, la joven comenzó a plantearse la cuestión de su vocación. Por entonces corría el año 1949 caracterizado por los conflictos políticos del gobierno peronista, problemática que se veía reflejada tanto en la Facultad de Arquitectura como en la Escuela de Bellas Artes, sus dos grandes intereses. Su tío político, el importante artista Horacio Butler, la desalentó: estas facultades no eran lugar para “una chica como ella”. Su padre le ofreció incorporarse a la empresa agropecuaria, pero ella lo rechazó: le aburrían los temas administrativos, del campo le gustaba solamente su folklore. Así fue que comenzó a estudiar Traductorado Público de Inglés en la Facultad de Derecho, convencida por su padre. En aquella época, la inserción laboral de la mujer se justificaba únicamente por razones económicas y esta carrera ofrecía un trabajo que Estela podría hacer desde su casa. Quizás le faltó convicción y coraje para hacer lo que realmente quería. No estaba tan segura de querer pintar. Además, Estela buscaba su identidad en la diferencia: no deseaba ser artista plástica ni escribir porque su madre lo hacía. Era su forma de independizarse. Sin dudas prefería la arquitectura, pero fue ella misma quien se resistió a esta vocación, doblegándose inconscientemente al mandato de la época. Durante su juventud tuvo grandes amistades, pero además era fiel a su idea de no tener novio siendo demasiado joven. Esto representaba un compromiso serio de matrimonio y Estela quería aprovechar y conservar su libertad lo más que pudiera: esa 9
independencia que sus padres no le otorgaban completamente, pero que sin embargo creía que era mayor a la que la vida matrimonial permitía. Hasta que en 1950 reapareció Eduardo. Ambos jóvenes ya se conocían porque Estela era amiga y compañera de colegio de sus primas. Él recuerda que la primera vez que la vio, ella con quince años y él con veinte, se dijo a sí mismo que la esperaría los años que fuera necesario. Tiempo después, cuando Estela se encontraba de invitada en una estancia, cerca de la localidad de Trenque Lauquen, sus caminos se volvieron a cruzar. Eduardo vivía y trabajaba, en un campo heredado por la misma zona y una fría noche de invierno llegó al campo vecino, y allí estaba ella. Ese día Estela supo que él era el hombre con quien quería pasar el resto de su vida porque en sus manos pudo ver que era un joven acostumbrado a las herramientas, a los alambres y al frío. Fue entonces que comenzaron su noviazgo que duró tan solo un año. Durante la relación los padres de Estela demostraron una vez más ser unos adelantados en cuanto a los mandatos de la época. Depositaron en ella un voto de confianza, permitiéndole reunirse con Eduardo a solas, sin una dama de compañía como era costumbre. Estela con tan solo veintiún años y Eduardo con veintiséis, se casaron un 8 de mayo de 1952, en la Iglesia del Socorro a las doce del mediodía de una jornada soleada. La fiesta, con un público mensurado, se realizó en la casa de la infancia de Estela, en la calle Juncal. Durante los primeros años de casados vivían alternadamente en Buenos Aires y en Nueva Castilla, aquella estancia cerca de la localidad de Trenque Lauquen donde alguna vez se cruzaron. Era un campo casi desértico, con médanos arenosos y una casa antigua y helada en los inviernos; sin embargo, ambos disfrutaban mucho de esta vida. Juntos emprendieron varios proyectos poco habituales para la época: crearon un club social con un cine para el tiempo libre de los empleados y sus familias, otorgaron un colectivo para que los niños fueran al colegio cada día y para que los trabajadores pudieran ir al 10
pueblo cuando quisieran. Estela enseñaba cerámica y costura a las mujeres, las animaba a aprender a manejar y, en cierto modo, a independizarse. Poco a poco ambos se fueron ganando el cariño de todos los que allí trabajaban. En estos primeros años de matrimonio, Estela descubrió en su marido la misma libertad que ella anhelaba. Él le enseñó a conseguir y disfrutar de su independencia, sin que su unión fuese un impedimento. Además, si bien su familia política era en gran medida más estricta que la suya, pudo reconocer en ellos los mismos valores con los que fue criada, lo que permitió una vida junto a Eduardo con un mismo rumbo. Durante la vida nómade entre el campo y la ciudad el matrimonio comenzó a tener hijos. En 1953 llegó Eddie, un pequeño muy sociable, de carácter inquieto y vigoroso, con una clara actitud de bromista y ocurrente para pelear a cualquier posible víctima. Cuando el niño tenía dos años, Estela perdió un embarazo de más de cuatro meses después de sufrir una fuerte fiebre que le duró varios días. Su alegre actitud para con la vida se vio claramente afectada y por primera vez se apaciguó en ella su urgencia por vivir. Luego del disgusto, en octubre de 1956 llegó Teresa para devolverles el júbilo y las ansias de disfrutar la existencia. Era una adorable niña, muy curiosa y casi tan inquieta como su hermano que pasó casi toda su infancia haciendo representaciones con cantos y bailes inventados. Cuando Eddie cumplió seis años y debía empezar el colegio, Eduardo decidió que su familia se estableciera en Buenos Aires de manera definitiva. El padre de familia, a causa de su espíritu libre y de la sociedad que se lo permitía, viajaba casi todas las semanas al campo o donde el trabajo lo llevara. Mientras tanto, Estela y sus hijos se adaptaron a la nueva vida en la capital. En el año 1960, ya instalados en su nuevo hogar, nació Santiago. De carácter tranquilo y reflexivo, el niño no solía expresar sus inquietudes o disgustos, salvo cuando lo atrapaba una furia incontrolable. 11
Así, con la familia completa y un padre que viajaba muy seguido, transcurría su día a día normalmente. Como todos los hermanos, durante su infancia abundaron las peleas y las bromas de unos a otros. Estela, fiel a su principio de independencia, animaba a sus hijos a valerse por sí mismos por lo que generalmente no se entrometía en las discusiones entre ellos. En estos años de vida familiar, Estela pasaba sus días rodeada de arte. Si bien desde pequeña asistía a talleres de pintura, en el año 1959 ingresó al taller de Araceli Vázquez Málaga donde comenzó a formarse en sus disciplinas de dibujo, pintura, composición, cerámica y escultura. Fue en este mismo Instituto que realizó sus primeras exposiciones, para luego egresar en 1966 y convertirse en una artista. Movida por su pasión y solidaridad, comenzó a dar talleres de arte a jóvenes de la entonces llamada Villa de Retiro, actualmente conocida como Villa 31, y años más tarde a chicos que vivían en la casa del Patronato de la Infancia, un instituto que se encargaba de dar auxilio a niños en situación de riesgo. Fue en el taller de Araceli donde conoció a Pichi, una de sus más grandes amigas con quien continuó su amistad por años. Mutuamente se acompañaron en el crecimiento: Estela pudo ampliar el universo en el que vivía y Pichi aprendió a ver más allá de lo que tenía delante. Dentro del grupo del Instituto también se encontraban Diego, María, Alicia e Irene, cada uno sumergido en sus propias obras, pero compartiendo esa pasión por aprender, reflexionar, discutir y vivir el arte. En los años sesenta, Estela inició de manera sostenida su carrera profesional construida sobre la base del dibujo y la pintura. Su objetivo siempre fue transmitir su manera de pensar y con cada trazo o pincelada encontró una vía ideal para lograrlo. Eduardo presenciaba callado pero respetuosamente la pasión artística de su mujer. En cierto modo estaba sorprendido, quizás resignado, ante la vocación que Estela había elegido; pero así como él exigía consideración para su propia independencia, admiraba 12
la libertad con la que ella se desenvolvía. Su familia nunca fue un obstáculo ni un impedimento para su carrera artística. Es cierto que en su hogar contaba con la ayuda de Lola, una asturiana que huyó de España luego de la Guerra Civil quien en ocasiones la relevaba del cuidado de sus hijos y las tareas del hogar. Sin embargo, con bastante frecuencia Estela llevaba a los niños al taller donde jugaban con cerámica y aprendían a manejar el pincel. Santiago tenía gran capacidad para la percepción del espacio y volumen. Realizaba enormes piezas de cerámica con figuras zoomorfas. El problema se presentaba cuando alguna de estas esculturas estallaba en el horno, algo que sucede con frecuencia al cocinar arcilla, ya que se frustraba y costaba convencerlo para retomar el trabajo. Teresa también acompañaba a su madre al taller. Era una joven sumamente artística, ya sea para el canto o para lo visual. Cuando le llegó el momento de decidir su profesión, dudaba entre Antropología y la Licenciatura en Arte. Finalmente, siguió los pasos de su madre. Estela hubiera deseado que su hija eligiera otro camino, ya que conocía muy bien las dificultades y angustias que esta vida podía generar, pero definitivamente le resultó gratificante compartir dicha pasión con su hija. A fines de la década del 70 dos de sus hijos ya estaban casados y a inicios de los 80 comenzaron a nacer sus primeros nietos, por lo que comenzó a repartir sus tiempos de manera tal que le permitiera pasar tiempo con ellos, pero a su vez continuar con su labor artística. En los inicios de los años ochenta comenzó a producir y exponer grandes obras en importantes lugares, de las que se destaca la serie La otra realidad (1982) donde Estela buscó apelar a la interioridad y lo profundo de las cosas, a lo incomprensible. Paradójicamente ella, asidua cuestionadora del lugar que ocupaba la mujer, hacia fines de 1980 dedicó su obra a pintar al hombre y la tituló Torsos y medidas. Su importancia y valoración fue tal que llegó a exponer en la Arch Gallery de Nueva York. Sin embargo, en esta obra también dejó plasmada la realidad de lo que era habitual para aquellos 13
años: los hombres de sus pinturas se encontraban junto a gráficos económicos, con la intención de referirse a la presión que por entonces también caía sobre ellos. Su madre también fue una gran compañía en su trayectoria. De hecho, en el año 1991, Tequelita, Estela y su hija Teresa realizaron una exposición en ciudad de México titulada Las cuatro generaciones. Allí reunieron los tapices de Ana Laplace (abuela de Estela), las obras plásticas de su madre, sus propias obras y las de su hija, artista visual. Los años transcurrieron y Estela, dueña de su propio tiempo, pasaba sus días trabajando en sus obras, preparándose para exposiciones tanto en Argentina como en otras partes del mundo. Muchas de sus creaciones llegaron a países de América como Estados Unidos, Canadá, México, Venezuela y Ecuador, y también a países más allá del Océano Atlántico, como Francia, Suiza y Rusia. Muchas de sus creaciones le valieron importantes premios como el María Calderón de la Barca cuya entrega se llevó a cabo en el Museo Bellas Artes. A inicios del nuevo milenio inauguró diferentes muestras que, en cierto modo, fueron un viaje hacia su pasado. En 2002 exhibió Aquí y ahora en el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires, una exposición retrospectiva de la totalidad de su obra, sintetizando treinta y cinco años de trabajo. En el año 2004 presentó, en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, Buenos Aires, Aquí vivo: memoria desde adentro. Allí dejó plasmada su autobiografía, creando un perfecto mapa de su origen. Fue en esta ocasión que la temática femenina se manifestó por primera vez. Una de las obras que formaban parte de la serie era una larga hilera de muñecas envueltas en satén blanco con detalles dorados (que representaban metafóricamente el mundo idílico) con los brazos de cada una colgando debajo de los pies. Esta obra en particular se tituló De haber tenido brazos la mujer y junto con el resto de la serie planteaba la pregunta de qué hubiera sido del mundo si la mujer hubiese sido libre. No fue hasta 2008 que Estela logró plasmar toda su esencia en una exposición. Luego de años de carrera artística, expuso la serie Profesión: sus labores, donde reunió un 14
conjunto de obras en las que trabajaba desde años antes para de esta forma completar la idea que ansiaba compartir. Dicha muestra, llevada a cabo en el Museo de Arte Contemporáneo Raúl Lozza en Alberti, provincia de Buenos Aires, consistía en variados trabajos textiles y objetos relacionados con los quehaceres domésticos, con los cuales expresó los temas centrales de sus reflexiones: su memoria y lo femenino. Lo que resultó admirable es que, por muy abstractas que resultaran sus obras, en este caso el mensaje era bien claro: cuestionar el lugar de la mujer en la sociedad. Como era habitual para la época, durante su infancia recibió formación por parte de su madre y abuela en el tejido y la costura: desde niña se crió en un clima donde las labores eran el ámbito exclusivo de las mujeres. Estela pertenece a la generación de mujeres que pudo aprovechar el fruto de la lucha feminista luego de que en 1947 se sancionara la Ley de sufragio femenino en Argentina. A partir de entonces, los reclamos ya no giraron en torno a la igualdad política, económica o profesional, sino que se reivindicó la diferencia que existía entre cada una y se luchó por que cada mujer fuera comprendida en su singularidad. Con Profesión: sus labores, Estela buscó mostrar el lugar sacrificial que ocupaba la mujer en relación al hombre: él era el centro y ella lo sostenía desde un sitio relegado, dejando de lado sus deseos. Todas sus obras tenían un hilo conductor que era la presencia del universo femenino y la memoria familiar y social de estas tradiciones. En una segunda exposición de la misma serie, incorporó otra obra y, por lo tanto, otra idea. Se trataba de una jaula dorada con la puerta abierta y en su interior un pequeño vestido blanco. A mediados de los años 60 comenzó a cuestionarse que la mujer vivía encerrada en un mundo que parecía ideal, pero sin libertades. Aunque por aquella época muchas de ellas abandonaron estas comodidades, otras estaban dispuestas a vivir el sacrificio y así prolongar el mandato patriarcal. El broche de oro de la muestra fue la tela participativa que llegó a medir diez metros, intervenida por mujeres, hombres y niños, entre ellos sus hijos y nietos, donde cada uno 15
cosió o bordó algún elemento relacionado con las labores femeninas. Con tan curiosa actividad Estela logró generalizar una actividad tradicionalmente considerada exclusiva de la mujer. En esta obra se ve claramente reflejada a esa niña que se crió rodeada de las labores típicas, mientras sufría cuando a lo lejos escuchaba a su hermano y primos jugando y divirtiéndose mientras ella cosía botones o manteles. La serie en su conjunto expuso el mandato y a su vez lo derribó, rompiendo las estructuras. La tela que invitaba a mujeres y hombres a intervenir fue, probablemente, la imagen más clara para transmitir el mensaje. Así transcurrieron muchos años de su vida entre bocetos, lienzos, objetos, pinturas, muestras y exposiciones, rodeada de series, obras y reconocimientos. Fueron su abuela Ana Laplace, su madre Tequelita y luego su hija Teresa, todas ellas amantes del arte, quienes la animaron y acompañaron durante gran parte su trayectoria artística. Con sus dos manos, su imaginación y su historia Estela logró dejar plasmado un mensaje de deconstrucción. Así como su ascendencia se lo transmitió a ella, Estela heredó a su descendencia un fuerte mensaje de libertad y la necesidad de salir de la zona de confort, de animarse a explorar el mundo y de gritar a viva voz las propias ideas y verdades. 16
Epílogo Actualmente, Estela, con sus casi noventa años de experiencias, vive junto a su marido en el mismo departamento que habitan hace alrededor de sesenta años. Sus tres hijos tuvieron niños propios y algunos de estos a su vez formaron sus propias familias. Esposa, madre de tres, abuela de diez y bisabuela de once, siempre logró que su tiempo pareciera eterno para compartir valiosos momentos con cada uno de ellos. A sus nietos les leyó los cuentos escritos por su propia madre, les inventó otros nuevos y les mostró el mundo más allá del conocido, ya que junto a ellos viajó, en más de una ocasión, a países de Europa, Asia y África. Allí se ocupó de transmitir su conocimiento y pasión por el arte en sus diferentes manifestaciones. Hace pocos años comenzó a hacer un dibujo de grandes proporciones por cada uno de sus bisnietos, y como en cuanto termina uno nace otro niño, nunca finaliza su gran serie de cuadros. Hoy se encuentra realizando el retrato de la menor de la familia, esperando con ansias el siguiente. Si bien su energía mental sigue tan activa como siempre, su cuerpo no logra estar a la altura. Mantiene sus ansias de vivir intactas, pero desafortunadamente su estado físico no es el mismo que hace un par de años, lo que deja su edad en evidencia. Además de la familia, el arte fue y es su tesoro más preciado y su salvación. La pandemia mundial producida por el coronavirus no fue fácil para nadie, y tampoco para Estela. Es una mujer sumamente inquieta para su edad y se vio encerrada en un departamento por meses interminables. Por fortuna, su amor por el arte no se desvaneció y encontró en esta actividad una vía de escape de la realidad que le tocaba vivir. Como broche de oro a una vida dedicada a la familia y al arte, nada mejor que su actual proyecto para ilustrarlo: la intervención artística de una estatua de una vaca tamaño real. Desde su hijo de setenta hasta su bisnieta de tres, todos son convocados a su atelier, donde la gran Estela los invita a colaborar, crear y disfrutar. 17
Conclusión Siempre me gustó escribir, aunque nunca lo llevé a cabo en estas dimensiones. Al principio creí que diez hojas eran demasiadas, pero a medida que plasmaba mis ideas me di cuenta que no eran suficientes para noventa años de vida. Algunas cosas me resultaron más complejas que otras, sin embargo, creo haber mejorado en muchos aspectos, como en la capacidad de transmitir una idea de otra manera para evitar la repetición de palabras. Además, pude reforzar mi autocrítica identificando frases que, cambiando la redacción, podrían transmitir un mensaje más fuerte. En el momento en que supe que tenía que escribir la historia sobre un miembro de mi familia no dudé un segundo, inmediatamente elegí a mi abuela paterna como la protagonista del relato. Siempre la admiré por ser una mujer tan fuerte y libre en sus ideales, y también tan amante de su vocación. Mi abuela me enseñó tantas cosas que quise, de alguna manera, agradecerle con este pequeño homenaje a su vida. Mi interés por su historia quizás se deba a que, tanto en mi familia como en su época, fue un gran referente. Cuando le comenté a mi abuela sobre el proyecto quedó encantada. Inmediatamente quiso colaborar y me envió documentos escritos por ella donde relataba importantes aspectos de su vida. A medida que iba escribiendo, le enviaba los avances y con su carácter perfeccionista me sugería correcciones en la narración para transmitir exactamente sus vivencias. Es una mujer muy apegada a sus propias ideas, y si algo no le gusta es preciso cambiarlo. Debo decir que sus correcciones mejoraron, en gran medida, el mensaje que yo buscaba transmitir. Durante toda su vida nos contó muchas anécdotas de su infancia que, en cierto modo, explican la mujer que es hoy. Al momento de entrevistarla y leer sus memorias pude ubicar esos relatos en una línea de tiempo e imaginar su vida en cada etapa. Yo no estaba familiarizada con la totalidad de su historia, pero gracias a este proyecto pude conocer 18
a mi abuela más allá de la mujer que es hoy. Me encontré con una joven amante de su independencia, llena de ilusiones y, también, frustraciones. En ciertos momentos de su vida, salvando las distancias, me sentí identificada: al fin y al cabo, tenemos la misma sangre. Creo que la contextualización histórica fue indispensable para comprender, en la mayor medida posible, las circunstancias que forjaron su identidad. Hoy puedo ver reflejada toda su existencia en la sabiduría que la caracteriza. Mis padres fueron quienes más participaron en mi narración: los relatos de la infancia de mi padre y las anécdotas que mi madre escuchó de su suegra a lo largo de todos estos años de casada, enriquecieron mi proyecto. Ambos se mostraron entusiasmados con la historia de Estela y siguieron de cerca los avances. Me gustaría compartir este texto con el resto de mi familia porque estoy segura que lo van a disfrutar tanto como yo por el amor que todos sentimos por esta gran abuela. Me resulta difícil poner en palabras lo que me generó escribir la vida y obra de una mujer tan importante para mí. En ocasiones me provocaba una gran emoción y a veces un dejo de tristeza. Probablemente se deba a que mi abuela está transitando el atardecer de su vida, y la fuerza y voluntad con que lo afronta puede conmover a cualquiera. Este relato y los momentos que compartí con ella para llevarlo a cabo quedarán siempre en mi recuerdo. 19
Bibliografía • ------. (1997). Gran Espasa ilustrado. Madrid: Espasa • Olsen de Serrano Redonnet, M. L., & Zorrilla de Rodríguez, A. M. (1997). Diccionario de los usos correctos del español. Brasil: Estrada. • Fiel, C. (2009). Estela Pereda. Profesión: sus labores. Buenos Aires: Papers Editores. • Romero, J. L. (1984). Breve historia de la Argentina. Buenos Aires: Editorial Abril S.A. Fuentes de Investigación: (páginas webs) • Tema: Inicios del feminismo y las luchas por el sufragio femenino en la Argentina (1900-1947). Disponible en: https://www.vocesenelfenix.com/content/los-caminos-del- feminismo-en-la-argentina-historia-y-derivas • Tema: El rol de la mujer argentina ama de casa. Disponible en: https://www.topia.com.ar/articulos/rol-mujer-argentina-ama-casa- imaginario-social-durante-primer-presidencia-hipolito Documentación • Pereda, E. (1997). Memorias: Desmemorias para Magdalena. Comunicaciones personales • Pereda, E. (abuela). Mayo 2021. • Pereda, S. (padre). Mayo 2021. • Casares, P. (madre). Mayo 2021. 20
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