Descolonizar la universidad pública desde las ciencias sociales. A propósito del Otro(a) en la academia1 - Revista Puquina

Página creada Pablo Constancio
 
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Revista Puquina - Vol. 2 Núm. 1 - diciembre 2020

      Descolonizar la universidad pública
          desde las ciencias sociales.
    A propósito del Otro(a) en la academia1
                   Denis A. Geldres-Garcia2
        Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa

    Resumen
    En Occidente, el ideal de universidad pública se
    sostiene sobre principios tales como la libertad, la
    criticidad o la comunitariedad, que no dejan de ser
    interesantes, debido a que insinúan ser potenciales
    recursos para la confrontación de las recurrentes y
    fuertes tendencias de comercialización de bienes cultu-
    rales como, por ejemplo, la educación. Sin embargo,
    dicho ideal guarda también en sus entrañas el germen
    de la colonialidad. Una atractiva revisión crítica de
    tal condición la puede ofrecer las ciencias sociales,
    siempre y cuando se recuerde que el abordaje de
    lo social tampoco está exento del gran marco de la

1   Discurso de orden ofrecido el 12 de septiembre de 2019 en el marco de la ceremonia
    por el 45° Aniversario de la Escuela Profesional de Antropología de la Universidad
    Nacional de San Agustín de Arequipa. En aquella ocasión estuvieron presentes el
    Dr. Horacio Barreda Tamayo (en el cargo de Vicerrector de Investigación), el Dr.
    Rodolfo Cerrón Palomino (como invitado de honor, docente de la PUCP y Profesor
    Emérito de la UNMSM,), el Dr. Edgar Chalco Pachecho (en el cargo de Decano
    de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales), el Dr. Miguel Céspedes Carpio
    (como Director de Departamento de Historia, Geografía y Antropología), el Dr.
    Jorge Paredes Rondón (ejerciendo el cargo de Director de la Escuela Profesional
    de Antropología); directores de cada una de las Escuelas de la Facultad de Ciencias
    Históricos Sociales; docentes de la Escuela Profesional de Antropología, personal
    administrativo de la Facultad y de las oficinas centrales de la Universidad, así como
    estudiantes y público en general.
2   Antropólogo. Integra el equipo docente de la Escuela Profesional de Antropología de la
    Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (Perú). E-mail: dgeldres@unsa.edu.pe

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Descolonizar la universidad pública desde las ciencias sociales

         dominación colonial, lo que, entonces, hace necesario
         determinar qué tan coloniales son aún las ciencias
         sociales para confiar en ellas la tarea de descolonizar la
         universidad pública. Lo que urge es lo de siempre, es
         decir, continuar con el ejercicio de la descolonización
         del conocimiento.
                Palabras clave: colonialidad, universidad pública,
         ciencias sociales, descolonización, antropología.
                               —o—
Me ha sido encomendado el tradicional discurso de orden, invitación
que recibo con la alegría que demanda una actividad académica en
nuestra casa de estudios. Escogí para ello una sucinta disertación a
modo de ensayo. Para empezar, quiero referir tres principios (entre
muchos otros) que pueden ser considerados como intrínsecos al
ideal de universidad pública: la libertad, la criticidad y la comu-
nitariedad. El primero insinúa que la universidad pública no sólo
es escenario ideal de libertad, sino productora y defensora de ésta,
lo que corresponde manifestar que toda intencionalidad dentro de
ella procura la proliferación de distintas perspectivas en el campo
de las ideas y de la praxis. Sin embargo, me permitiré recordar,
para el caso que nos convoca, que la libertad no es un bien que se
obtiene, sino un bien que se ejerce, es decir, tiene que ser disfrutada
en la realidad palpable, valga decir en la interacción universitaria.
Asimismo, dicho ejercicio no puede caer en la tentación de ser
orientado. Una libertad-guiada reluciría una eminente contradicción
de raíz. Ahora bien, más allá de entender la libertad como un bien,
lo que apremia es una equivalencia con la sensación de libertad.
No basta con la coexistencia de la variabilidad de perspectivas; es
necesario que, desde las entrañas de quienes habitan la universidad,
se exprese si hay o no sensación de libertad. Quizás podamos referir
que este principio de la universidad pública alude —siguiendo a las
tradiciones de las comunidades caribeñas— a sentipensar la libertad.
       En cuanto al segundo principio, se puede decir que ninguna
coexistencia es fructífera si no está atravesada por la criticidad,
entendida ésta como la mirada atenta de las múltiples perspec-
tivas que en el escenario universitario interactúan en fervorosas

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Ensayo

relaciones de poder. También puede ser comprendida como la gran
capacidad de verse en el espejo. Es decir, la criticidad no sólo es
para el otro(a), sino también para uno mismo(a). En suma, todo
planteamiento de alternativas heterodoxas requiere de un previo
ojo crítico no solamente hacia lo que se siente como ajeno, sino
hacia lo que se percibe como propio.
       Respecto a la comunitariedad, es quizás el principio que nos
permite evidenciar la noción de colectividad y admite presentar el
ideal de universidad pública como confrontadora de la fascinación
acrítica de lo privado. Muy distante del sentido de la universidad
privada (que de entrada pareciera tratarse de un oxímoron), el
sentido de universidad pública ofrece la noción de un escenario
que no es de nadie y por eso es de todo(as). Tal precisión resulta
ampliamente alentadora, sobre todo en un contexto en el que la
educación está siendo vista como un servicio y no como un dere-
cho, al estudiantado como la clientela y no como actor social, y
al cuerpo docente y administrativo sólo como un asalariado y no
como un grupo pensante.
       Como se puede vislumbrar, estos principios del ideal de
universidad pública guardan relación con la filosofía del bien
común y que, al parecer, genera todavía cierto escozor al sistema
económico hegemónico, en una época en la que continúa prolife-
rando su despampanante activismo mercantil. Aquí es necesario
detenernos para incluir una directriz que debe atravesar todos los
principios sobre los que se funda el ideal de universidad pública,
y sin el cual seguiría funcional al sistema. Se trata de lo que un
gran puñado de críticos de la modernidad en “América Latina”
denominan como descolonización del saber.
       Para complementar el argumento es necesario, primero,
recordar lo que el antropólogo Rodrigo Montoya (2011) refirió sobre
el novelista José María Arguedas: sucede que cuando el escritor
andahuaylino terminó de hablar en la calle con un comerciante
ambulante que provenía de la serranía peruana (quizás su paisano),
fue reprendido por el partido de izquierda con el que coqueteaba,
pues, no era apropiado —desde aquella lógica— que un intelectual
estuviera restando su destello con amistades “indias”. Naturalmente,

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Arguedas, en plena reunión señaló que iría al baño, pero en realidad
se retiró del recinto y jamás volvió al partido.
        Algo con el mismo tinte se dice que le pasó a José Matos
Mar (fundador del Instituto de Estudios Peruanos en Lima y gran
ensayista sobre la migración interna peruana): sucedió que el ilustre
hispanófilo Raúl Porras Barrenechea le preguntó con tono sarcástico
al joven Matos Mar qué diablos hacía con el “indio” de Luis E.
Valcárcel (uno de los precursores de la antropología en el Perú).
También añadió a su pregunta por qué perdía el tiempo investigando
“cosas extrañas” como la cultura antigua o las comunidades, ya
que estos temas eran considerados los despojos en el estudio histó-
rico. Finalmente, Porras recomendó a Matos seguirlo y escudriñar
asuntos que seguramente para aquel sí valían la pena (Matos-Mar,
2010). Naturalmente, José Matos, quien habría nacido en Coracora
(Ayacucho), siguió con Valcárcel, es decir, con el llamado “indio”.
        Lo que aparentemente se sugiere como simples anécdotas,
aluden a improntas que en nuestro caso —y siguiendo a Aníbal
Quijano (2014)— , están presentes desde 1492, fecha de nacimiento
del capitalismo, la modernidad y la invención del “indio(a) ameri-
cano(a)”. Se trata de los modos a través de los cuales se manifiesta
la colonialidad en la cotidianidad y, por ende —hay que decirlo—,
también en escenarios académicos. En este recinto todas las personas,
en diferente modo y según su lugar de enunciación, son herederas
de esta historia en la que el “indio(a)” es el “salvaje”.
        Pero, detengámonos aún más en una reflexión intrépida traída
a colación por el puertorriqueño Ramón Grosfoguel (2013), quien
en una conferencia en México insistió en evidenciar que la idea de
universidad es una propuesta que tiene dato y tiene sitio, es decir,
que es una propuesta occidentalizada. Asimismo, procura que
recordemos que el conocimiento que reposa en las universidades
está en manos de la población de cinco países, estos son Francia,
Italia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, quienes representan
el 12 % de la población mundial. De este número, dicho conoci-
miento ha recaído fundamentalmente en la mitad de la población
(los hombres), pues, la otra mitad, es decir las mujeres, han sido
además silenciadas o invisibilizadas. Por tanto, con un ejercicio

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Ensayo

sencillo de matemáticas se puede decir que todo el conocimiento
pretendido como valedero y universal, reposó, curiosamente, en
el 6 % de la población mundial.
        Si vinculamos el dato que nos ofrece el sociólogo Grosfoguel
y las experiencias de Arguedas y Matos Mar, encontramos que el
sentido de universidad ha sido instrumentalizado por la colonia-
lidad, o que devino —en palabras de Trouillot (2013)— en un
“universal noratlántico”, pues, el conocimiento que se produce y
circula en ella tiene pretensión universalista, está legitimada como
verdad y deja de lado al 94 % de la humanidad que también es
poseedora de diversas sabidurías y cosmovisiones en diferentes
territorios del orbe. Lo que sucede con la distribución de riqueza
y de recursos, también acontece en el campo del conocimiento.
Pero hay una diferencia, mientras que existe una población que
no tiene acceso a los recursos hídricos, en cambio, todo el mundo,
independiente de su contexto es potencialmente productora de
conocimiento. Sin embargo, la universidad que aún es colonial
(es decir occidentalizada) rechaza, invalida y se impone frente a
otras formas de conocimiento que en el Perú existen, por ejemplo
entre las comunidades andinas, asiáticoperuanas, afroperuanas,
amazónicas, etc. Recrea un relacionamiento de subordinación; de
allí que el conocimiento académico esté posicionado como verdad
incuestionable y por encima de las otras sabidurías no occidentales.
        Pero esto, como toda acción de dominación, no es natural;
y allí donde encontró fuerza para germinar (en lo social) también
puede encontrar vigor para su erradicación. Hoy por hoy, diré con
atrevimiento, que en materia de medio ambiente se puede obtener
grandes lecciones de las comunidades llamadas “indígenas” con
igual impacto positivo que de las que emanan de los intelectuales
ambientalistas y occidentales postulados al Premio Nobel. La
idea no es caer en el juego de la competencia para imponer los
conocimientos particulares frente al de los demás ni caer en la
trampa colonial que busca establecer primacías. Sino, reiterar el
sinceramiento sobre la necesidad de hablar en plural cuando se haga
referencia al conocimiento. Sin embargo, el llamado a la coexis-
tencia de saberes debe prestar atención a las relaciones de poder;

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no puede obviarse las jerarquizaciones políticas y económicas así
como las desigualdades sociales aún notorias en un planeta que
siempre fue plural.
        En otros términos, no se está hablando de una simplón
abanico de particularidades ni de una “interculturalidad funcio-
nal” —ampliamente criticada por Walsh (2012)— y que busca la
articulación de lo invisible al sistema universitario hegemónico,
sino de un reclamo, ya muy viejo pero persistente, que consiste en
la ruptura con el sistema de dominación colonial que incluye, sin
duda, al ámbito de la producción, circulación y consumo de los
conocimientos académicos.
        Descolonizar, por tanto, la universidad pública significa
eliminar ese vínculo asimétrico de sujeto-objeto, y aprender de la
relación sujeto-sujeto. Mientras que desde la racionalidad occidental
la tierra es un objeto de estudio3, para muchos hombres y mujeres
andinas es un sujeto de relacionamiento, se trata de su madre, tiene
vitalidad4. Descolonizar también significa desbaratar la primacía
de la escritura sobre la oralidad —como bien lo ha defendido
Silvia Rivera-Cusicanqui (2008) — y, sobre todo, desmantelar
el pretendido carácter universal del conocimiento occidental y,
más bien, evidenciar lo provinciano que también es Occidente y
procurar la visibilización de conocimientos pluriversales; es decir,
—parafraseando a Grosfoguel (2013)— pasar de la universidad a
la pluriversidad. Al final, lo que se busca es hacer de la universidad
un escenario para disfrutar de lo que vienen denominando como
el “buen vivir”.
        Ahora bien, lo que hemos dicho de la universidad pública
aplica para las ciencias sociales, pues, también éstas son propuestas
occidentalizadas. Podemos apelar a la larga tradición crítica que
tienen las diferentes disciplinas sociales y que puede ser la base para
su autocriticidad. Descolonizar las ciencias sociales nos plantea un
reto importante para los antropólogos y antropólogas. Si quisiéramos

3        Grosfoguel (2013) nos recuerda que el cartesianismo es constitutivo a la propuesta
         de universidad occidentalizada.
4        Me alegra que este año, como parte de las actividades celebratorias de la Escuela,
         hayamos hecho un “pago a la tierra”.

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Ensayo

hablar de cómo operacionalizar estos retos, podríamos mencionar,
por ejemplo, de lo interesante que resultaría que los seminarios y
congresos no sólo fueran espacios plurales funcionales sino espacios
pluriversales descolonizados en los que, evidentemente, no sólo haya
doctas propuestas intelectuales y occidentalizadas, sino también
aquellas que salen de sabios(as) y maestros(as) provenientes de, por
ejemplo, la cultura andina o amazónica (“altomisayocs”, “yatiris”,
campesinos, trabajadores). Democratizar el conocimiento no puede
relegar la aportación experiencial y vitalista que pueden aportar
estos Otros(as) sujetos portadores de conocimiento5. Reitero que
este reclamo es viejo, sin embargo, dada la realidad aún colonial,
existe aún la fuerte necesidad de pronunciarlo.
       Nos queda, sin embargo, un alivio: sé que en este audito-
rio están muchas personas que son herederas de esos llamados
“Otros(as)”; es decir, nuestra universidad pública —¡oh ironía en
la historia!— está habitada por aquellos sujetos que el discurso
colonial desprecia, exotiza o paternaliza, y que son quienes pueden
contrariarlo; sé que aquí hay hijos e hijas de campesinos(as), de
obreros(as) o de comerciantes ambulantes. Somos hijos e hijas
de los llamados “salvajes”, pues en nuestro corazón rumorea el
quechua o el aimara, sabemos reír cuando nos bromean en el idioma
“indio” que cosquillea en nosotros(as), sabemos a qué sabe el chuño,
el charqui, la oca y la coca. Somos —recordando a Arguedas—
demonios felices que bailamos con “señores” y con “indios(as)”.
       Sabemos, en suma, que en una esquina de nuestra alma aún
reposa un huayno que nos devela como esos Otros(as) y que estamos
intentando hacer de la universidad un espacio para sentirnos como
Nosotros(as). De allí que permítanme finalizar con dos cosas; primero
mencionar que hace cincuenta años falleció en las instalaciones
de una universidad pública el escritor y antropólogo José María
Arguedas. Mi humilde homenaje para él. Segundo, quiero acabar
leyendo, en un acto celebratorio como este, la letra de un huayno
que se canta en Apurímac, Ayacucho, Cotahuasi, Chuquibamba, y

5     Es sintomático que en la última “Comisión de la Verdad…” no haya existido un
      integrante campesino, ninguna “india”, ninguna víctima. Ante la mirada interna-
      cional esto también debió resultar desconcertante.

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Descolonizar la universidad pública desde las ciencias sociales

que también lo he oído cantar en el patio de nuestra Facultad por
estudiantes de Antropología. Esto para demostrar que aquí también
habitamos los Otros(as). La letra dice así:

                Pucuysito de las punas, relojito de los Andes
           Chiripipas, wayrapipas, a todas horas “pucuy” “pucuy”
                Cómo quisiera tener yo la dulzura de tu canto
              Para cantarle a mi amada, a mi negra idolatrada.

        También hay una fuga hermosa que acompaña a un yaraví
que se canta en Coracora (la tierra que también conoció Arguedas);
la letra dice así:

           Las calles me sirven de cama, los ladrillos de cabecera.
            Cuando me acuerdo de ti me abrazo de las paredes.
         ¿Acaso duerme quien ama cuando el cuidado le asiste? […]

         Muchas gracias por la amable atención.

Referencias
Grosfoguel, R. (12 de febrero    Arguedas (1911-2011). Lima:
  de 2013). Para una desco-      Universidad Ricardo Palma.
  lonización epistemológica Quijano, A. (2014 [1991]).
  del paradigma moderno          «¿Sobrevivirá América
  de conocimiento [Archivo       Latina?». En Palermo, Z.
  de video]. Recuperado de:      y Quintero, P. (Comp.).
  https://www.youtube.com/       Aníbal Quijano. Textos
  watch?v=DYks4qCoZEo            de fundación (pp.47-59).
Matos-Mar, J. (16 de diciem-     Buenos Aires: Ediciones del
  bre de 2010). Semana de        Signo y Globalization and
  Antropología (J. Matos y P.    Humanities Project (Duke
  Jacinto) [Archivo de video].   University).
  Recuperado de: https://www. Rivera-Cusicanqui, S. (2008).
  youtube.com/watch?v=VVa-       «El potencial epistemoló-
  f2qkxh30&feature=youtu.be      gico y teórico de la historia
Montoya, R. (2011). 100 años     oral: de la lógica instrumen-
  del Perú y de José María       tal a la descolonización de

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Ensayo

  la historia». Temas sociales   CESO-Universidad de los
  (11), 49-64.                   Andes.
Trouillot, M. R. (2013).       Walsh,  C. (2012). «Intercul­
  Transformaciones globa-        turalidad y (de)colonialidad:
  les. La antropología y el      perspectivas críticas y políti-
  mundo moderno. Colombia:       cas». Visao Global, Joacaba
  Universidad del Cauca y        15 (1-2), 61-74.

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