La obra literaria en el tiempo
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La obra literaria en el tiempo Armando J. Levoratti [Seminario Mayor de La Plata] n clásico es un libro U Resumen: Ningún texto es un ‘clásico’ en el momen- to de ser publicado por primera vez. A los clásicos los hacen los lectores, con el paso del tiempo y con que las generaciones las lecturas y relecturas que se van sucediendo de una generación a otra. Pero esas lecturas no son humanas, urgidas producto del azar. Al contrario, hay en los textos que llegan a convertirse en clásicos un misterioso atrac- por distintas razones, tivo, que los mantiene más o menos vigentes en las “leen con previo fer- distintas épocas y que les impide sufrir el desgaste de tantos otros textos que no tardan en ser olvidados. vor y con una miste- Y los lectores no son los receptores pasivos de un discurso inmutable, sino que en cada nueva lectura y riosa lealtad”1. Estas en cada nueva circunstancia histórica asignan a los obras se preparan du- clásicos una significación y un valor leve o profunda- damente distintos de los que habían tenido antes. rante siglos de experiencias lingüísti- Palabras clave: obra literaria - clásico - cas y literarias, de manera que en el intertextualidad - contexto. momento de la creación se recogen los frutos de una maduración prolongada The literary work in the time y compleja. Pero una vez que el texto Abstract: No text is a ‘classic’ when published for entra en el dominio público y queda the first time. Classics are done by the readers through the passing of time. Though their readings librado al infinito proceso de la lectura, and re-readings ensue from one generation to the another, they are not result of a ramdom selection. On es como si comenzara a crecer, super- the contrary, the texts which become classics bear a ando así lo que fue en el momento de la mysterious attraction that keeps them from suffering time´s wearing out and being forgoten. Readers are creación. Por tanto, la génesis empírica not passive recipients of an immutable discourse. And in every new historic circumstance when a new read- de una obra en el tiempo histórico y ing is done, it assigns a significantly or just slightly en la vida de un autor es el momento different value to the classics from the original one they had. más contingente y menos significativo Keywords: literary work - classic - intertextuality de su duración. - context. Los historiadores han empezado a comprender el modo de existir am- 1 Definición de Jorge Luis Borges en su ensa- yo Sobre los clásicos. Nº 12 / 2008 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 117-128 117
biguo de las obras literarias. Un texto aspectos que ya no sintonizan con la escrito existe como obra de arte en la nueva sensibilidad. medida en que no es un puro objeto de Al no existir más que como presen- la historia. O dicho más precisamente: te, la obra literaria entabla con sus lec- en cuanto ‘realidad histórica’, la obra tores un diálogo a través de los siglos, literaria está ligada a un tiempo deter- diverso cada vez, pero no menos au- minado (el tiempo de su gestación y de téntico en cada caso. Diferentes épocas su nacimiento); pero en cuanto ‘obra leen la misma obra desde nuevas pers- de arte’, solo existe como un hecho pre- pectivas y destacan o aprecian en ella sente y como tal se ofrece al lector. Si aspectos diversos. Una obra conside- ella invita a ser leída, es porque contie- rada menor en una época determina- ne una sustancia que ha superado exi- da podrá ser juzgada fundamental en tosamente el desgaste producido por el épocas futuras, o viceversa, un cambio paso del tiempo; y si hay lectores que de la sensibilidad estética puede relegar la vuelven a leer al cabo de los años o a un plano inferior obras o estilos alta- de los siglos, es porque han encontra- mente valorados en otras épocas. (La do –o esperan encontrar– en ella una obra de El Greco constituye un caso riqueza que la pátina del tiempo no ha típico en el campo de la pintura: tuvo conseguido borrar. que producirse un importante cambio Ninguna obra puede separarse de de perspectiva para que sus cuadros, la realidad viva y, como tal, está so- poco apreciados en algunas épocas, metida a la ley del tiempo irreversible. fueran reconocidos más tarde en su Siempre queda en ella algo que la liga a justo valor). ¶ su origen, y no es necesario ser un crí- tico literario para percibir en los textos El contexto histórico antiguos –la Ilíada, la Eneida, la Divina y el ‘gran tiempo’ Comedia, el Quijote– las huellas que les han impreso los años o los siglos. i no pueden estudiarse las obras Sin embargo, la simple existencia de los libros o textos considerados clásicos hace ver que el curso del tiempo no anula el valor de las grandes obras li- S literarias fuera de su contexto cultural y de su propio tiempo, tampoco debe encerrarse el fenóme- no literario en la sola época de su terarias (como, en general, de las obras creación, es decir, en su contempora- de arte). Lo que el tiempo hace, sim- neidad. Practicar lo primero sin tener plemente, es someterlas al juicio de las en cuenta lo segundo es el error de los generaciones sucesivas, que las vuelven críticos que pretenden explicar la obra a consagrar o rebajan el aprecio que se literaria por su contexto histórico más les había tenido en otras épocas. En cercano, sin tener en cuenta que el otro contexto temporal, la obra lite- encierro dentro de una época no per- raria puede revelar valores antes des- mite comprender la vida de la obra en conocidos o, por el contrario, mostrar los siglos siguientes. Las grandes obras 118 Armando Levoratti / La obra literaria en el tiempo
rompen los límites de su tiempo, vi- El texto oral o escrito no tiene ven en los siglos, en el ‘gran tiempo’, confines perfectamente delimitados ni y a medida que el tiempo transcurre queda definido de una vez por todas. gozan de una vida más plena e intensa Cada nueva lectura lo lleva fuera de sus que en su propia contemporaneidad. propios límites, lo pone en correlación Por eso, el intento de comprender y con otros textos, y las relaciones inter- explicar una obra a partir de las con- textuales en las que llega a encontrar- diciones de una sola época, es decir, a se lo enriquecen constantemente con partir de los tiempos más cercanos a nuevos sentidos. Así se va constituyen- la fecha en que fue compuesta, nun- do la especificidad de las grandes obras ca llega a penetrar en su significación literarias, más que por el uso singular más profunda2. de los elementos repetibles del código El texto no es una cosa dada: es una lingüístico al que pertenecen, por la relación dialógica y una relación inter- cadena de textos que configuran un textual. Sus confines son evanescentes determinado espacio literario (espa- y en cada nueva relación intertextual el cio formado por textos anteriores, por texto resulta ser más o menos ‘otro’ con otros que pertenecen al mismo género respecto a su identidad ya constituida. discursivo, y por aquellos con los que Solo una reproducción ‘mecánica’ del se encuentra una vez que ha sido pro- texto (es decir, una reproducción que ducido)4. no lo considera como texto, como por- El estudio histórico es, desde luego, tador de un sentido que es necesario obligatorio. Pero no abarca la plenitud ‘comprender’) podría dejarlo igual a sí del fenómeno literario, ni llega a tomar mismo. Pero una relectura, una nueva en cuenta los factores que están vincu- ejecución, una nueva fruición, y hasta lados con la llamada ‘carga de conte- una simple cita, hacen de él un aconte- nido de la forma’. La participación del cimiento individual único, no repetido lector es la vida del objeto literario. La ni repetible3. obra renace en cada lectura, y la histo- ria de la literatura tendría que ser no 2 Las obras literarias, dice Bajtín, han influido solamente historia de los estilos y de siempre en la marcha de la historia. La lite- las maneras de escribir, sino también ratura es una de las potencias primigenias de la historia. Esto es evidente de las grandes de las maneras de leer. Sin esta parti- civilizaciones (Egipto, Mesopotamia, Grecia, cipación, el libro está cerrado y no es Roma), y lo es también en los pueblos llama- más que un objeto inerte en el anaquel dos primitivos, gracias a la tradición oral. de una biblioteca5. 3 “Las obras que más nos apasionan –dice Octavio Paz– son aquellas que se transfor- 4 Cfr., por ejemplo, el famoso comienzo del man indefinidamente; los poemas que ama- libro de M. Foucault Las palabras y las co- mos son mecanismos de significaciones su- sas: “Este libro nació de un texto de Borges. cesivas –una arquitectura que sin cesar se De la risa que sacude, al leerlo, todo lo fa- deshace y se rehace– un organismo en per- miliar al pensamiento...” petua rotación... El poema no significa pero engendra significaciones: es el lenguaje en 5 En los tiempos de Montaigne, dice G. Ge- su forma más pura.” nette, leer era un diálogo, si no igual, por Nº 12 / 2008 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 117-128 119
En este proceso, ligado insepa- rablemente al paso del tiempo y a la lo menos fraterno; desde Saint-Beuve y Freud, es una operación indiscreta, como repercusión de la obra sobre la sensi- la del que escucha sin ser visto, del que bilidad de distintas épocas, las modifi- mira por el ojo de llave o del que pretende caciones del sentido son incesantes y es arrancar una confesión por la fuerza. Saint- posible asistir a una lenta y progresiva Beuve puso la totalidad de sus dotes crea- doras al servicio de la crítica literaria, que metamorfosis. Como un libro no es así dejó de ser un oficio de segundo orden un ente incomunicado sino el eje de para convertirse, gracias a él, en un género innumerables relaciones posibles, la li- literario con plenos derechos. Él no quería teratura es un campo plástico, siempre ser un cronista sino un escultor; pretendía ‘componer’ la imagen del autor elegido. Por movedizo y siempre presente, donde se eso consideraba insuficientes las búsquedas producen a cada instante las relaciones documentales y la capacidad analítica, ya más inesperadas y los encuentros más que para lograr la unidad sintética del ‘re- paradójicos. trato’ también eran necesarias la intuición del poeta y el don de ‘simpatía’. La crítica, De esta afirmación, aparentemente así entendida, iba más allá del texto, hacia trivial, se derivan innumerables conse- la persona del escritor: era una crítica de cuencias. El estilo de Kafka, por ejem- personalidades, no de libros, lo cual presu- plo, es inconfundible e individual; pero ponía que el texto no era un fin en sí mismo y que descubrir al autor era más importan- antes de él hubo otros escritos en los te que desentrañar un significado. Llevado que pueden reconocerse algunos ras- por esta curiosidad, Saint-Beuve incursio- gos de su estilo6. La presencia de estas nó deliberadamente en el terreno histórico: afinidades sutiles y casi secretas nos lle- trató de situar a Lamartine “en la historia del sentimiento religioso” y a La Roche- va a preguntar por qué los precursores foucault “en la historia de la lengua y de la de Kafka evocan a Kafka sin parecerse literatura clásica”, y su nuevo modo de en- entre ellos. Y la respuesta es obvia: por- focar a Mme. de Sévigné, a La Fontaine, o a que su único punto de convergencia Racine ayudó a sacudir el polvo que envol- vía a esos viejos clásicos y a devolverles algo se halla en la obra que vino después y de juventud. Los críticos de Saint-Beuve le que hizo ver, ‘retrospectivamente’, un reprochan, sin embargo, que no siempre orden y una serie de relaciones hasta alcanzó el anhelado conocimiento objetivo entonces imperceptibles. de la personalidad íntima de los autores, ni fue verdaderamente el naturalista de los es- Por este motivo se puede afirmar píritus que pretendía ser. Las ‘lecturas psi- sin paradojas ni exageraciones que coanalíticas’, por su parte, cuentan con una cada gran escritor crea en cierta me- base teórica más consistente y abarcan un dida a sus propios precursores. Cuan- campo de exploración más extenso. Ya el punto de partida tiene implicaciones críti- primido inconfeso. Por lo tanto, la interpre- cas: muchos lectores, en efecto, se ciñen al tación de los sueños (Traumdeutung) puede ‘yo consciente’ y así creen interrogar al ‘su- servir de paradigma a toda interpretación, jeto’. Pero si en la creación artística actúan dado que el sueño es el paradigma de todas los mismos mecanismos que en el sueño las astucias del deseo. (desplazamiento, condensación, dramatiza- ción y representación), la creación literaria, 6 Cfr. “Kafka y sus precursores”, el ensayo de lo mismo que las ensoñaciones, tiene un Jorge Luis Borges incluido en Otras inquisi- sentido y es la realización de un deseo re- ciones. 120 Armando Levoratti / La obra literaria en el tiempo
do Borges confiesa haber imaginado y los escritos filosóficos de Leibniz), un determinado argumento “bajo el se crea un nuevo ‘sincronismo’ entre notorio influjo de Chesterton” y “del textos literarios alejados en el tiempo consejero áulico Leibniz”, revela la y cuya relación había permanecido in- existencia de una intertextualidad que advertida. El trabajo del escritor mo- no aparece de inmediato al lector des- difica nuestra percepción del pasado, prevenido, pero que resulta ‘notoria’ y hace ver que el tiempo literario es al lector perspicaz, sobre todo cuando reversible, porque a cada momento, el mismo autor (como en el caso de en forma global y simultánea, puede Borges) hace notar expresamente el hacerse presente a nuestro espíritu encuentro inusitado que se ha produ- una amplia gama de relaciones entre cido en su relato: el del filósofo Leibniz, obras literarias alejadas en el tiempo inventor de la armonía preestablecida, unas de otras. Por eso se puede reco- y el de Chesterton, un sutil creador de rrer en distintas direcciones el tiempo historias misteriosas, que al principio de los historiadores y el espacio de los parecen incluir elementos mágicos o geógrafos. Aquí la causa es posterior al sobrenaturales y que al final se resuel- efecto, la ‘fuente’ está después, porque ven del modo más natural7. la fuente es en este caso una confluen- Al ponerse de manifiesto la conti- cia de temas o de rasgos estilísticos no nuidad subterránea y la unidad secreta producida hasta entonces. En este ins- que une a una obra de arte con otra tante, tanto Leibniz como Borges son de pensamiento (en el caso anterior, contemporáneos nuestros, y contem- los cuentos fantásticos de Chesterton poráneos unos de otros. Más aún, la influencia de Chesterton sobre Borges no es menor que la de Borges sobre 7 Ningún artista puede reinventar el arte a nuestra lectura de Chesterton8. ¶ partir de la nada absoluta. Por nueva que sea su producción artística, debe tener en cuenta el arte de sus antecesores, aunque Un paso previo más no sea para negarlo. Una cierta ruptura es por supuesto indispensable, porque de indispensable: la lectura lo contrario las obras de arte serían puros quí es preciso insistir un poco A reflejos y no alcanzarían a tener vida pro- pia. La mera imitación, el plagio, el brico- más en la singular relación que lage literario o el pastiche (a no ser que se realicen con una determinada finalidad se establece entre la obra y el estética, como en el Ulises de James Joyce) lector. Sólo la lectura permite actuali- son pseudoformas artísticas que ignoran el zar esa pura virtualidad que es el libro gesto vivo y libre, el salto a lo desconocido, fuera del espíritu del lector. Escondido e incurren fácilmente en la caricatura. Tales obras no han nacido realmente, no se han en un archivo o en el anaquel de una independizado ni han llegado a tener vida propia. Pero la originalidad a toda costa –la originalidad demasiado ostensible y en 8 De hecho, el aprecio de Borges por la obra cierta medida egoísta– produce casi sin ex- de Chesterton produjo un renovado interés cepción monstruos de vida frágil. por los relatos del gran escritor inglés. Nº 12 / 2008 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 117-128 121
biblioteca, el texto escrito es una cosa dida comparable a una sinfonía. La más, tan muda e inerte como cual- entidad de una composición musical quier otro objeto material. Para que no se circunscribe al momento en que adquiera vida es necesario que alguien es escuchada, ni es reducible a una sola fije sus ojos en él y capte el sentido de ejecución. Pero aparece solamente bajo los signos impresos en las páginas del la batuta de un director y por la acción manuscrito o del libro. Sin esa mirada conjunta de la orquesta que la ejecuta. que los actualiza, el contenido y el va- De manera semejante, el texto tiene lor estético de la obra literaria perma- existencia propia en cuanto objeto cul- necen puramente virtuales. La lectura tural: es la Ilíada, la Eneida, Hamlet o (es decir, la ‘actividad del lector’) es el El Quijote; pero esos textos serán letra único medio que permite acceder al muerta hasta tanto no se encuentren sentido del texto y convertir en acto con la mirada inteligente del lector que lo que era una pura posibilidad creada los llama a la vida. por el escritor9. A pesar de su aparente simplicidad, La operación de escribir supone el milagro cotidiano que es la lectura la del lector como su correlato dialé- configura una operación en extremo ctico. La creación literaria encuentra compleja. Entrevemos algo de ese sutil su conclusión en la lectura, ya que el intercambio cuando nuestra atención escritor confía a otro la tarea de com- se detiene sobre el acto de lectura; pero pletar lo que él no ha hecho más que no hacemos más que entreverlo, por- empezar. Aunque el lector se considere que haría falta una anatomía literaria superfluo, en realidad no lo es, porque para descubrir la enorme complejidad la lectura es el único espacio en que que encierra el simple acto de leer, y esa la obra se afirma y dice lo que tiene anatomía es imposible, por esta sim- que decir. Un texto es en cierta me- ple razón: el análisis del acto de lec- tura exigiría la vuelta del sujeto sobre 9 Es imposible fijar los ojos sobre una obra li- sí mismo –es decir, un acto de intros- teraria como si fuera una simple cosa. Aun pección– y nadie puede observarse a antes de leer la primera línea, la decisión sí mismo mientras lee. La lectura nos de leer a Quevedo o a Verlaine supone ya todo un mundo: un mínimo de informa- aparta del ambiente que nos rodea, nos ción sobre el contenido y la época de sus sumerge de lleno en el texto, y absor- obras, una orientación hacia ciertos valores be de tal modo nuestra atención que ideológicos o literarios, y hasta una cierta basta la más mínima distracción para complicidad: la obra cuenta con la acogida del lector, que promete entregarse a la ac- que dejemos de captar el sentido de lo ción del texto. Un poema se anima, y hasta que estamos leyendo. Al hacerlo vivir se podría decir que ‘existe’, cada vez que so- en cierto modo dentro de la obra, el mos capaces de hacerlo revivir ‘en acto’. La acto de leer introduce al lector en un lectura, obviamente, no extrae el poema de la pura nada; pero lo saca de la ‘cuasi nada’, dominio que se desvanece a la menor del puro posible donde el libro material lo intromisión de una mirada reflexiva. mantiene, en espera de la mirada que lo lla- Es imposible, por lo tanto, desdoblar me a la vida. 122 Armando Levoratti / La obra literaria en el tiempo
la lectura por una observación intros- comprendido y apreciado realmente, pectiva o por una especie de narración tiene que ser situado tanto en el ‘con- de ella misma, sobre la que se podría texto integral’ de su propia cultura volver en cualquier momento. como en su ‘proyección a través del Entre la obra y el lector se estable- tiempo’. ¶ ce toda una serie de relaciones que la palabra ‘diálogo’ traduce de manera El texto en su contexto insuficiente. Con nuestra propia sus- histórico tancia animamos las obras de arte. Esto no quiere decir que las obras en n lo que respecta al primer pun- sí mismas sean alteradas. El texto de la Divina Comedia sigue siendo el mismo que salió de la pluma de Dante. Pero hay un trato de las obras con los siglos E to, es obvia la necesidad de situar el texto en su contexto inmedia- to. Como ya hemos visto, cualquier escrito lleva la impronta del tiempo y a través de los lectores, y es deber de las circunstancias en que fue redacta- la crítica comprender debidamente do. De ahí la necesidad de prestar una ese diálogo. Tal investigación no nos cierta atención, aunque sea mínima, permitirá evadirnos de nuestra pro- al momento histórico de su compo- pia situación: no existe un punto de sición. Sin embargo, no es tarea fácil vista atemporal. Pero si generaciones determinar con exactitud en qué pun- enteras, desde diversos puntos del ho- to se establecen las relaciones de los rizonte temporal, han visto elevarse textos con sus contextos, ni es fácil ante sí esas obras maestras, no carece decir de qué modo habría que anali- de interés saber cómo se les ha leído en zarlas. las distintas épocas. Ante todo, es indudable que las len- De aquí se desprende que es nece- guas nacen y viven en el seno de una sario reconstruir la historia de las gran- comunidad humana, y la interacción des obras literarias desde una doble entre la lengua y la sociedad genera una perspectiva: no sólo la referente a sus vasta red de relaciones recíprocas. Sin orígenes, sino también la de su destino embargo, el análisis de esas relaciones a través de las edades. Esa historia nos estaría condenado al fracaso si se bus- ilustrará, a un mismo tiempo, sobre las caran correspondencias unívocas entre obras mismas y sobre las sucesivas ge- una determinada estructura social y la neraciones de sus lectores. Por lo tanto, estructura de la lengua hablada por esa una verdadera historia literaria sería sociedad. La razón está en que no hay aquella que no se preocupa solamen- correspondencia ni de naturaleza ni de te de los orígenes de la obra sino de estructura entre los elementos cons- sus avatares a través del tiempo (Nisin titutivos de la lengua y los elementos 1962). constitutivos de la sociedad, ya que los De esta última afirmación se sigue agrupamientos sociales no presentan que un gran texto literario, para ser analogías verdaderamente relevantes Nº 12 / 2008 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 117-128 123
con los agrupamientos significantes de yen en realidad un problema lingüís- la lengua. Por eso, una misma lengua tico. Las causas últimas de esos cam- puede ser hablada por grupos huma- bios radican, más bien, en las fuerzas nos heterogéneos y culturalmente muy que condicionan y dirigen el proceso diversificados (el uso contemporáneo social y cultural. Por ser portavoz de del inglés es emblemático en este as- la cultura y de la sociedad la lengua pecto), sin que los regionalismos más mantiene una conexión indisoluble o menos marcados impidan la comuni- con el mundo ideológico del hablante cación entre los grupos diversos. o del escritor. Las innovaciones son la En tal sentido, la estructura de la consecuencia natural e inevitable de lengua posee una permanencia y una la incorporación de nuevos objetos, identidad más allá de los cambios de la de las modificaciones de las clases so- sociedad y está por encima de las di- ciales, de la fluctuación de las opinio- ferencias individuales y culturales. De nes y hábitos de pensamiento, de las ahí la doble naturaleza, profundamente creencias y valoraciones que nacen o paradójica, de las distintas lenguas, que mueren de acuerdo con los vaivenes son a la vez inmanentes a los indivi- de la historia. Nuevos conceptos exi- duos y trascendentes a la sociedad. gen palabras nuevas, y nuevos hechos Con el vocabulario, en cambio, modifican el sentido de las palabras no sucede lo mismo. Las palabras que antiguas (Malmberg 1981: 237). lo integran nombran los objetos, las Y es algo semejante lo que sucede ideas y las instituciones que confieren con las personas. Todo ser humano su fisonomía y su carácter propio a una nace en un determinado ‘tiempo histó- sociedad, y dan por eso mismo testi- rico’. Desde su nacimiento, el individuo monio de la forma y de las fases de la va observando todas esas formas de organización social. La diversificación vida; asimila la mayoría de ellas y re- constante y creciente de las activida- pele unas cuantas. De ahí que la crono- des sociales hace surgir nuevas ideas, logía no sea una mera denominación nuevos artefactos y nuevos objetos que extrínseca, sino todo lo contrario: la fe- se incorporan al conjunto de la vida cha de una realidad humana es uno de social, y el vocabulario, al enriquecer- sus atributos más esenciales. Esto trae se con las palabras que designan esos consigo que la cifra con que se designa objetos, registra en cierta medida los la fecha pasa de tener un significado cambios sociales: algunas palabras aritmético a convertirse en el nombre dejan de usarse o se vuelven arcaicas; y la noción de una realidad histórica. otras modifican su sentido, y otras Para el matemático, 1400 es un número nuevas se incorporan al léxico a me- más; para el historiador sensible es una dida que lo exigen el paso del tiempo y fecha pletórica de significados. Cada las transformaciones de la cultura. fecha es el nombre y la abreviatura Por este motivo se puede decir que conceptual de una figura general de la los cambios en las lenguas no constitu- vida, constituida por el repertorio de 124 Armando Levoratti / La obra literaria en el tiempo
vigencias y de usos verbales, intelec- necesario cubrir la distancia explici- tuales y morales de una sociedad. tando los supuestos que han servido No menos significativa es la histo- de base al escrito sin aparecer en él. Es ricidad de las obras literarias. Aunque decir, habrá que situar el texto en una pueda decirse que las grandes obras de determinada zona de la realidad (en el arte son eternas, es preciso reconocer espacio y en el tiempo) y radicarlo en que la eternidad de las obras maestras los supuestos que hicieron posible la es una eternidad en el tiempo. Ninguna comunicación en su contexto original. obra se libera jamás de la historia; nin- Todos estos factores son impersonales, guna está despojada de toda referencia porque no se explican desde el texto a un determinado entorno. De ahí la mismo sino desde su ‘mundo’, y es ese decisiva importancia que tiene para la mundo el que hay que reconstruir de exégesis y la crítica literaria (e incluso algún modo para que el texto resulte para la simple lectura) la siguiente ob- inteligible. Por tal motivo, la fecha y servación de M. Bréal (1924: 300): el lugar de composición de un texto No se conseguiría representar el pen- (en la medida en que puedan deter- samiento más simple y elemental si minarse con cierta precisión) sugieren nuestra inteligencia no viniera cons- una enorme cantidad de componentes tantemente en auxilio de la palabra positivos y negativos, antes de haber y no remediara por las ideas que saca leído una sola línea de él. de su propio fondo la insuficiencia En resumen: cada obra literaria está de su intérprete... Hacemos gracia al dotada de una organización interna y lenguaje de una multitud de nocio- su singularidad se constituye en virtud nes e ideas que él pasa por alto y, en de las relaciones estructurales de los realidad, suplimos lo que creemos que distintos estratos y elementos semánti- expresa. cos y formales. Pero no por eso consti- tuye un sistema ‘totalmente autónomo’, Si tan indispensable para la comu- cerrado y concluso en sí mismo, cuyos nicación lingüística es comprender el distintos momentos pueden explicar- significado de las palabras como tener se en función de las dependencias re- en cuenta lo que por sabido se calla, cíprocas sin necesidad de referirse a quiere decir que lo formulado expre- los orígenes o a las consecuencias de samente en el texto se sustenta sobre dicho sistema. O para decirlo todo de una base más amplia de elementos una vez: la afirmación del ‘principio de previos que proceden de la circuns- inmanencia’, si bien toma en cuenta un tancia. Cuando se trata de un escrito aspecto esencial del texto, es incapaz contemporáneo, el lector dispondrá de de abarcar el fenómeno en su totali- suficientes puntos de referencia para dad10. ¶ poder entenderlo desde su propia si- tuación. Pero si entre el texto y el lector 10 El análisis semiótico intenta descubrir los se interpone una distancia temporal mecanismos que producen el sentido de un o cultural más o menos extensa, será texto. El sentido es considerado como un Nº 12 / 2008 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 117-128 125
El verdadero alcance ciertas alusiones más o menos veladas, de la crítica histórica o interpreta las costumbres y creencias del lugar y la época a que se refiere el ntes de entrar de lleno en el texto. Pero ocurre muchas veces que el A tema propuesto conviene tener presente, para mayor claridad, la necesidad de establecer una distin- estudio de esas cuestiones absorbe de tal modo el interés del investigador his- tórico que pronto se olvida o se pierde ción entre la ‘investigación histórico- de vista lo esencial: que la apreciación crítica’ y la ‘apreciación estimativa’. de la obra misma es el fin a cuya rea- Ambas pueden ir juntas, y por regla lización deben someterse, en calidad general la interacción resulta enri- de medio, los estudios históricos. Más quecedora. Pero una y otra cumplen aún, puede suceder incluso que la in- funciones distintas, y el análisis de la vestigación histórica, perseguida sin experiencia estética muestra que en otro interés que la investigación en sí el acceso a la obra literaria (y al arte misma, se detenga en pormenores y en general) la función esencial corres- profundice en detalles que guardan ponde a la apreciación estimativa. Por poca o ninguna relación con el juicio importante y útil que sea, la investi- sobre el valor y el verdadero significa- gación histórica acerca del autor, el do de la obra. ambiente, las influencias y las circuns- Señalar esta circunstancia no sig- tancias externas que contribuyeron a nifica menospreciar el mérito y la la composición de la obra cumple una utilidad de tales estudios, sobre todo función subordinada. cuando se trata de textos antiguos. La información histórica, en efecto, Pero también es preciso reconocer ayuda a apreciar mejor la obra litera- que la mirada inteligente de un sim- ria en la medida en que aclara ciertos ple lector puede encontrar en una obra conceptos vertidos en ella, explica el literaria, antes de toda pericia y de todo significado de palabras u objetos que despliegue de erudición, cosas que no ya no se usan, llama la atención sobre prevén las teorías ni los métodos. La investigación erudita puede ser útil, efecto o resultado producido por el juego pero no basta para establecer el hecho de relaciones entre los elementos significan- artístico. La intuición, en tales casos, tes. Al buscar las condiciones internas del suple ventajosamente las insuficiencias significado, su análisis es ‘inmanente’. Por lo tanto, la tarea que la semiótica se asigna de la erudición. ¶ prescinde de la relación que el texto quiere establecer con un referente externo y no in- La vida de las palabras tenta reconstruir la génesis o la historia del mismo. Tampoco interesan directamente al en el marco social semiólogo el autor del texto, la época en que fue compuesto o las exigencias a las que trató ómese, por ejemplo, el caso del de responder. Acerca del principio de inma- nencia en lingüística estructural y en semió- tica, véase mi artículo en Revista Bíblica 46 (1984: 79ss.); cfr. también Aichele (1997). T libro. Un libro es un objeto ma- terial, ocupa un lugar en el espa- 126 Armando Levoratti / La obra literaria en el tiempo
cio, tiene un valor económico y marca Por otra parte, es el medio social con un cierto número de signos su el que crea las palabras: él las carga de comienzo y su fin. Pero en el libro significados, de connotaciones y de va- hay citas de otros textos, unas veces lores determinados, y ese mismo am- explícitas y otras veces disimuladas o biente social, en virtud de la presión encubiertas; hay también alusiones, que ejerce sobre los miembros que lo evocaciones y reminiscencias, de ma- integran, no cesa de controlar, definir y nera que la obra contenida en el libro modificar el comportamiento lingüísti- forma parte de un conjunto más vas- co de los hablantes. De ahí que una de to. Sus márgenes son fluctuantes, más las funciones de los estudios literarios amplios o más estrechos; pero todo consista en descubrir el vínculo estre- texto entabla múltiples relaciones con cho que une a la obra con la historia otros textos y con la cultura en gene- de la cultura. ral, de manera que sería impropio de- Bastarían estas observaciones para cir que esas vinculaciones más o me- mostrar que el ideal de una ‘poesía nos perceptibles no pueden ser objeto completamente pura’ no es más que de estudio y no pueden contribuir a un concepto límite, o la transposición una mejor comprensión del texto. al plano de las esencias de una forma Además (y aquí se vuelve a en- abstracta que ningún poeta sería ca- contrar una idea que Bajtín ha expre- paz de trasladar sin contaminación al sado repetidamente), el signo verbal plano de la existencia real. Ninguna no pertenece a una sola persona ni a obra de arte encarna enteramente la una sola voz. La vida de las palabras esencia del arte; ningún poema puede consiste en pasar de boca en boca, de realizar en forma pura la esencia de la un contexto a otro, de una generación poesía. Las artes son una parte bien a otra, y en el curso de este trayecto delimitada pero no desprendida de la ellas no olvidan el camino recorrido, condición humana. Por lo tanto, será ni pueden desprenderse por completo siempre vano (a pesar de ciertos logros de los contextos en los que estuvieron parciales) el intento de llevar la forma alguna vez. Los miembros de una co- estética pura del plano ideal al plano munidad lingüística no reciben signos de la realidad concreta. verbales neutros, libres de intenciones En el caso particular de la litera- y de connotaciones, sino palabras ha- tura, la raíz de esta imposibilidad está bitadas por las voces de los demás. El en el lenguaje, que no puede liberarse niño recoge la palabra de la boca de de los valores semánticos adheridos a otros, llena del eco de otras voces, y él. De manera semejante, es un mero esa palabra llega a su contexto desde ideal la apreciación estética pura, y lo otro contexto, penetrado también de será siempre, mientras la lleven a cabo otras intenciones y cargado de otras seres humanos que viven en el espacio resonancias. y en el tiempo. ¶¶ Nº 12 / 2008 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 117-128 127
Bibliografía citada Aichele, G. (1997). Sign, Text, Scripture. Se- miotics and the Bible. Sheffield Academic Press. Bréal, M. (1924). Mélanges de littérature et de linguistique. París. Levoratti, A. J. (1984). “Exégesis y análisis semiótico de los textos bíblicos” en Revista Bíblica 46. Nisin, A. (1962). La literatura y el lector. Bue- nos Aires: Editorial Nova. Malmberg, B. (Ed.) (1981). La lengua y el hombre. Introducción a los problemas gene- rales de la lingüística. Madrid: Istmo. Exceptuado de evaluación 128 Armando Levoratti / La obra literaria en el tiempo
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