La orquestación de realidades: Las manos blancas no ofenden de Calderón de la Barca
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
La orquestación de realidades: Las manos blancas no ofenden de Calderón de la Barca Rosa Almoguera Kate Regan La utilización de las bellas artes —especialmente la música y la repre- sentación— por parte de Calderón en Las manos blancas no ofenden sirve para difuminar los límites convencionales de la identidad y la in- terpretación de la realidad. Adelantándose, en esa época de crisis, a la estética posmodernista de otra crisis de fin de siglo, Calderón juega con la rotundidad de sus títulos para luego cuestionar el absolutismo de esas afirmaciones. Las expresiones artísticas de la música y el teatro nos dan una posibilidad de explorar nuestra realidad en la que los significados, según por quién y cómo se interpretan, pueden leerse de varias mane- ras. Esta obra de Calderón que ha sido poco representada y estudiada ofrece, sin embargo, una interesante exploración de la fluidez de la iden- tidad y la interpretación. Las manos blancas incluye elementos calderonianos en la elabora- ción y complicación de la estructura argumental, el lenguaje metafórico y la complejidad de sus personajes, que se cuestionan la propia identi- dad y el sentido de su ser. Toda esta elaboración y complejidad se crea de una manera típicamente barroca, en lá que el dramaturgo se enfren- ta de nuevo con la problemática de que las percepciones de la realidad no son nunca absolutas. No existe una explicación nítida de una acción, sino que hay varias posibilidades de interpretación. En Las manos blan- cas no ofenden Calderón entrelaza el tema de la identidad y el signifi- cado arbitrario con las bellas artes. La música y la representación ofre- cen al protagonista principal una manera de expresar su angustia por su falta de una identidad integrada, y a través de su expresión artística lo- gra reconciliar su conflicto interior. Es, pues, una medicina para su es- píritu dividido. Las manos blancas no ofenden nos presenta al protagonista, César, que lamenta su propia crianza de niño protegido. Desde el principio de la obra vemos la queja de César contra su madre por haber sido criado, según él, contra su propia naturaleza. En vez de participar en activida- des viriles, su madre le prohibe cualquier actividad «típica» de niño para guardarlo del peligro. Su percibida falta de virilidad preocupa a César, porque desea ser el marido de la princesa Serafina. Su amor por Serafina AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
212 Rosa Almoguera / Kate Regan le inspira para escaparse de la casa de su madre, vestido de mujer, y en- trar en la casa de Serafina como una dama de la princesa. El resto de la obra trata de cómo César, travestido de dama, maquina para lograr la mano de Serafina. Sus recursos de más valor son su capacidad de can- tar y representar. A través de la canción y de su representación de Hércules, logra articular su propio desafío en su deseo de enamorar a Serafina. El plan de César supone la necesidad de reconciliar su conflicto in- terior, que se fundamenta en su identidad de género. César considera que carece de la virilidad que se esperaría de un príncipe, y que, por el con- trario, posee una sensibilidad poco usual en un hombre. Su autorrealiza- ción, proceso muy frecuente en los personajes de Calderón, se funda- menta en la armonización de este conflicto interno. Esta autorrealización sólo se llevará a cabo con el uso de las artes. En su estudio sobre la obra de Shakespeare, Catherine Belsey ofrece un argumento sobre la impor- tancia de la ficción y por extensión del arte. La investigadora comenta: «Fictional texts neither reflect a real world ñor prescribe an ideal one. But they do offer definitions and re-definitions which make it possible to re-interpret a world we have takenfor granted»1. Belsey hace hincapié en el hecho de que la ficción nos abre posibilidades de soñar alternati- vas a lo que propone la sociedad. Según la investigadora, la sociedad ne- cesita crear la ilusión de que la realidad es estática, y esa ilusión provee un sentido de seguridad. Pero al final, en momentos de crisis, es evidente que la ilusión de que todo es estático y unido no es verdadera. Realmente hay una variedad de significados que retan la percepción del orden está- tico de las cosas existentes. De nuevo la ficción, y por extensión el arte, nos ofrecen una posibilidad de entender mejor nuestra relación con un mundo dinámico y cambiante. Complementando las ideas de Belsey, Daniel Anderson realiza un es- tudio sobre Dionisio (Dionysos) en el Simposio de Platón, en el que apunta que Dionisio, como Eros, es la fuerza vital de todo ser viviente del universo, y así todas las cosas vivientes pueden considerarse como manifestaciones de Dionisio. Éste, como dios de las máscaras, está in- volucrado en el teatro ya que cada actor se apropia una máscara (o va- rias) al representar un papel. La autoconcienciación se obtiene al ex- plorar y vivir plenamente la máscara. Anderson comenta: To be fully human is to engage in this dialectical process -to seek always to discover the masks one is wearing and remove them. 1 Belsey, Catherine, Disrupting Sexual Difference: Meaning and Gender in the Comedies, ed. de John Drakakis, London, Methuen, 1985, p. 190. AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
Las manos blancas no ofenden de Calderón de la Barca 213 In this sense the dialectical process is one of self-discovery and of self-creation as well. Only thus can humans grow, and as will be argued... love, Eros (which is also Dionysos), is a process of growth2. El uso de la máscara nos permite explorar un sinfín de emociones y rasgos humanos que extienden nuestra experiencia vital. El autoconoci- miento y el autodescubrimiento forman una parte vital de este proceso. Anderson, como Belsey, muestra que la importancia de las artes reside en la posibilidad de llegar a una compresión de nuestro mundo y nues- tro propio ser. En Las manos blancas encontramos un ejemplo evidente del juego de máscaras con el uso del travestismo. Este recurso hace hincapié en la fluidez de identidad y en la arbitrariedad de la realidad. Un aspecto im- portante dentro de Las manos blancas es el juego de género del perso- naje. César es uno de los escasos ejemplos de protagonista principal que se traviste a lo largo de toda una comedia. No faltan ejemplos de gra- ciosos que se apropian ropa de mujer, pero hay una notable escasez de personajes nobles que aparezcan en vestido femenil3. Este recurso teatral permite que Calderón juegue con la idea de percepción. César es meta- teátrico, en el sentido de que es un personaje en la obra de Calderón pero a la vez se apropia la voz de una «otra» (la criada) o un «otro» mitoló- gico (ya sea Aquiles o Hércules) para solucionar su dilema personal. Como Celia, la dama de Serafina, César gana la confianza de la prin- cesa. Su canto y representación son tan convincentes porque le ofrecen un contexto sólido para expresar su lucha interna. Al apropiarse de la mitología, elimina la frontera entre su propio dilema y la ficción de los personajes. Belsey comenta que el uso del travestismo reta la ilusión de hablar como un sujeto unificado. Desafiar el concepto de sujeto unido abre la posibilidad de explorar la identidad más profundamente y re- conciliar los aspectos masculinos y femeninos dentro del individuo. Esta reconciliación tira hacia lo andrógino, y es precisamente dentro de lo andrógino donde se puede alcanzar la libertad. Como indica Carolyn Heilbrun: «Androgyny seeks to libérate the individual from the confines of the appropriate»4. Anderson, Daniel, The masks of Dionysis, Albany, State University of New York Press, 1993, p. 9. Para estos casos se puede consultar Canavaggio, Jean: «Los disfrazados de mujer en la comedia», en G.E.S.T.E. La mujer en el teatro y la novela del siglo xvn, (Toulouse, Université de Toulouse-Le Mirail, [1978]), pp. 133-145. Heilbrun, Carolyn, Toward a Recognition of Androgyny, New York, Harper Colophon, 1974, p. 17. AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
214 Rosa Almoguera / Kate Regan La música en Las manos blancas no es sólo un vehículo para re- conciliar su disturbio interno, sino que funciona como una medicina vi- tal para su alma. En la jornada I César escucha la canción de Aquiles, el cual, educado como mujer por su madre, aprovecha esta situación para acercarse a Deidamia, su amada, haciéndose pasar por su dama de com- pañía. Sin embargo, César no puede soportar esta vez la similitud entre su situación y la del Aquiles de la canción y ordena: ¡Callad, callad, que parece que el tono, y la letra que oí, no por Aquiles, por mí se hizo (vv. 775-8). Su propia lucha interna se encuentra expresada en esta historia, pero además la música le presta un poder de identificación que borra los lí- mites entre ficción y realidad. El canto no sólo hace resurgir este conflicto o melancolía, sino que, al mismo tiempo, es la medicina que permite vivir a César, que muere sin una forma de expresar su conflicto. Esto se ejemplifica cuando Teodoro le pregunta: Pues ¿de cuándo acá,[....] La aborreces, siendo así, Que sólo el canto solía Templar tu melancolía? (vv. 807-813) César le responde: Desde que reconocí Que él la templaba, no quiero, Theodoro, usar de él, (vv. 813-816). Pero esto se reconcilia al final, cuando Theodoro reconoce que el canto y la sensibilidad femenina que tiene César pueden liberarlo del mal que siente. Además, la hermosa voz de César, que debiera estar en el registro vocal entre masculino y femenino (como las voces blancas, contratenores, etc.), puede servirle según Teodoro para enamorar a Serafina, y, así, le aconseja que frente a rivales más viriles utilice su sua- ve voz para cautivarla: Y más que si alguna vez Donde ella lo escuche cantas, Podrá ser que la enamores AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
Las manos blancas no ofenden de Calderón de la Barca 215 Más por las delicias blandas, Que esotros por los estruendos, (vv. 1129-1133) En la jornada segunda César/Celia ya vive como dama de compañía de su amada Serafina, y canta para ella una canción sobre Hércules. Éste también se disfraza de mujer para enamorar a Yole, a la que sirve como dama. De nuevo la fuerza de la música y la similitud de la situación hace que Serafina no pueda distinguir entre realidad y ficción: De suerte lo significas, Que me das a presumir Si es verdadero o fingido (vv. 2387-2389) La historia de Hércules, como la de Aquiles, es su propia historia, que César no puede expresar de otra forma. La música le permite dar salida a su angustia, «melancolía» la llama él, y Serafina capta que está trascendiendo la ficción cuando dice: Calla, calla, no prosigas Que ya no puedo sufrir De la duda, si es aquesto Representar o sentir. (vv. 2860-2863) Carlos y Federico, que escuchan el final de la canción, creen a su vez que César/Celia ha cantado lo que cada uno de ellos escribió para Serafina. Llegado este momento, la canción es un texto que ofrece in- terpretaciones distintas según quién lo lea o escuche. Este carácter polisémico se refuerza en la Comedia que César/Celia y otras damas preparan para el cumpleaños de Serafina. Es el teatro den- tro del teatro, y en él César, representando al galán, puede explorar más profundamente su identidad. César, que ha tomado la máscara femenina de Celia para estar junto a Serafina ahora superpone otra máscara mas- culina en el teatro. Sin embargo, en la confusión del desenlace, César, vestido de galán, debe representarse a sí mismo (César, príncipe de Orbitelo) y en los demás personajes de la obra, ahora espectadores del teatro dentro del teatro, se produce una difuminación de los límites que separan realidad y teatro. El propio César no puede quitarse la máscara, pues está representándose a sí mismo, y explica a los otros personajes: ¿Qué he de fingir, si es verdad? Por medio de varias máscaras César ha podido llegar a reconciliar- se con su propio yo. El miedo que sentía al principio de la jornada cam- AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
216 Rosa Almoguera / Kate Regan bia gracias a la representación que ha hecho y que le ha permitido en- contrar la fuerza para continuar su labor de ganarse la mano de Sefarina, así que exclama: Una vez en este traje, Perdóname, que no puede Volverse atrás mi valor, (vv. 4110) El amor es esa fuerza vital que le inspira y le hace alcanzar su iden- tidad, una identidad fluida que sólo viene determinada por su reflejo en el ser amado: Es en vano detenerme, No soy Celia, César soy, Ya que tú, que lo sea, quieres. Las varias máscaras teatrales han permitido que César encuentre el camino para explorar su angustia y hallar una armonía interna al en- contrar su identidad. Sin embargo, en este proceso a través de la música y el teatro, Calderón ha explorado también la fluidez y arbitrariedad de la percepción sobre los géneros, y, por extensión, lo que conocemos como la realidad. Esto se ve al final de la obra, que utiliza la complejidad del propio título: Las ma- nos blancas no ofenden. Los personajes reflexionan a lo largo de la obra sobre las contradicciones inherentes al refrán del título, que no admite una interpretación cerrada y única. ¿A quién corresponden Las manos blan- casl En el caso de Lisarda, que no hemos visto aquí, la mano femenina que debiera ser suave y amable no lo ha sido desde el principio. Por el contrario la mano de César, que como masculina no debiera ser suave ni gentil, de hecho lo es. Al final de la obra Serafina sintetiza esta paradoja tan barroca al denominar «blancas» tanto sus propias manos como las de César/Celia: Príncipe, esta blanca mano tocaste, tal vez aleve ofensa fue que me hizo un disfraz, y es conveniente que sepan que aun de su dueño las blancas manos ofenden y así, pues vos la agravasteis, el irse con vos lo enmiende. (vv .4308-4315) AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
Las manos blancas no ofenden de Calderón de la Barca 217 En Las manos blancas hay una fusión de dicotomías a varios nive- les, que ejemplifica de nuevo la complejidad barroca que crea Calderón en sus obras. En los niveles de personajes, temas y géneros artísticos to- dos los límites se difuminan. En primer lugar, César reconcilia su po- tencial masculino y femenino, lo que le permite enamorar a Serafina y alcanzar una posición de poder. En el nivel temático, los límites entre ficción y realidad se desvanecen y esto se ve concretamente en el caso de Serafina, que realmente no puede decidir si está enamorada de la sen- sibilidad y belleza de Celia, la ingeniosidad y talento artístico de César o la sombra de la máscara de Hércules sobre César/Celia. También se produce una fusión entre el canto y el teatro que ya sugiere lo que será la ópera. Al final las bellas artes, específicamente la música y el teatro, sirven como instrumentos para desafiar al público a cuestionar la visión mo- nolítica de la realidad. Y puesto que se trata de una comedia cuyo ar- gumento central es el amor, Calderón sugiere que éste no sólo puede ser una dualidad conflictiva, sino una reconciliación de diferencias. Repitiendo una vez más las palabras de Teodoro: Podrá ser que la enamores Más por las delicias blandas, Que esotros por los estruendos (vv. 1129-1133). AISO. Actas VI (2002). Rosa ALMOGUERA y Kate REGAN. La orquestación de realidade...
También puede leer