Un pequeño cráneo ilumina el enigmático origen de lagartos y serpientes

Página creada Inés Sedeño
 
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Un pequeño cráneo ilumina el enigmático origen de lagartos y serpientes
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Un pequeño cráneo ilumina el enigmático
origen de lagartos y serpientes
Descubierto en 2001, el fósil de un pequeño reptil parecido a un lagarto no
había podido ser analizado hasta que estalló la pandemia de covid-19.
Durante el confinamiento, un equipo de paleontólogos descubrió que el
cráneo del animal, de hace 231 millones de años de antigüedad, arroja luz
sobre la historia evolutiva del grupo más diverso de vertebrados terrestres
actualmente vivos.

Federico Kukso                     25/8/2021 17:00 CEST

Reconstrucción de Taytalura, que significa padre de los lagartos. / Jorge Blanco, 2021

El 15 de septiembre de 2001, mientras el mundo aún se sacudía después del
atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, el paleontólogo Ricardo
Martínez salió al campo. Lo hizo movido por la misma curiosidad con la que
comienza cada campaña, cada vez que emprende camino hacia el Parque
Provincial Ischigualasto en la provincia argentina de San Juan.
Un pequeño cráneo ilumina el enigmático origen de lagartos y serpientes
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 Pese a la excitación del descubrimiento, aquel pequeño
cráneo volvió a retirarse del mundo una vez concluida la
     campaña. Permaneció guardado diez años más

En este valle surrealista con formaciones geológicas que se asemejan a los
paisajes de la Luna, se han encontrado los fósiles de algunos de los
dinosaurios más antiguos hasta ahora hallados en todo el mundo.

En 1991, por ejemplo, Martínez y su equipo descubrieron los restos
de Eoraptor lunensis, un depredador de no más de 1,20 metros de largo
considerado el “padre evolutivo” de los saurópodos, aquellos dinosaurios
herbívoros gigantes de cuatro patas y cuello largo. Le siguieron otras
grandes sorpresas como los restos de especies a las que
bautizarían Sanjuansaurus, Panphagia y Eodromaeus, entre otros.

En aquella ocasión, la campaña paleontológica en la “cuna de los
dinosaurios” comenzó sin mucho éxito. Hasta que el 10 de octubre, mientras
exploraba con paciencia el terreno, el paleontólogo advirtió algo.

“Una piedra me llamó mucho la atención”, recuerda el jefe de Paleontología
de la Universidad Nacional de San Juan. “Me agaché y entonces me di
cuenta de que era un pequeño cráneo. De inmediato, llamé a los voluntarios.
Curiosamente, uno de ellos ya estaba inmortalizando ese momento. Debe
ser la única vez en la historia de la paleontología que es captado el momento
justo del hallazgo de un fósil importante. Por lo general, las fotos se recrean
a posteriori”.

Pese a la excitación del descubrimiento, aquel pequeño cráneo fusionado
con la roca volvió a retirarse del mundo una vez concluida la campaña. Se lo
trasladó al Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de San
Juan, fue etiquetado como “PVSJ 698” y permaneció guardado otros diez
años más.

“El estudio de otros especímenes que eran más importantes para la línea de
investigación que seguía yo en ese momento postergó su análisis”, explica a
SINC Martínez. “Por otro lado, como muchas veces pasa, no te das cuenta
Un pequeño cráneo ilumina el enigmático origen de lagartos y serpientes
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de la verdadera importancia del espécimen hasta que comienzas a
estudiarlo. Por entonces, no fue una prioridad”, continúa.

En 2013, el paleontólogo decidió, por fin, empezar a explorar qué había
rescatado del campo. “Viajamos a EE UU le realizamos una tomografía
computarizada o CT-Scan en la Universidad de Texas en Austin para poder
conocer los detalles internos del cráneo. Pero al volver con mi equipo
comenzamos a realizar grandes descubrimientos en el nuevo yacimiento de
Balde de Leyes, al sudeste de la provincia de San Juan, lo que desplazó
nuevamente el foco de mi investigación”, lamenta el científico.

El fósil hallado en 2001 tuvo otra vez que esperar hasta que se desató la
pandemia de covid-19 a comienzos de 2020. Obligado por el confinamiento
obligatorio que se decretó por entonces en Argentina, Martínez montó un
minilaboratorio en su casa. Y el pequeño cráneo volvió a ser el centro de
atención. “El fósil fue limpiado en etapas, porque la preparación era muy
complicada”, detalla.

Con la colaboración a distancia de los paleontólogos Sebastián Apesteguía
(de la Fundación Azara, en Buenos Aires) y los brasileños Gabriela Sobral
(Museo de Historia Natural de Stuttgart) y Tiago R. Simões (Museo de
Zoología de Harvard), Martínez finalmente se dio cuenta de lo que había
encontrado.

Se trata del cráneo completo y en buen estado de
preservación de un reptil parecido a un lagarto de
 alrededor de 231 millones de años que arroja luz
  sobre los orígenes de las actuales serpientes,
                lagartijas y tuátaras

En un estudio publicado hoy en la revista Nature, el equipo revela que se
trata del cráneo completo y en buen estado de preservación de un reptil
parecido a un lagarto de alrededor de 231 millones de años que arroja luz
sobre los orígenes de las actuales serpientes, lagartijas y tuátaras.

Lo llamaron Taytalura, de las palabras “tayta” o “padre” en idioma quechua y
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“lura”, lagarto en idioma Kakán, hablado por los diaguitas, del noroeste
argentino. Es decir, el “padre de los lagartos”.

Momento del hallazgo del cráneo del reptil. / Ricardo Martínez et al

Miles de especies y un enigma
Con más de 11.000 especies distintas, los lagartos, serpientes y tuátaras –
aquellos reptiles longevos y con visión nocturna que habitan en Nueva
Zelanda– comprenden uno de los órdenes más grandes de vertebrados
terrestres del planeta en la actualidad.

Se han adaptado a una gran diversidad de hábitats y varían en tamaño desde
pitones de ocho metros de largo hasta camaleones más pequeños que la
goma de borrar de un lápiz.

                  El misterio de su evolución temprana radica en
                que el registro fósil de los primeros lepidosaurios
                   es escaso y fragmentario, lo que dificulta una
                                   clasificación precisa
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“El número de especies de este orden de reptiles, es decir, los lepidosaurios,
es casi tan alto como el de las aves y mucho mayor que el de los
mamíferos”, señala la paleontóloga Gabriela Sobral desde Alemania. “Sin
embargo, su origen es relativamente poco conocido”, añade.

Lo que sí se sabe es que mucho antes de que los dinosaurios se adueñaran
de los ecosistemas terrestres, los lepidosaurios –literalmente “reptiles con
escamas”– ya estaban poblando el antiguo supercontinente de Pangea
desde su aparición hace unos 250 millones de años, cuando los seres vivos
empezaban a reponerse de uno de los episodios de extinción más terribles.
Fue en la transición del Pérmico al Triásico, que mató a alrededor del 96 %
de las especies del planeta.

El misterio de su evolución temprana radica en que el registro fósil de los
primeros lepidosaurios es escaso y fragmentario, lo que dificulta una
clasificación precisa. Además, la mayoría de los fósiles han sido hallados en
el hemisferio norte. Por ejemplo, uno de los ejemplares más antiguos,
llamado Megachirella wachtleri , vivió hace más de 240 millones de años en
lo que hoy es Italia.

El descubrimiento de Taytalura en Argentina viene ahora a aclarar el
panorama. “Este es el lepidosaurio más antiguo encontrado en América del
Sur”, advierte el paleontólogo brasileño Tiago Rodrigues Simões, que se
especializa en desenredar la larga biografía de estos reptiles. “Lo que sugiere
que los lepidosaurios pudieron haber migrado a través de regiones
geográficas muy distantes al principio de su historia evolutiva”.

El cráneo articulado de este reptil primitivo es pequeño –mide solo 3 cm–,
pero es excepcional: está completo y se ha preservado tridimensionalmente,
algo inusual en este tipo de fósiles tan pequeños y frágiles.

  El cráneo articulado de este reptil primitivo es
pequeño –mide solo 3 cm–, pero es excepcional:
   se ha preservado tridimensionalmente, algo
  inusual en este tipo de fósiles tan pequeños y
                        frágiles
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Está ampliado hacia atrás como el de un camaleón, posee grandes órbitas y
los huesos están adornados con huecos pequeños. “Es un fósil fascinante”,
asegura el paleontólogo Sebastián Apesteguía.

“La historia de los primeros lepidosaurios hasta ahora solo había sido
contada a partir de fósiles hallados en Europa. En ese momento, los
continentes formaban una sola masa continental, Pangea, con extensos
desiertos. Por lo que es entendible que haya también registros en estas
latitudes: la evolución del grupo no solo ocurrió en el hemisferio norte”.

Cráneo hallado en Argentina. / R. Martínez et al

Bajo la sombra de carnívoros
Los investigadores estiman que Taytalura debe haber medido unos 15
centímetros de largo, más o menos como una lagartija actual. Los dientes
pequeños y las mandíbulas ligeras sugieren que el animal se alimentaba de
pequeños insectos como escarabajos, en una época en la que en la zona
abundaban helechos, coníferas y plantas con semillas.
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  Los lepidosaurios con el tiempo aprendieron a nadar,
  a planear para cazar insectos, a generar venenos y a
                 mimetizarse con el entorno

Martínez encontró el fósil en un sector del Parque Provincial Ischigualasto
llamado “Cancha de Bochas” –caracterizado por rocas sedimentarias con
forma de bolas de cañón–, en la misma zona donde en los años 50 fueron
recolectados los restos del Herrerasaurus. Taytalura habría convivido con
esta especie de dinosaurios carnívoros, moviéndose velozmente incluso bajo
la sombra de otros enormes animales de cuatro patas lejanamente
emparentados con los actuales cocodrilos: los rauisuquios.

En sus más de 250 millones de años de existencia, los lepidosaurios han
mostrado una gran plasticidad evolutiva. Han sobrevivido a tres de las cinco
grandes extinciones masivas en la historia de la Tierra y, gracias a increíbles
cambios morfológicos, con el tiempo aprendieron a nadar, a planear para
cazar insectos, a generar venenos y a mimetizarse con el entorno. Incluso
pueden correr sobre el agua.

“Al reconstruir con precisión su larga historia evolutiva –agrega Simões–, es
posible que podamos contar con mucho más detalle cómo sobrevivieron y
florecieron con éxito en períodos críticos de cambio ambiental en el pasado
de nuestro planeta”.

Hoy la mayoría de los lepidosaurios posee un tamaño modesto. Pero su
número y diversidad los convierten en componentes fundamentales de los
ecosistemas terrestres. “Taytalura nos muestra que tanto las lagartijas
como los tuátaras son el resultado de varias modificaciones a lo largo de la
evolución”, señala Sobral.

“Conocer más sobre la historia evolutiva de estos animales ayuda a
comprender mejor cómo surgió su gran diversidad actual y cómo podemos
protegerla, en especial ante la emergencia climática que vivimos”, concluye.

   Referencia:
TIERRA

   Ricardo Martínez et al. "A Triassic stem lepidosaur illuminates the
   origin of lizard-like reptiles" Nature

Derechos: Creative Commons.

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