CRITICA DEL TRABAJO (ASALARIADO)

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CRITICA DEL TRABAJO (ASALARIADO)

                                                               Por Mar Traful

Ante todo hay que decir que la crítica al trabajo no puede desarrollarse en
abstracto y fuera de la historia porque el trabajo tiene siempre una forma
determinada en la que se concreta. La crítica, pues, va dirigida no contra
toda actividad humana ni contra los asalariados sino contra el trabajo
asalariado (y el paro que es su otra cara), es decir, contra la forma
histórica adoptada hoy por el trabajo.

La canción que hoy nos venden a toda hora dice así: "El trabajo es un bien
escaso a causa del desarrollo de las nuevas tecnologías, por lo que el paro
se ha convertido en el problema principal de nuestras sociedades". Y
ciertamente los datos son bastante impresionantes. Por ejemplo, en
España, hemos pasado de unos cientos de miles de parados en 1970 a casi 4
millones en 1994. Se afirma que en los próximos años en Europa tan solo
el 2% de la población activa estará empleada en la industria, etc. Y junto a
estos datos objetivos se podrían añadir otros muchos más.

Muchos han empezado a hablar de que se inicia una nueva era, de Fin del
Trabajo, de la llegada de la Sociedad del Ocio...pero de momento lo único
que ha llegado es la precarización cada vez más generalizada. Es
engañoso hablar, por tanto, de Fin del Trabajo porque implica concebirlo
como un bien escaso y es falso que así sea. Ni es un bien ni escasea en
realidad. Lo que sí es cierto, y hasta la izquierda (¿qué es esto?) lo ha
comprendido es que jamás volverá el pleno empleo. Pero esto no tiene
porque ser necesariamente algo negativo. Hay que discutirlo.

En el nuevo escenario en que se sitúa la crítica del trabajo que
denominaremos 'la metrópoli' o 'sociedad del control y la comunicación'
(en contraposición a la 'sociedad fábrica' de los años 60) las modificaciones
en el estatuto del trabajo suponen por una parte que el trabajo
termodinámico entendido como fuerza está siendo sustituido por la
introducción de las nuevas máquinas (robótica) al mismo tiempo que gran
parte del trabajo mental vivo es sustituido por el trabajo mental
mecanizado (software).

Pero de forma paradójica, a este proceso de sustitución de trabajo vivo
asalariado por tecnología, se incorporan en la esfera productiva todas las
actividades que en la época fordista (años 60) se consideraban 'tiempo
libre o de ocio'. Cada instante de nuestra vida se hace productivo para la
valorización capitalista. Todos producimos (parados y empleados) en el
espacio-tiempo interactivo del capital.

La producción de mercancías (de objetos o símbolos) desaparece como
actividad específica y separada del resto de la sociedad . Es la sociedad
entera la que produce a través de esta nueva forma del trabajo: el
trabajo abstracto (la comunicación, el software, la publicidad, el diseño y el
leguaje humano en la base de todo ello). El trabajo abstracto (o trabajo
complejo) en este espacio interactivo del        capital produce hasta la
propia subjetividad de la gente, la propia sociedad. Un tópico: el parado ante
la televisión también trabaja.

El ejemplo Benetton es muy ilustrativo: a través de las encuestas, el
marketing, se produce una subjetividad en torno a la marca Benetton
para luego producir una mercancía. Hay una continua invitación por parte
del poder a que se participe en campañas ciudadanas a formar parte de una
idea de ciudad (las olimpiadas del 92 en Barcelona fueron un ejemplo con
la creación del voluntario olímpico que se prolonga hasta hoy con el
voluntario cívico). También se observa un cambio de orientación en la
publicidad dirigida no ya a las 'masas' sino al ciudadano singular ofreciendo
una diversidad en las ofertas de consumo para que cada cual se construya
su propio estilo de vida.

El resultado de esta huida hacia delante de la forma capitalista es que la
ley del valor se impone únicamente como puro dominio. Más en concreto,
no es posible hacer depender el salario de la cantidad de trabajo realizado,
pero se oculta esta desvinculación Esta lógica de la transformación técnico-
económica muestra claramente que estamos ante una verdadera crisis de
la sociedad salarial, o sea, de la sociedad capitalista: Paro creciente
estructural e irreversible e intensificación de la explotación en el marco de
una flexibilización laboral extrema.

Las modificaciones en el estatuto del trabajo, que incluyen la relación
entre trabajo y no-trabajo (paro, precariedad) suponen, asimismo, que el
trabajo ha dejado de tener ese carácter central que tenía en la época fordista
cuando fábrica y sociedad no coincidían. Entonces el trabajo significaba:
para el capital la fuente de valorización; para el obrero, en tanto que
subjetividad antagonista expresada en múltiples formas de rechazo del
trabajo (huelga, absentismo, sabotaje,...), el punto de arranque del
contrapoder. La fábrica era el lugar donde se producía el punto de vista
sobre la sociedad.

El viejo trabajo fordista constitutivo de un sujeto político con capacidad
para transformar la sociedad se ha venido abajo como un castillo de
naipes. El sujeto es un sujeto sujetado. Ahora el trabajo y su otra cara el
paro son los mecanismos de producción de miedo a ser excluidos. El
trabajo se contempla únicamente como un medio para obtener el dinero y
salir de la precariedad. La desarticulación de la clase obrera que supuso la
reestructuración capitalista de los años 60-70 debe ser un punto de partida
para buscar nuevas herramientas de lucha.

En el posfordismo, las cosas han cambiado. En la nueva versión del trabajo,
sin dejar de ser lo que siempre ha sido (trabajo viene del latín 'tripalium':

                          Crítica del trabajo (asalariado)
                                    -Mar Traful-
instrumento de tortura asociado a los términos sufrimiento, dolor, pena), el
trabajo a pasado a formar parte de lo que llamamos formas de vida en el
espacio-tiempo ocupado por el capital.
Es decir, cuando todo el tiempo de nuestra existencia es productivo, el
trabajo ha dejado de tener sentido para nosotros.

Esta parece ser la paradoja en la que transcurre nuestra existencia: en la
máxima , 'Somos lo que podemos y podemos lo que somos' parece abrirse
un hiato. 'Somos' potencia colectiva, cooperación social, intelecto general,...
y sin embargo, no 'podemos' liberar esa potencialidad para crear relaciones
libres. Las relaciones de poder capitalista se han colocado en el centro
de nuestro inconsciente colectivo.

El propio capital se ha encargado de restituir el viejo sentido del trabajo,
instrumento de tortura y sujeción política, aunque             ahora intenten
vendérnoslo como bien escaso. Este desplazamiento del trabajo hacia lo
residual deja paso a un nuevo ídolo que se coloca en el centro de las
relaciones sociales: el dinero. Monetarización general de todas las relaciones
y mercantilización absoluta. Todo ello unido a la no necesidad de trabajo
humano en multitud de actividades ligadas al ciclo productivo origina, entre
otras cosas que el salario en sus varias modalidades (salario del
empleado, subsidio de paro, renta mínima de reinserción) se convierta en
'salario del miedo': remuneración a cambio de orden, de un uso
adecuado, funcional (trabajo, formación, civismo). El capital nos somete a
un doble vínculo: ser trabajadores sin trabajo y por otra parte nos impone
políticamente la ley del valor (solo se puede intercambiar salario por trabajo).

Para salir de este espacio del miedo son varias las propuestas que se han
formulado en torno a una renta básica universal. Una primera conclusión por
tanto que permitiría introducir la cuestión de la 'renta garantizada', estriba en
considerar que esta mutación en el estatuto del trabajo exige reformular la
propuesta paradigmática del 'rechazo del trabajo' (cuando el trabajo ha
dejado de ser lo que era, ¿cómo vamos a resistirnos a algo que el propio
capital está suprimiendo?) en favor de otras figuras políticas de resistencia
que impliquen fundamentalmente la reapropiación directa de la riqueza
entendida como la recuperación de espacios-tiempos de vida, fisuras que
se abren y se cierran.

No obstante en el debate sobre el trabajo y                   la renta, el espectro de
propuestas es variado y contradictorio.

En un primer bloque situaremos algunas de las más relevantes entre
las 'posibilistas' o 'alternativas', respetuosas por lo general con las reglas
de juego que regulan la esfera macro y microeconómica, cuyo denominador
común radica en el propósito de atenuar las consecuencias generadas por la
dualización social producto del cambio tecnológico-político.

                           Crítica del trabajo (asalariado)
                                     -Mar Traful-
Yendo un poco más allá, en alguno casos (A.Gorz, K.Offe) presuponen que
el desarrollo de algunos de los sectores desmercantilizados, acabará por
transformar la organización capitalista de la sociedad (versión
socialdemócrata de fin de siglo).

Distinguiremos escuetamente:

a) En el contexto de la redistribución del trabajo concibe que el trabajo
es condición necesaria para la obtención del complemento económico)
instaurar un contrato social renovable que permita percibir una
remuneración, 'segundo cheque', como compensación por la disminución en
los ingresos a causa de la reducción en horas de trabajo.

b) Derecho        a una 'renta básica', modesta sin contrapartidas
(obligaciones) como compensación por haber renunciado voluntariamente a
concurrir en el mercado de trabajo.

c) 'Renta básica' garantizada para todo excluido calculada a partir de las
posibilidades que ofrece el PIB (producto interior bruto).

Todas estas alternativas globales que se ofrecen como solución -o por lo
menos, aquellas que pretenden tener una orientación progresista- descansan
sobre la hipótesis de que la sociedad capitalista será superada cuando
las relaciones sociales de cooperación y de intercambio no mercantiles
predominen sobre las relaciones de producción capitalista. Pero este
escenario en el que el capital se suicida a si mismo es difícil de creer cuando
se sabe que el límite del capital al ser inmanente a él mismo puede ser siempre
desplazado hacia delante. Hay otro escenario posible aunque bastante
menos idílico: el del campo de concentración. La sociedad basada en
tres zonas diferenciadas: la zona blanca (junto a los Jefes: la vida está
asegurada de aceptar el horror); la zona gris (la vida precaria en los
intersticios); la zona negra (exterminación por exclusión).

Por último, desde una óptica bien distinta, estaría el bloque de propuestas
que se enmarcan en la perspectiva impúdica (inmodesta, provocativa,...):
'dinero gratis', sinónimo de renta a cambio de nada. Metáfora de crítica de la
política que incita a romper el cerco del TODO capital, sin aspirar a
transformar globalmente la sociedad ni buscar interlocutor institucional alguno.

Dicho de otro modo, cuando el conjunto de las relaciones sociales está
monetarizado, apostar por el dinero sin ofrecer nada a cambio (la nada
es el lugar de la enunciación, el 'no lugar') distorsiona sin duda plenamente
el   circuito  de la      comunicación    (pilar básico       del posfordismo)
haciéndola     imposible.      Invención, quebrantamiento de las reglas del
juego impuestas de lo que ya tenemos algunos indicios. Liberación de
espacios, insumisión, formas de cooperación difusas, puestas en común de
saberes telemáticos, proliferación de eslogans ('que reviente la economía'),
etc.

                           Crítica del trabajo (asalariado)
                                     -Mar Traful-
Por tanto, el 'dinero gratis' no pretende ser ninguna 'alternativa'. Es un
uso del lenguaje con una carga simbólica de subversión que se deberá
materializar. No es posible ni imposible. Se sitúa en el centro del espacio del
miedo para desplazarlo con la alegría del querer vivir. Una de las formas en
que se ha materializado durante estos últimos años ha sido los espacios
okupados. Es por ello que cuando todo nuestro tiempo de vida esta
subsumido en la esfera productiva del capital quizá lo que nos quede sea el
espacio. Con la desaparición del sujeto político (desarticulación de la
clase obrera) y con él las formas anteriores de mediación entre capital-
trabajo (los partidos y sindicatos ya no pueden representar la complejidad
social), el Poder pone el derecho (legalidad/ilegalidad) en el centro de la
actividad social. El Estado aparece cada vez           más como       un estado
policial. La Okupación al interrumpir el orden utilizando el espacio como
palanca abre brechas en la otra cara del Estado: la democracia
parlamentaria productora del ciudadano participativo. La Okupación no es
un objetivo, es un rechazo a lo que no queremos: el tiempo de trabajo.
Okupamos para experimentar la libertad. El/la que okupa, pone su libertad en
el centro y la colectiviza: crea otro mundo distinto. La relación con el poder de
una okupación no se da como relación de fuerzas sino como relación entre
mundos (formas de vida). Estos mundos que se crean en la okupación son
como el agua que se infiltra en el espacio-tiempo para abrir grietas. No solo
okupamos por necesidades (vivienda, luz,...) también, y por encima de todo,
por deseos de vivir otra socialidad. Hay pues dos niveles: sobrevivencia
y producción de subjetividad política. La okupación es un proceso material
de relaciones comunitarias donde la moral del trabajo queda desplazada.

                           Crítica del trabajo (asalariado)
                                     -Mar Traful-
El paro, industria cultural

Paro-Industria

El paro puede contemplarse como una industria, una poderosa maquinaria
para el movimiento y la acumulación de capitales , no sólo por los
beneficios que produce induciendo el abaratamiento de los salarios, fiel aún
a su clásica función como ejército de reserva, sino más aún como mercancía
cultural que moviliza a miles de trabajadores en las tareas de formación
ocupacional, estudios dependientes de los fondos de cohesión europeos,
prospecciones de mercado laboral, técnicas de inserción, empresas de trabajo
temporal, etc. El paro se convierte así en instrumento de las nuevas
ideologías del trabajo que encauzan los miedos que la propia amenaza del
paro produce.

Una empresa de trabajo temporal dependiente de una conocidísima
entidad bancaria catalana, ha conseguido facturar en el último año,
después de sólo tres de funcionamiento, lo mismo que la Danone. En las
escuelas y los institutos la arcaica Formación del Espíritu Nacional ha sido
sustituida por la tecnología para el trabajo, la búsqueda de empleo y la
orientación laboral. Las universidades han dado paso a nuevas profesiones
destinadas al control (asistencia) social y la formación ocupacional.

La carrera profesional se estimula desde los ministerios por medio de los
reales decretos de cualificación profesional, etc...
El paro sigue siendo el "acobardador" de los trabajadores, pero además hoy
que, tras la derrota del movimiento obrero, estamos viviendo en una patética
sociedad de trabajadores sin trabajo, el paro es sobre todo la herramienta
de control social a través de la cual el capital nos indica todos los caminos
posibles. A saber: la obediencia, la resignación, la sumisión o la muerte. Ya
ni lugar deja a la tristeza, donde el pálpito de la vida podría aún marcar las
huellas humeantes de su latido. Hoy socialmente la tristeza es sinónimo de
muerte.

El concepto de explotación es cada día más difuso. En el terreno puramente
simbólico parece como si todos hubiéramos aceptado el papel de "explotadores
frustrados". El problema no consiste en si el sueldo de un locutor líder
de audiencia es una aberración con la que se soborna a quien cumple un
servicio impagable para la reproducción del orden, sino en cómo conseguir
ese micrófono o la cintura de "Rivaldinho", el cuerpo de una top-model o la
"suerte" del que "le ha tocado" la bono-loto.
La carrera profesional se dirige hacia la búsqueda del micrófono y no
llegar a conseguirlo es simplemente una falta de velocidad en los últimos
metros o un déficit en la suerte para "ser tocado".

                          Crítica del trabajo (asalariado)
                                    -Mar Traful-
El Cid asusta a los moros

Apoyados en la "ideología de los recursos humanos", que apareció como
doble respuesta para hacer frente a la crisis económica además de para
superar la crisis del trabajo, y a pesar de esa magnífica maquinaria de
exterminio, de esa "ideología de los triunfadores", que es el invento de la
carrera de competencias, incluso a pesar de la persistencia de los datos de la
encuesta de población activa en los últimos 20 años, nuestros políticos se
ven obligados al discurso hipócrita y siguen empeñados en vendernos el paro
como una lacra transitoria de la que vamos a salir tras la aplicación de las
correctas medidas económicas, al módico precio de un pequeño esfuerzo
que pasa por la precarieda misma. Algo así como, "al pleno empleo por la
precariedad laboral" , lo que por otra parte no hace sino mostrar lo
anticuado de su look ideológico en esta materia, en la que se remontan, no
ya 20 años, sino hasta los fisiócratas y sus robinsonadas.

Si las leyes de pobres fueron abolidas para que las personas aceptaran
trabajar por la misma hogaza de pan que la abolición de las "poor law"
les quitaban; si la ética del trabajo tuvo, entonces, que imponerse con la
amenaza del hambre; hoy se utiliza la amenaza de la muerte social del
desaliento excluyente, para sostener la misma ética cabalgando muerta
sobre las espaldas de los trabajadores y asustando a los sin trabajo como el
Cid sobre Babieca cuentan que asustaba moros.

El caso es, y nos alegramos mucho de ello, que todos sabemos que el
pleno empleo ha desaparecido del orbe de nuestras posibilidades y, lo que
es mejor, de nuestras expectativas. Sabemos que sólo el 25% de la
población activa es imprescindible para mantener los índices de
crecimiento, mientras estos sean "sostenibles", y que con otro       25%
pululando en una precariedad más o menos esperanzada, el consumo se
mantiene hipotecando vidas al por mayor, y las elecciones podrán seguir
dando una cobertura legitimadora a un sistema que, por lo demás, ya ha
demostrado sobradamente que no necesita para imponerse
de legitimación alguna.

El salario social puede institucionalizarse en forma de trabajo basura. En
vez de una renta incondicional de ciudadanía, nuestros políticos están
preparando "la plena precariedad del pleno empleo". Hoy están montando una
forma de asistencia social al paro consistente en un simple secuestro del
tiempo de vida, un tiempo para la humillación y el control a través de un
trabajo claramente inútil, que será la única manera de conseguir la hogaza
de pan para quien no sabe ganársela en la "justa competición" hacia ese 25%
de los currantes necesarios.

                          Crítica del trabajo (asalariado)
                                    -Mar Traful-
Robinson quiere subir al podio

Cuentan que desde el movimiento obrero quisieron asaltarse los cielos, pero
lo cierto es que, hoy, sólo aspiramos a llegar al puesto de trabajo
antes que nuestros competidores.

Más que nada por una simple cuestión estética la carrera y no es cruenta
como en los viejos colonos del antiguo Oeste Americano. El ministro Arenas lo
dejó muy claro con una terrible frase cargada tanto de valores reaccionarios
como de comedida sensatez:

"Ningún trabajador será viejo para el mercado de trabajo si está preparado y
cualquier trabajador será un viejo si no está preparado."

He aquí la última robinsonada que en una sola frase da por supuesta, tanto la
soledad a que nos han arrojado tras la derrota del movimiento obrero
como nuestra humillante obligación de prepararnos constantemente para
mejorar los intereses de las empresas en el mercado y la incruenta (de
momento) carnicería que nos enfrenta a unos con otros por la búsqueda de
empleo; eso por no hablar de la consideración de la palabra "viejo"
que subyace en la frase. Como decían unos amigos:

"Hay que ser joven y dinámico, pertrecharse una sonrisa de oreja a oreja hasta
querer mear y no echar gota."

La frasecita del ministro pretende una movilización general de las fuerzas y
energías de los parados para competir entre sí (se nos han adelantado los
señores del mando) que será premiada con la humillante paga de un salario
social condicionado al ejercicio de cualquier imbecilidad. La cooperación
social se produce compitiendo, y desde aquí plantearse una lógica de la
liberación, a partir de la unión de las fuerzas de los que las emplean para
hacerse la guerra entre ellos, no parece muy sólido.

La solidaridad, que según nos cuentan se extendía como el agua en una
esponja en aquellos años de la reciente prehistoria del movimiento
obrero, se ha desplazado hoy como mercancía cultural que se dirige a las
víctimas de algún terremoto o hambruna, hacia los refugiados de alguna de
las rentables guerras que han ensangrentado y mutilado los márgenes de
nuestro mundo occidental tras el final de la guerra fría. Hoy hay que ser
cínicamente solidario con las "víctimas de occidente" mientras intentamos
hundir la cabeza del compañero de trabajo en una bañera de mierda.

La competitividad es la nueva ideología del trabajo, los mejores triunfan y
los otros no asustan a Robinson porque ellos mismos se culpabilizan. El
resumen de esta causa-consecuencia de nuestra reveladora derrota lo hacía
un famoso ciclista al principio de la vuelta a España 99:

                          Crítica del trabajo (asalariado)
                                    -Mar Traful-
"Otros tienen más posibilidades que yo, pero yo también tengo las mías y me
dejaré la salud en las montañas para lograr subir al podio". La imaginación para
el poder”

Con la expropiación del valor de la fuerza de trabajo, al obrero aún le
quedaba un recinto clandestino que          le permitía alguna forma de
comunicación con       sus iguales, desde una conciencia no enajenada
dispuesta a soñar otra vida. La expropiación de la comprensión del
proceso productivo por parte del trabajador, sumergido en un rincón
de la portentosa maquinaria diseñada desde "las alturas", tampoco acabó
con la posibilidad de soñar otro mundo, sueño que no perdimos ni con el
secuestro de más de la mitad de nuestro tiempo despiertos.

Pero al fin nos han vencido, tras el formidable desmantelamiento de la
centralidad obrera y la consiguiente desactivación de nuestras fuerzas en el
conflicto entre capital y trabajo, nos doblegamos de tal modo que
nuestra falta de resistencia dejó sin capacidad innovadora el avance
tecnológico, y hoy ya se requiere nuestra imaginación, se exige nuestra
capacidad     de comunicación. Nuestra sociabilidad es ya toda ella
mercancía, todo nuestro tiempo, dormidos o despiertos, ha sido arrojado del
mundo de los sueños. Un directivo de IBM decía citando a uno de sus
maestros:

"Hay que preparar la organización modificándola de manera que los obreros
amen su trabajo, se adhieran a los fines de la empresa y movilicen las reservas
de productividad y saber que guardan en su poder".

Los incentivos a las ideas de mejora de la producción, la creación de los
departamentos de métodos y procesos, de recursos humanos, las jornadas
flexibles, el trabajo por objetivos, el trabajo en equipo, las competencias
de comunicación y de juicio, la estructura matricial de las empresas, en fin
toda la parafernalia de la mejora continua y la calidad total, la estrategia
para la autoocupación, van dirigidas a esa salvaje apropiación de nuestra
sonrisa por parte del capital, a esa perversa usurpación de cualquier
potencial posibilidad de ensayar alguna forma de comunicación sincera y
real, a la desaparición de los iguales, los amigos.

"Nuestros directivos tienen la obligación de mantener conversaciones
espontáneas con los trabajadores."

Es curioso,      indignante y revelador comprobar como, junto a la
organización "postfordista" en la gestión de las ilusiones de los parados
dirigida a escoger los "mejores" para las grandes empresas, convive la
estructura "neofordista" de los trabajadores en los pequeños talleres y
empresas externalizadas dependientes de la empresa madre.
La concepción instrumental del trabajo que nos permitió desembarazarnos
de una ética racionalista, aupándonos en el rechazo del trabajo mismo y
la reivindicación de un puesto mejor pagado, aquella capacidad nuestra

                           Crítica del trabajo (asalariado)
                                     -Mar Traful-
para determinar los salarios, ha quedado atrás. Hoy en las modernas
ideologías de los recursos humanos, el trabajo se ha convertido en un lugar
al que hay que llegar, en un modo de integración o muerte social.
Hoy todos mentimos sabiendo que mentimos porque la verdad es evidente
y terrorífica, hoy la terrible    evidencia de     la verdad nos      tiene
inmovilizados en este movimiento obsesivo y recurrente para llegar a la
meta, nos tiene confinados, desprovistos de sueños, atenazados por el
miedo a quedar excluidos del reparto de la nada, tan decorada ella, de
vagos conceptos vacíos.

                         Crítica del trabajo (asalariado)
                                   -Mar Traful-
La Mentira es Verdad

No hay nada que desvelar. No hay alienación. La mentira es nuestra. La
mentira es verdad. La mentira que nos hace libres es la misma que nos
mantiene sujetos a las leyes del sentido común, la capacidad de mentir mide
nuestra inteligencia como capacidad de adaptación. Mentir vendiéndose es de
sentido común y la única manera de poder comprar la nueva mentira deseada.

El valor del trabajo se ha desvanecido en una doble vertiente, por un lado la
económica como "ley del valor" y, por otro, la simbólica como "identificador y
dador de identidad".

Ya nadie duda que el precio de las mercancías no tiene ninguna relación
medible con el tiempo de trabajo invertido en ellas. La capacidad productiva de
las máquinas, que contienen en ellas una incontable cantidad de trabajo muerto
y una inconmensurable potencia cristalizada de la inteligencia general, es tan
inmensa que para satisfacer las necesidades materiales y espirituales de todos
los hombres de la tierra, el trabajo sería casi innecesario.

El trabajo es innecesario, pero nos vemos inducidos por la lógica del mercado a
invertir una gran cantidad de trabajo en generarnos urgentes espiritualidades
superfluas, que son a su vez las necesidades que nos aprisionan, queriendo
hacer reales las informaciones sobre la escasez de recursos. La propia
producción "cultural" es esa infraestructura productora de las necesidades de
los siervos de sus propios productos, el vehículo utilitario, el teléfono móvil, el
ordenador personal, el fin de semana aventurero, en fin, el todo a 100 y a
doscientos por hora.

Así que en este mundo la mercancía por excelencia, el dinero, se ha convertido
en el aire que respiramos y todos tenemos miedo a morir de asfixia.
Puesto que ya no entendemos por qué estamos amontonando, repartiendo y
volviendo a almacenar papeles o cajas que contienen mensajes, informaciones
y otras mercancías que ni conocemos ni tenemos ya ningún interés en conocer,
seguros como estamos de su inutilidad para la vida, ¿por qué seguimos con
esta obsesión de Sísifo? No lo entendemos, pero necesitamos el dinero para
respirar, así que lo hacemos, con lo que cumplimos religiosamente con el
parámetro fundamental a través del cual miden los ministerios nuestra
ocupabilidad, estamos motivados para trabajar y por lo tanto tenemos motivos
para prepararnos constantemente con el objetivo de buscar empleo, y en
condiciones de alimentar la insaciable industria del paro.

"No me interesa lo que hago, no comprendo para qué lo hago, no quiero saber
si estas cajas contienen muslos de pollo o minas antipersonas, yo no puedo
cambiar nada, sólo me interesa cuánto me van a pagar por ello . Yo no quiero
ser un asfixiado".

                            Crítica del trabajo (asalariado)
                                      -Mar Traful-
Ocuparse en el esfuerzo de la ocupación

Según las modernas doctrinas de la inserción laboral, los parámetros de la
ocupabilidad son: deseo de trabajar, motivación para buscar empleo,
capacidad de imprimir un orden en la tarea de búsqueda,              disposición
para adquirir la información necesaria, capacidad de esfuerzo para mejorar
la preparación como trabajador y además actitud positiva, ánimo diligente,
autodisciplina, confianza en uno mismo y espíritu de lucha junto a otros.

Mantener viva la competitividad por el mercado laboral es muy rentable,
por eso se invierte tanto dinero en la "atención a los desempleados". Cada
parado no desalentado es un trabajador gratis en la industria del
paro, y los desalentados cumplen la función disuasoria para quien esté
tentado de no jugar a este juego cabrón. Impagable función, por cierto. La
expresión más perfecta de la derrota es la figura de un "trabajador sin
trabajo" echándose la culpa de su "fracaso", un hombre desactivado, un
muerto social, un parado de larga duración o un "desalentado" como le
llaman los legisladores antes de descontarlo de las estadísticas que hasta
entonces aún lo incluían entre la población activa.

"Hay que mantener viva la esperanza, no desalentarse, luchar, buscar,
esforzarse y si no, no hay de qué quejarse."

A estas doctrinas, hoy, les resulta operativo separar el deseo de trabajar
de la motivación para el trabajo, (que no el trabajo del salario) porque el
dinero no aparece como la motivación única y porque son muy pocos los
que se atreven a cuestionar la necesidad del trabajo mismo que se presenta
cínicamente como un derecho.

Valores tan arcaicos como la modernización constante y el progreso siguen
siendo valores en boga y menos cuestionables que la monarquía o el
ejército, dado que aquellos lo son del sentido común; son las flores más
cuidadosamente regadas de la cultura, parece como si todos supiéramos
a dónde vamos cuando en realidad sólo vamos corriendo tras el dinero.
Y es que el dinero se ha convertido en la única manera de poder estar en
el mundo, y su búsqueda la única razón de la vida. Así pues, los ministerios
pueden estar contentos porque la mayoría aún somos ocupables y el
dinero es el único que vive.
El dinero es el Único.

Frente al todos contra todos, sólo con los solo. Si aún queda algún espacio
para lo político, desde luego no está ya en el puesto de trabajo, y en la
legión del paro todo el mundo está preparándose por su cuenta para
subir al podio. Hoy, no es "conformarse con poco" el ser capaces de
construir redes de complicidad, redes que sólo pueden apoyarse en los
gestos de quienes aún son capaces de juntarse para hacer algo que no sea
atravesado en diagonal por la lógica del mercado como única directriz y
medida. Hoy la acción política pasa por extender esta red difusa de

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                                     -Mar Traful-
complicidades precarias con el objetivo de fortalecer "las soledades
resistentes" que en sus movimientos de afirmación intentan cortocircuitar la
angustia a que han sido arrojadas cada una en la inevitable lucha del
todos contra todos. No es conformarse con poco recuperar en acto una
sociabilidad    real entablada entre quienes ni se resignan, ni quieren
engañarse. No es tan poco saber que no estás sólo no podemos establecer
una teleología fuera de los criterios de la rentabilidad, tampoco podemos
descartar la posibilidad potencial de una subversión total del orden todo.
La publicidad se dirige a "ti", a tu soledad para que te distingas haciéndote
idéntico. Los movimientos de las "soledades resistentes" quieren huir de la
identificación en el mercado, quieren escapar a la capacidad unificadora del
dinero y se resisten a ser pura mercancía. El dinero no muere, pero queda
reducido a simple metal cuando la humedad de nuestras soledades pueden
hacerse un guiño cómplice, escupiendo con ello al rostro de los peleles que
lo han convertido en el
Único.

Que la economía reviente, que el progreso se fije en otros para avanzar, que la
modernización marque el paso del tiempo para los que no tiene amigos, que la
ansiedad se los coma mientras yo contemplo las gotas de lluvia esparcirse en el
cristal de las ventanas de nuestra casa apoyado en la tristeza de los que no
servimos al dinero y que aunque nunca hemos jugado ya nos ha tocado la
bonoloto. Nosotros cogemos lo que es nuestro allí donde esté, robamos en el
supermercado, queremos vivir ya y no podemos esperar al futuro. Que nos
dejen en paz y que nos den dinero gratis, pero como no creemos en los reyes
magos ni en las hadas madrinas lo vamos a coger directamente y mientras
cambiamos de sitio con la discreción de nuestro anonimato, levantamos el dedo
índice con el puño cerrado y con un corte de mangas decimos a quien quiera
oírlo:
-¡¡que nos quiten lo bailau... !!

                           Crítica del trabajo (asalariado)
                                     -Mar Traful-
Diario de Campaña

En algún lugar del s. XX... La campaña Dinero Gratis no nace vinculada a
ningún evento político concreto. Tampoco es una reivindicación. Es una
propuesta de experimentación que da nombre al malestar compartido por
precarios, parados, asalariados... por ti, que tan poco tienes que ver
conmigo... y por mí que ni siquiera sé lo que soy. Es el malestar de todos los
que nos resistimos a las formas de sumisión que el dinero reparte e impone y
a sus dos armas implacables: el miedo y la soledad. Cuando las
cuestiones más importantes que definen tu trabajo son "a cuánto te pagan
la hora" y "cuántas semanas dura tu contrato", está claro que tu precariedad
es sólo tuya, tu hipoteca es sólo tuya, tu fracaso es sólo tuyo... y tu
resistencia, si la soportas, también. Dinero Gratis no inventa nada, porque tú
lo sabes ya todo: es el grito adormecido en el miedo que regula tu vida, es
el canto que silencias porque te hace enloquecer, es la risa que contienes
porque haría temblar los cristales de tu oficina. Pero la campaña Dinero
Gratis lo tiene todo por inventar. No tiene fechas. No tiene prisa. Pero la
anima una terrible urgencia: la que se hace sentir cada día cuando suena,
en cada casa, el despertador. Aliada de todas las formas de resistencia que
de una forma u otra desocupan, sabotean y reinventan esta vida
tan insoportable, la campaña Dinero Gratis no es la organización de
un movimiento político más: nace como un grito de asco contra la miseria
cotidiana.

En las calles de un siglo que no empieza... Durante unos meses, la violencia y
la complicidad de las palabras que dicen este grito han invadido las calles de
la ciudad. DINERO, en primer lugar, en grandes bandas blancas. "¿Cómo?
¿Dónde, dónde? Yo quiero..." Éstas eran las respuestas inmediatas,
formuladas con picardía y risas socarronas. Todos sabíamos, aún, de qué
estábamos hablando.

DINERO GRATIS, con su correspondiente banda roja, vino tres semanas
después. Las reacciones se           disparan: algunos "&iquestDónde?, yo
quiero..." se hacen más entusiastas que nunca y las risas se descaran, otros
esconden su estupor en el silencio, el ciudadano hace sentir su ofensa
("sois niños sin escrúpulos, no sabéis lo que vale la vida"), algún moderno
pide carteles para completar su colección y más de un avispado nos
ofrece lecciones sobre cómo conseguir dinero gratis de verdad... Cerebros
suspicaces se huelen que hay algo detrás: "¿qué queréis?..." "¡Lo mismo que
tú!" Manos anónimas y nocturnas arrancan con furia y aplicación sistemática
los carteles... Y la policía hace su aparición: DNI y golpecitos en la espalda
("ya me gustaría que mis hijos fueran tan activos como vosotros"). No ha
llegado el nuevo siglo y en Barcelona se respiran aún aires de distensión y
tolerancia. Pero las palabras no cesan. En imágenes blancas, negras y rojas,
como en las vanguardias más clásicas, aparecen manos blancas que
proclaman "Pasta ya", manos blancas cuyo trabajo sobre el tiempo "ensaya la
muerte", manos blancas empuñando los barrotes del dinero, para liberarse
del dinero dándose dinero; manos blancas, finalmente,             capaces de

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                                    -Mar Traful-
celebrar, atrevidas, que "No queremos trabajo. Queremos dinero" Son
palabras violentas porque hablan del sufrimiento que cada uno tiene ya
instalado en su casa y no quiere ver. Son una bomba para el sentido común.
Son un garrotazo que sólo puede provocar la risa o la rabia. Pero por eso
mismo las del Dinero Gratis son palabras cómplices. Cuando no tenemos
credos, ideologías ni horizontes que compartir y el trabajo no ofrece la
identidad de un conflicto común, hay que apuntar a lo más sucio, a lo más
presente y lo más callado, a lo más intocable y lo más duro: el dinero.
Dinero Gratis: las calles se limpian, pero se enciende la rabia y se contagia
el temblor de la risa.

Dinero Gratis: Bcn 2001

La campaña Dinero Gratis no tiene fechas, pero a Barcelona le regalan una:
el 25 de junio del 2001. Y lo hace, como es bien sabido, el Banco Mundial.

Aunque la fiesta resulta aguada porque el invitado no hace acto de
presencia, la calle cambia. El efecto sobre las palabras, cómplices y
violentas, que habían estado diciendo el grito del Dinero Gratis es paradójico
y muy curioso (o no tanto). Por un lado, se multiplica hasta dimensiones
insospechadas su visibilidad . Los cuerpos que salen en las manis de fin de
junio se "abanderan" con cintas adhesivas de Dinero Gratis, los tute bianche
sellan sus armas con esas mismas cintas, pegatinas pequeñas adornan, a
modo de marca, el pecho de las camisetas, niños pequeños se pasean con
Dinero Gratis en la gorra, las calles se cortan con larguísimos plásticos de
Dinero Gratis... A gritos de "Dinero Gratis" un Reclaim the Streets asalta la
Casa del Libro y hace volar cientos de libros sobre una multitud que baila... Y
por otro lado, la rabia y la complicidad del grito del Dinero Gratis caen en un
pavoroso silencio. En la calle, en las bocas, en los medios oficiales e
independientes. Visibilidad silenciosa, ésa sería la situación del Dinero Gratis
en la Bcn 2001.

Hay algo que no se puede decir, un temblor que necesita ser calmado, un
viento demasiado fuerte. La radicalización se hace escuchar más allá del
alegre catacrás de un escaparate roto. No es fácil sentir la risa demoledora
del Dinero Gratis e ir a trabajar al día siguiente. Es más llevadero
entusiasmarse por ese "lejano día" en que otro mundo va a ser posible.

                           Crítica del trabajo (asalariado)
                                     -Mar Traful-
En el estallido del s. XXI

¿Y ahora qué? Génova, la caza de inmigrantes sin papeles y el polvo que aún
ahoga las calles de Nueva York parece proclamar que, ahora sí ha
empezado un nuevo siglo. Recrudecimiento policial y militar: la política,
sin tapujos, es ya un ejercicio continuado de guerra: contra el extranjero
(delincuente, antisistema o terrorista) y por la seguridad. En Europa, a esta
guerra se la añade el chantaje ideológico del diálogo: o hablas y negocias
conmigo o eres un terrorista. De ahí la importancia, a pesar de los baches en
el camino, de la propuesta, tan barcelonesa, del Forum Universal de las
Culturas 2004. Y mientras, miles de inmigrantes siguen esclavizándose en
tierra o perdiéndose en el mar. Guerra, migraciones y chantaje
multicultural: ¿Qué pinta el Dinero Gratis en todo esto? Pues todo. Seguir
emitiendo, con nuevas palabras, prácticas y ensayos, ese grito de asco
contra la miseria cotidiana, violento y cómplice a la vez, deberá poner
sobre la mesa tres cuestiones decisivas: una, que la intervención política
subversiva, por graves que sean las nuevas circunstancias, no puede quedar
reducida a planteamientos puramente antimilitares y antirrepresivos. Un
mundo sin "guerras" y con policías "más democráticos" no garantiza que
nuestras vidas sean menos insoportables. Dos: que el Dinero Gratis es la
violencia que no admite cortes. ¿Dónde están los buenos y dónde están los
malos cuando se apunta al corazón? El Dinero Gratis no se explica, no se
argumenta, no se negocia ni se dialoga acerca de él. El Dinero Gratis, de ahí
su visibilidad silenciosa , desvela como falsa e hipócrita toda crítica
"buena". La risa temblorosa del Dinero Gratis hace imposible "hablar". Exige
inventar otro lenguaje con el que poder decir que rechazamos
absolutamente esta sociedad. Y tres: irrumpir una y otra vez con las
palabras y los cuerpos del Dinero Gratis, con esa campaña que siempre lo
tiene todo por inventar, significa, finalmente, que nuestras prácticas no
quieren ser simplemente una respuesta. A Barcelona, como a Madrid y a
Sevilla (e imaginamos que también a Afganistán y a Irak y a tantos otros), le
han regalado de nuevo una fecha: Marzo del 2002.

Pero el despertador sigue sonando cada día. Y con Dinero Gratis queremos
ser nosotros quien marque el calendario. No hay ningún mundo que
esperar. Marcar el calendario es afirmar, hoy mismo, que "otra okupación es
posible", "otra expropiación es posible", "otro amigo es posible"...

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                                       -Mar Traful-
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