La Doctrina Social de la Iglesia ante el libre mercado

 
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La Doctrina Social de la Iglesia ante
el libre mercado
IGNACIO M. DE LA RIVA

1. Carácter instrumental de la economía              social), y que es la ética la que proporciona las
como fundamento de la postura de la DSI              directrices que sirven de guía para alcanzar tal
sobre el tema                                        felicidad6. Si se omite toda atención a las consi-
                                                     deraciones morales, es posible aventurar que,
    La reflexión social de la Iglesia, que cuenta    al menos en el largo plazo, las opciones técni-
ya con un desarrollo secular, parte de la cons-      cas adoptadas en el campo económico estarán
tatación inicial de la dignidad de la persona        irremediablemente destinadas al fracaso.
humana, centro y culmen de la creación ente-
ra1. Tal punto de partida es igualmente válido
y aplicable a las enseñanzas pontificias relati-     2. Valores de la libertad de iniciativa
vas a la economía2, como que ella es uno de          económica
los sectores de la realidad social estudiada. Es
posible afirmar, en consecuencia, que la DSI            La economía de mercado se define como
sobre la actividad económica –y, por tanto, so-      un sistema de organización económica regido
bre el mercado- descansa en el carácter instru-      por la libre iniciativa de vendedores y compra-
mental que la economía tiene para el desarro-        dores que coordinan sus decisiones a través
llo humano3, lo que equivale a decir que ella        del mercado, sin que ninguna autoridad reco-
se encuentra al servicio del bien del hombre, y      ja la información sobre las necesidades de-
no a la inversa.                                     mandadas en orden a planificar los suminis-
    Esta premisa implica introducir en el análi-     tros. Es, más bien, el propio mercado el que
sis de la realidad económica un elemento que         proporciona dicha información, la refleja en
podría suponerse externo a ella, en la medida        los precios, y da lugar así a la satisfacción orde-
en que se la conciba como un ámbito regido           nada y eficaz de tales necesidades7. Tal como
exclusivamente por criterios técnicos. Tal com-      lo afirma Horst Siebert, las sociedades que op-
ponente pretendidamente exógeno proviene             tan por este modelo económico asumen que
de la ética. Ésta, sin embargo, no se inmiscuye      el hombre es el mejor juez de sus acciones y
en el campo económico de manera capricho-            preferencias, y que es capaz de elegir entre va-
sa, sino que su injerencia viene justificada, pre-   rias alternativas de forma libre y racional8.
cisamente, por la primacía del bien de la per-          A través de la fijación de precios resultante
sona que resulta inherente a toda actividad          de la ley de la oferta y la demanda, el mercado
humana.                                              resuelve, guiado por la búsqueda de la mayor
    En suma, y sin con esto desconocer la legíti-    eficiencia, los tres problemas básicos de la eco-
ma autonomía del saber económico4, está cla-         nomía, a saber: (i) qué bienes y servicios se
ro que la felicidad constituye el fin último de      han de producir (su cantidad y calidad), (ii)
todo quehacer humano 5 (también el de índole         cómo se los ha de producir (es decir, cómo se

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asignarán las personas y los recursos materia-        de producción, de la libre creatividad huma-
les disponibles), y (iii) para quién se han de        na en el sector de la economía, la respuesta
producir (esto es, cómo se distribuirán las ren-      c i e rtamente es positiva, aunque quizá sería
tas generadas en la producción). En una eco-          más apropiado hablar de ‘economía de em-
nomía planificada, en cambio, son los poderes         presa’, ‘economía de mercado’ o simplemen-
públicos quienes toman estas decisiones9.             te de ‘economía libre’. Pero si por ‘capitalis-
    La doctrina pontificia se ha ocupado reite-       mo’ se entiende un sistema en el cual la liber-
radamente de destacar las bondades de la eco-         tad, en el ámbito económico, no está encua-
nomía de mercado, en cuanto respetuosa de la          drada, de forma estable, en un contexto polí-
libertad individual y de la libre iniciativa priva-   tico que la ponga al servicio de la libertad hu-
da, reputando a esta última como el primer            mana integral y la considere como una parti-
motor de la economía10. Al respecto, enseña el        cular dimensión de la misma, cuyo centro es
actual Papa que el reconocimiento del dere-           ético y religioso, entonces la respuesta es ab-
cho a la iniciativa económica no sólo redunda         solutamente negativa”13. He aquí condensado
en provecho del propio individuo sino tam-            magistralmente lo esencial de la postura de la
bién del bien común, tal como ha quedado              DSI sobre el tema de la economía de merca-
demostrado merced a las nefastas consecuen-           do, cuyas pautas procuraré desarrollar breve-
cias a que conduce la negación de tal derecho,        mente en los capítulos siguientes.
que al abolir la capacidad creadora engendra
en los ciudadanos pasividad y sumisión al apa-
rato burocrático, con los consabidos resulta-         3. Los límites del mercado
dos11. En esto se aprecia, como lo destaca el
mismo Juan Pablo II, cómo “la ineficiencia del           Como ha quedado de manifiesto en el pá-
sistema económico (…) no ha de considerarse           rrafo transcrito al final del capítulo preceden-
como un problema puramente técnico, sino              te, el juicio favorable que ha merecido a la DSI
más bien como consecuencia de la violación            la economía de mercado no está libre de algu-
de los derechos humanos a la libre iniciativa, a      nas matizaciones de innegable consideración,
la propiedad y a la libertad en el sector de la       todas ellas tendientes a demostrar, en definiti-
economía”, cuestión ésta eminentemente mo-            va, que cuando se absolutiza la libertad indivi-
ral12.                                                dual y se olvida su necesaria subordinación a
    Es interesante ver cómo tras el derrumbe          fines más elevados, el modelo socio-económi-
de los regímenes comunistas, que modificó el          co resultante se vuelve contra el hombre14. De
escenario mundial hasta el punto que la alter-        allí que sea imprescindible conocer las limita-
nativa capitalista hoy predominante pudiera           ciones del sistema de libre mercado expuestas
parecer la única opción posible, el magisterio        por el Magisterio.
papal se ha concentrado más puntualmente                 En primer lugar, no todas las necesidades
en precisar los valores y falencias del modelo        humanas fundamentales resultan satisfechas a
de libre mercado. La cuestión se plantea, en          través de la dinámica del mercado. Existen,
efecto, en toda su crudeza en la encíclica Cen-       por un lado, bienes que no son vendibles, en
tesimus annus, donde el actual Pontífice se           el sentido de que no alcanzan un precio sufi-
pregunta si “se puede decir quizá que, des-           ciente como para asegurar su producción o,
pués del fracaso del comunismo, el sistema            simplemente, carecen de todo valor económi-
vencedor sea el capitalismo, y que hacia él es-       co (como es el caso de ciertos bienes espiritua-
tén dirigidos los esfuerzos de los países que         les o afectivos), lo cual no significa que no
tratan de reconstruir su economía y su socie-         sean tanto o más necesarios para el desarrollo
dad”. Frente a semejante interrogante el Papa         pleno del hombre. Asimismo, hay personas
advierte que “si por ‘capitalismo’ se entiende        que no cuentan con los medios para comprar
un sistema económico que reconoce el papel            lo indispensable para su subsistencia y desarro-
fundamental y positivo de la empresa, del             llo personal, con lo que el libre intercambio
mercado, de la propiedad privada y de la con-         no les garantiza que contarán siquiera con lo
siguiente responsabilidad para con los medios         mínimo que les corresponde en razón de su

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dignidad humana15.                                   de vista del interés general. La explicación de
   A este último respecto, es acuciante la de-       este nuevo fallo del mercado emana, confor-
nuncia formulada por el actual Vicario de            me lo indican los propios economistas, de la
Cristo de que “hoy muchos hombres, quizá la          presencia de externalidades, es decir, costos
gran mayoría, no disponen de medios que les          de producción que no son recogidos en el pre-
permitan entrar de manera efectiva y humana-         cio del bien elaborado21. Otro tanto ocurre
mente digna en un sistema de empresa, donde          con servicios tales como la vigilancia o con bie-
el trabajo ocupa una posición realmente cen-         nes públicos como los parques, que una vez
tral. No tienen posibilidad de adquirir los co-      producidos son aprovechados por todos de
nocimientos básicos que les ayuden a expresar        manera indivisible, lo que hace imposible su
su creatividad y desarrollar sus capacidades.        sometimiento al sistema de mercado, ya que
No consiguen entrar en la red de conocimien-         nadie estaría dispuesto a pagar individualmen-
tos y de intercomunicaciones que les permiti-        te por ellos22.
ría ver apreciadas y utilizadas sus cualidades.         Una nueva insuficiencia del mercado viene
Ellos, aunque no explotados propiamente, son         dada por su incapacidad para determinar la
marginados ampliamente, y el desarrollo eco-         bondad, desde el punto de vista ético, de los
nómico se realiza, por así decirlo, por encima       bienes demandados (y, por consiguiente, pro-
de su alcance, limitando incluso los espacios        ducidos). El qué producir es decidido única-
ya reducidos de sus antiguas economías de            mente en función del precio, independiente-
subsistencia”16. Se trata, en suma, de la inope-     mente de que se trate de bienes inmorales o
rancia de la economía de mercado para incor-         que propendan a satisfacer necesidades artifi-
porar a su circuito a quienes se encuentran          ciales. Esta desviación de la actividad económi-
fuera de sus fronteras por carecer de toda ca-       ca de su misión de contribuir al verd a d e ro
pacidad para competir, lo cual nos habla de          bien del hombre alcanza su máxima expresión
una falencia del modelo en lo que hace a una         en la cultura del consumismo hoy tan extendi-
distribución justa de los bienes, en la medida       da, la cual reconoce, en última instancia, un
en que a algunos no les asegura ni siquiera          doble origen: las elecciones inadecuadas de
aquello que les pertenece en atención a su           los consumidores, por un lado, y la influencia
condición de hombres17.                              de la publicidad que mueve a desear ese tipo
   Ciertamente, la dificultad apuntada puede         de productos, por otro23.
ser subsanada mediante la aplicación de un              Por último, tampoco es autosuficiente el mer-
sistema de impuestos y subsidios progresivos         cado para contrarrestar por sí mismo los dese-
(que ya nos alejaría del esquema de economía         quilibrios que pudieren provenir de la fijación
de mercado en su estado puro)18, que a través        de precios al margen del juego espontáneo de la
de transferencias modifique la distribución de       oferta y la demanda. Es lo que ocurre cuando
riqueza que resultaría de las solas fuerzas del      ciertos grupos concentran buena parte del po-
mercado, allí donde ella lleve a los extremos        der económico de un determinado sector y, me-
de injusticia aludidos19. Las políticas de seguri-   diante la concertación de políticas comerciales,
dad social cumplen también un importante             logran imponer un determinado precio. O ya,
papel en este sentido.                               en el caso extremo, cuando existe una situación
   Otra limitación del sistema de libre compe-       de monopolio24. Este tipo de situaciones suele
tencia se observa en lo que hace a la defensa y      ser, según lo advirtiera la propia la DSI, el resul-
preservación de los bienes colectivos, para lo       tado de una competencia económica llevada
cual los mecanismos del mercado no resultan          hasta el límite y huérfana de un marco jurídico-
idóneos. Así ocurre, por ejemplo, con el caso        institucional que le sirva de cauce25.
del medio ambiente20. Es que la eficiencia en
la asignación de los recursos que brinda el
mercado es rigurosamente tal desde la pers-          4. Necesidad de un marco institucional
pectiva individual, pero ella no siempre se
compadece con el más racional apro v e c h a-          La conveniencia, o, si se prefiere, necesidad
miento de los mismos recursos desde el punto         de que el Estado intervenga en la economía

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ha sido un tema de profundo debate durante          en particular la economía de mercado, no
los dos últimos siglos, en términos más ideoló-     puede desenvolverse en medio de un vacío
gicos en un primer momento, y más técnicos          institucional, jurídico y político. Por el contra-
después. El liberalismo individualista surgido a    rio, supone una seguridad que garantiza la li-
fines del siglo XVIII pregonaba la total y abso-    bertad individual y la propiedad, además de
luta abstención del poder público en el mun-        un sistema monetario estable y servicios públi-
do económico, mientras que los precursores          cos eficientes. La primera incumbencia del
de las ideas socialistas planteaban más bien        Estado es, pues, la de garantizar esa seguri-
que la conducción del proceso económico es-         dad, de manera que quien trabaja y produce
tuviera en manos del Estado, fundamental-           pueda gozar de los frutos de su trabajo y, por
mente a través de la propiedad pública de los       tanto, se sienta estimulado a realizarlo eficien-
medios de producción. La Iglesia criticó desde      te y honestamente”31.
el principio ambas posturas extremas26, cuyas          Este marco jurídico institucional debe ten-
consecuencias sociales la historia se ocupó de      der, en primer lugar, a garantizar el pleno res-
poner en evidencia.                                 peto de los derechos fundamentales en el ám-
     Es innegable que el despliegue de la activi-   bito de la economía, pero tiene también por
dad económica, y, por ende, el funcionamien-        meta el evitar que se produzcan situaciones
to del mercado, guardan una íntima relación         que impidan el correcto funcionamiento del
con el bien común de la sociedad toda, lo que       mercado competitivo, fomentar el crecimien-
obliga a la autoridad pública a intervenir en       to económico y el pleno empleo, asegurar un
alguna medida27. Hoy en día ya no se discute        sistema monetario estable, acudir en defensa
este hecho en sí, sino más bien el grado y las      de los bienes colectivos, atender a la satisfac-
circunstancias en que tal injerencia pública en     ción de las necesidades primordiales de los
el campo económico debe tener lugar. Para la        más menesterosos y velar por una más equita-
DSI, la regla sobre la base de la cual ha de di-    tiva distribución de la riqueza entre todos los
lucidarse esta cuestión viene proporcionada         hombres32.
por el principio de subsidiariedad, enunciado
por las encíclicas papales hace ya casi setenta
años28. Merced a él, queda claro que la iniciati-   5. El papel de la empresa y de las asociaciones
va privada goza de la primacía en el proceso        intermedias
económico, pese a lo cual corresponde al po-
der público ayudar en todo aquello que el sec-         Hemos señalado el papel rector que para la
tor privado no alcance por sí solo a satisfacer     DSI cumple el principio de subsidiariedad en
las exigencias del bien común.                      el campo económico, y cómo en virtud del
     La primordial tarea encomendada a la au-       mismo corresponde a la iniciativa privada de-
toridad estatal y que constituye un requisito       sarrollar, en primer término, la actividad eco-
imprescindible para el normal funcionamien-         nómica. En ello desempeñan un rol destacado
to del mercado, es la de establecer y asegurar      e insustituible las empresas y las restantes aso-
un sistema jurídico institucional que haga po-      ciaciones intermedias, sin cuya presencia acti-
sible el sano funcionamiento de la economía         va la injerencia estatal se tornaría irremedia-
l i b re 2 9. Así lo expone Juan Pablo II, para     blemente dominante y absorbente frente al in-
quien al Estado “le corresponde determinar          defenso individuo.
el marco jurídico dentro del cual se desarro-          A dichas entidades corresponde, tanto co-
llan las relaciones económicas y salvaguardar       mo al Estado, controlar el impulso del merca-
así las condiciones fundamentales de una eco-       do para que éste satisfaga verdaderamente las
nomía libre, que presupone una cierta igual-        exigencias fundamentales de la sociedad33. Se
dad entre las partes, no sea que una de ellas       advierte, por tanto, que esta tarea de conten-
supere totalmente en poder a la otra, que la        ción y reorientación de las fuerzas del merca-
pueda reducir prácticamente a la esclavitud”30.     do es responsabilidad concurrente de dichos
El mismo Papa insiste sobre el concepto ex-         cuerpos y del poder público, tocando el prota-
puesto al señalar que “la actividad económica,      gonismo a unos u otro según los casos.

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La empresa, en part i c u l a r, ha llegado a   dencias espontáneas –o inducidas- del merca-
constituir una pieza fundamental en la actual      do en esos campos39.
economía occidental. Ello explica una de las            Más allá de la empresa, existe una gran va-
denominaciones que el presente Papa utiliza        riedad de asociaciones intermedias cuya actua-
para identificar dicho modelo sea la de “eco-      ción incide directamente en el mercado: sindi-
nomía de empresa”34. Es también elocuente el       catos, corporaciones profesionales, asociacio-
hecho de que, al referirse a la modalidad de       nes de consumidores, agrupaciones empresa-
“empresario indirecto” propuesta en la encícli-    rias, asociaciones defensoras del medio am-
ca Laborem exercens -concepto que involucra        biente, etc. Ellas desempeñan una función ca-
a personas e instituciones de distinto tipo y al   pital al interferir en el mercado de forma de
Estado mismo-, el Pontífice deje ver hasta qué     lograr un equilibrio entre su ímpetu natural
punto dicho empresario determina las condi-        hacia el máximo beneficio y la tutela de otros
ciones económicas bajo las cuales deberán          bienes o derechos necesarios para el desarro-
concretarse las negociaciones entre particula-     llo integral del hombre. La jerarquía de este
res, en especial las de índole laboral35.          cometido encomendado a las asociaciones in-
   La encíclica Centesimus annus es rica en        t e rmedias ha sido especialmente destacado
orientaciones sobre el papel que cabe desem-       por la doctrina pontificia al señalar que la res-
peñar a las empresas en la economía. Es en         ponsabilidad primera en la protección de los
ellas donde se concentran y organizan los fac-     derechos humanos en el sector económico no
tores productivos -de entre los que destaca el     corresponde al Estado sino a cada persona y a
trabajo humano-, de manera adecuada para           los diversos grupos y asociaciones en que se ar-
hacer frente a los requerimientos y satisfacer     ticula la sociedad40.
las necesidades que reclama la sociedad mo-
derna. En el seno de las empresas se forman
verdaderas comunidades de trabajo, que dan         6. Propiedad privada y mercado
ocasión a desarrollar virtudes tan importantes
como la diligencia, la laboriosidad, la pruden-       Íntimamente ligado al tema anterior está la
cia en la asunción de riesgos, la lealtad en las   cuestión de la interrelación entre el mercado y
relaciones interpersonales y la solidaridad36.     la propiedad privada, y los límites de uno y
   Esta perspectiva más amplia de lo que signi-    otra que impiden hacer de ellos valores abso-
fica la comunidad empresaria, explica por qué      lutos. Es evidente que el mercado contribuye a
la Iglesia entiende que la obtención de benefi-    crear y distribuir riqueza (haciéndolo según el
cios no puede erigirse en el único índice de la    criterio de la mayor eficiencia). Ella es asigna-
buena marcha de la empresa37, siendo que el        da a los hombres bajo la forma de propiedad
factor humano y el respeto de los derechos de      privada, sin la cual es impensable el funciona-
la persona ocupan el lugar principal. Con to-      miento del mercado41.
do, el resguardo de la faz comunitaria de la vi-      Resulta imperioso, sin embargo, recordar
da empresaria, que debe expresarse también         que el reconocimiento de la propiedad priva-
en una participación activa de los trabajadores    da va inseparablemente unido al principio del
en los asuntos de la empresa, no debe ir en        destino universal de los bienes, al que Juan Pa-
desmedro de la unidad de dirección que se de-      blo II calificara como “el primer principio de
be mantener a fin de hacer posible el desarro-     todo el ordenamiento ético-social”42, el cual
llo de una actividad productiva eficaz38.          pone de manifiesto el carácter relativo del de-
   Por otra parte, al decidir qué bienes ha de     recho a la propiedad privada. Como quedó de-
producir, dónde ha de invertir o qué métodos       mostrado en el capítulo III de este trabajo, el
de producción empleará, la empresa participa       mercado, con todas sus virtudes, no siempre
intensamente en las decisiones de índole mo-       propende a una distribución de la riqueza res-
ral relativas a las opciones y formas de consu-    petuosa de dicho principio cardinal. Por el
mo de la sociedad y a la conservación de un        contrario, no es infrecuente que el reparto de
ambiente natural y humano sanos, enmendan-         bienes resulte tan injusto (de cara al mencio-
do u orientando en uno u otro sentido las ten-     nado principio) que grandes cantidades de

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hombres queden privados incluso de aquello           privada de los bienes de producción, de modo
que les es indispensable para la propia subsis-      que en aquellas circunstancias en que el bien
tencia, y en no pocas ocasiones sin culpa algu-      común lo exija, es admisible que el Estado asu-
na de su parte.                                      ma la propiedad de dichos bienes51.
   Frente a la constatación de este hecho, hoy
evidente a cualquiera, la DSI no se contenta
con insistir una y otra vez sobre la vigencia de     7. El mercado y el mundo del trabajo
aquel principio ético fundamental43, sino que
expone también algunas consecuencia que                 La improcedencia -desde el punto de vista
de él se derivan relativas al uso de la propie-      ético- de tratar al trabajo como una mercancía,
dad privada en el marco de una economía de           dejándola librada exclusivamente a las leyes de
mercado.                                             la oferta y la demanda, es probablemente la
   En primer lugar, señala que el afán de lucro,     cuestión que con mayor énfasis ha sido tratada
en su justa medida y como medio para la obten-       por la doctrina pontificia, ya desde sus oríge-
ción de lo necesario para la propia subsistencia     nes, en lo relativo al tema del libre mercado.
personal y familiar, está dentro del orden queri-    Tanto porque el trabajo es fruto del obrar hu-
do por Dios. Esto siempre que no se convierta        mano en el que se expresa lo que el hombre
en un fin en sí mismo y se lo persiga con inde-      mismo es, cuanto por el hecho de que su com-
pendencia de que los medios empleados sean o         pensación económica representa -en la enor-
no lícitos, excluyendo incluso a otros del acceso    me mayoría de los casos- el único medio de
a su parte en los bienes creados44. Ello, además     manutención del trabajador y su familia52, la fi-
de constituir una injusticia hacia los otros, va     jación de la cuantía del salario es cuestión en
contra la propia plenitud personal, puesto que       la que se encuentra íntimamente comprometi-
la experiencia enseña que la sola acumulación        da dignidad de la persona, valor éste que está
de bienes materiales no basta para proporcio-        por encima del respeto de las reglas de la libre
nar la felicidad humana45.                           competencia.
   Respecto de las inversiones, plantea la Iglesia      La encíclica Laborem exercens, dedicada
que ellas deben orientarse a asegurar posibili-      en su totalidad a profundizar sobre el proble-
dades de trabajo y beneficios suficientes a la po-   ma del trabajo humano, vuelve sobre la di-
blación presente y futura46. En este sentido,        mensión personal que adquiere el quehacer
Juan Pablo II advierte que “la opción de invertir    laboral para afirmar enfáticamente que “no
en un lugar y no en otro, en un sector producti-     hay duda de que el trabajo humano tiene un
vo en vez de en otro, es siempre una opción          valor ético, el cual está vinculado completa y
moral y cultural. Dadas ciertas condiciones eco-     directamente al hecho de que quien lo lleva a
nómicas y de estabilidad política absolutamente      cabo es una persona, un sujeto consciente y li-
imprescindibles, la decisión de invertir, esto es,   bre, es decir, un sujeto que decide por sí mis-
de ofrecer a un pueblo la ocasión de dar valor       mo”, de modo que “el fundamento para deter-
al propio trabajo, está asimismo determinada         minar el valor del trabajo humano no es, en
por una actitud de querer ayudar y por la con-       primer lugar, el tipo de trabajo que se realiza,
fianza en la Providencia, lo cual muestra las        sino el hecho de que quien lo ejecuta es una
cualidades humanas de quien decide”47.               persona. Las fuentes de la dignidad del trabajo
   Además, es función de la autoridad pública        deben buscarse principalmente no en su di-
impedir que se abuse de la propiedad privada         mensión objetiva, sino en su dimensión subje-
en contra del bien común48, y corresponde al         tiva”53. Esta perspectiva personalista del trabajo
Estado y a la sociedad toda el garantizar que a      –añade Juan Pablo II- contribuye a despejar el
nadie le falte lo necesario para satisfacer sus      error de considerarlo como “una mercancía
exigencias humanas fundamentales 49. Es deber        sui generis”, según fuera concebido en los orí-
de justicia, no de caridad, dar a los menestero-     genes del capitalismo54.
sos de lo que uno tiene de superfluo50.                 A la verificación de este postulado, funda-
   También llama la atención la Iglesia sobre        mental para comprender la verdadera entidad
la flexibilidad del principio de la propiedad        del trabajo humano, se une la percepción de

52    Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
que “la remuneración del trabajo, sigue siendo
la vía concreta a través de la cual la gran mayo-
                                                        1
                                                          GS da comienzo al Capítulo I, destinado al tema de
                                                    la dignidad de la persona humana, señalando que “cre-
ría de los hombres puede acceder a los bienes       yentes y no-creyentes están generalmente de acuerdo en
que están destinados al uso común”55, lo que        este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenar-
convierte al salario justo en el único camino       se en función del hombre, centro y cima de todos ellos”
para que el principio del destino universal de      (cfr. núm. 12). Por su parte, todo el magisterio de Juan
los bienes sea una realidad. Y en tal sentido,      Pablo II (no sólo en materia social), ya desde su primer
                                                    encíclica Redemptor Hominis, está fuertemente im-
está claro que el solo consentimiento del obre-     pregnado de esta valoración de la dignidad de la perso-
ro con el salario que se le ofrece no es razón      na humana.
suficiente para estimar su cuantía como justa,          2
                                                          Cfr. GS, 63, en cuanto afirma que “también en la vi -
dado que con frecuencia el trabajador no está       da económico-social deben respetarse y promoverse la
en condiciones de elegir libremente otra alter-     dignidad de la vida humana, su entera vocación y el
nativa56.                                           bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor,
                                                    el centro y el fin de toda la vida económico-social”.
     En suma, la situación de los trabajadores          3
                                                          Cfr. MÉLE, Domènec; “El mercado”, en la obra co-
(no sólo en lo que hace a su remuneración, si-      lectiva Manual de Doctrina Social de la Iglesia, Bibliote-
no a todas las condiciones de la relación labo-     ca de Autores Cristianos, Madrid, 1993, cap. 20, p. 493.
ral) no puede ser el resultado únicamente de            4
                                                          La Iglesia, con toda prudencia, siempre ha recono-
las fuerzas del mercado. Tanto el Estado como       cido su falta de competencia para pronunciarse sobre
                                                    materias técnicas, dejando al propio tiempo a salvo su
la sociedad toda (y en esto toca a los sindicatos   autoridad para abordar los aspectos morales que las so-
ejercer un especial protagonismo) deben velar       luciones proporcionadas por el conocimiento técnico
porque los niveles salariales sean suficientes      puedan traer aparejados (cfr. QA, 41; GS, 36; SRS, 41).
para el mantenimiento del trabajador y su fa-           5
                                                          Ciertamente, en la perspectiva cristiana el fin últi-
milia, permitiéndole incluso algún margen de        mo del hombre trasciende su dimensión temporal y se
ahorro57.                                           proyecta a la eternidad, perspectiva ésta que está tam-
                                                    bién presente en las enseñanzas de la Iglesia relativas al
     No puede soslayarse, por último, el proble-    campo social (cfr. SRS, 31).
ma hoy tan extendido del desempleo. Cierta-             6
                                                          Traigo a colación la interesante reflexión formula-
mente, también él exige la adopción de medi-        da por Antonio MILLAN-PUELLES, quien agudamente se-
das al margen del libre mercado que contribu-       ñalara que “una de las exigencias de la ética es que el
yan a paliar sus graves consecuencias. La Igle-     quehacer económico sea técnicamente conveniente”, si
                                                    bien aclara a continuación que “lo técnicamente conve-
sia convoca, una vez más, al Estado a contri-
                                                    niente no puede convertirse en un deber, ni siquiera
buir a crear las condiciones para que se gene-      ser lícito, si por alguna causa fuese injusto. Esto no sig-
ren abundantes oportunidades de trabajo,            nifica –prosigue el mismo autor-, está claro, que en
s i e m p re dentro del marco del principio de      nombre de la justicia haya entonces que hacer lo que es
subsidiariedad, así como también a asegurar         técnicamente inconveniente, sino que hay que buscar
un ingreso mínimo vital a los trabajadores en       otra manera de respetar la técnica económica, de suerte
                                                    que no se falte a la justicia, que es un valor superior”
paro, de conformidad con el principio de soli-      (cfr. su libro Economía y libertad, editado por la Confe-
daridad58.                                          deración Española de Cajas de Ahorro, Madrid, 1974, p.
                                                    409).
                                                        Esos razonamientos explican el hecho de que cuan-
Abreviaturas                                        do ciertas consideraciones presuntamente éticas se apli-
                                                    can a la economía sin el suficiente análisis, los resulta-
                                                    dos a largo plazo puedan resultar inequitativos. Así, se
  CA           Encíclica Centesimus annus           ha señalado que aun cuando “el control de alquileres
  DSI          Doctrina Social de la Iglesia        parece justo a simple vista; en un análisis más detallado,
  GS           Constitución pastoral Gaudium        el control de alquileres reducirá los incentivos para
               et spes                              construir casas, implicará rentas más altas en el merca-
  LE           Encíclica Laborem exercens           do libre y deteriorará la situación, que uno deseaba me-
                                                    jorar. Restringir el despido temporal de trabajadores,
  MM           Encíclica Mater et magistra          protegerá a aquellos que estén realmente empleados;
  QA           Encíclica Cuadragesimo anno          pero introducirá el incentivo de no contratar trabajado-
  PT           Encíclica Pacem in terris            res porque se anticipará el desajuste. Por eso, se protege
  RN           Encíclica Rerum novarum              a los que están dentro, pero los que quedan fuera en-
  SRS          Encíclica Sollicitudo rei socialis   contrarán menos trabajos” (cfr. SIEBERT, Horst; “Los in-

                                                           Revista Valores en la Sociedad Industrial        53
centivos, la eficiencia y la equidad en la economía de        muy pocas manos” (cfr. su trabajo titulado “La ética, la
mercado”, en la obra colectiva Aspectos éticos y sociales     distribución, los incentivos, la eficiencia y los merca-
de la economía, a cargo del Consejo Pontificio Justicia y     dos”, en Aspectos éticos…, cit., p. 75).
                                                                  18
Paz, ed. PPC, Madrid, 1995, p. 161 –título original del li-          En contra, Lucas BELTRAN, quien señala que en el
bro Social and ethical aspects of economics, traducción       actual modelo liberal de economía de mercado está
a cargo de José Miguel Martín Gutierrez-).                    previsto que el Estado atienda a los menesterosos, ase-
    7
       Cfr. MÉLE, D.; “El mercado”, cit., p. 490. Ver tam-    gurándoles una renta mínima estipulada con generosi-
bién SAMUELSON, Paul A., y NORDHAUS, William D.; “Eco-        dad (cfr. su libro “Cristianismo y economía de merca-
nomía”, ed. McGraw-Hill, decimoquinta edición, Ma-            do”, Unión Editorial, Madrid, 1986, pp. 135-136).
drid, 1998, pp. 22 y ss.                                          19
                                                                     Cfr. HOUTHAKKER, Hendrik S., “La ética de los mer-
    8
       Cfr. su trabajo “Los incentivos, la eficiencia y la    cados y los precios”, en la obra colectiva Aspectos éti-
equidad en la economía de mercado”, en la obra colec-         cos…, cit., p. 88.
tiva Aspectos éticos…, cit., p. 147.                              BELTRAN, por su parte, en el libro citado en la nota
    9
       MÉLE, D.; “El mercado”, cit., p. 490-491; y SAMUEL-    precedente, alerta sin embargo sobre los riesgos de una
SON-NORDHAUS, W.; “Economía”, cit., pp. 24-25.                política redistributiva más audaz, que por un lado se en-
    10
       Cfr. MM, 51; también, PT, 18                           contraría amenazada, en su propósito de alcanzar un re-
    11
       Cfr. SRS, 15.                                          parto más justo de la riqueza, por las limitaciones inte-
    12
       CA, 24.                                                lectuales y morales normalmente presentes en todo go-
    13
       CA, 42.                                                bierno; pero, aun cuando sorteara con éxito dicho esco-
    14
       En tal sentido, leemos en CA 39 que “la libertad       llo, una política semejante constituiría en cualquier ca-
económica es solamente un elemento de la libertad hu-         so un factor de reducción de los incentivos que resultan
mana. Cuando aquélla se vuelve autónoma, es decir,            necesarios en toda economía para estimular la genera-
cuando el hombre es considerado más como un pro-              ción de riqueza (pp. 154-155). Prueba elocuente del
ductor o un consumidor de bienes que como un sujeto           acierto de las observaciones de este autor es lo sucedido
que produce y consume para vivir, entonces pierde su          en los países gobernados por regímenes comunistas.
necesaria relación con la persona humana y termina                20
                                                                     Cfr. CA, 40.
                                                                  21
por alienarla y oprimirla”.                                          Cfr. SAMUELSON, Paul A., y NORDHAUS, William D.;
    15
       Juan Pablo II lo expone con singular agudeza           “Economía”, cit., p. 278. Sin embargo, se han ideado al-
cuando dice que “da la impresión de que, tanto a nivel        gunos mecanismos para generar un sistema de incenti-
de naciones como de relaciones internacionales, el libre      vos que motive a las empresas a minimizar los daños al
mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los        medio ambiente. Ello por vía de internalizar los costes
recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin       sociales que tales perjuicios provocan, llevando así a las
embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que         empresas a evaluar la conveniencia de invertir en mejo-
son ‘solventes’ con poder de pago, y para aquellos re-        rar su comportamiento ecológico. Hacia el logro de ese
cursos que son ‘vendibles’, esto es, capaces de alcanzar      objetivo ha desempeñado un importante papel la incor-
un precio conveniente. Pero existen numerosas necesi-         poración a los regímenes jurídicos del principio “quien
dades humanas que no tienen salida en el mercado. Es          contamina paga”.
un estricto deber de justicia y de verdad impedir que             22
                                                                     Así lo pone de relieve Amartya SEN, quien destaca
queden sin satisfacer las necesidades humanas funda-          el hecho de que “estas características del bien vivir no
mentales y que perezcan los hombres oprimidos por             consisten sólo en bienes personales que pueden ser
ellas (…). Por encima de la lógica de los intercambios, a     asignados rápidamente entre las diferentes personas
base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo    con la ayuda del mecanismo del precio. Estas caracterís-
que es debido al hombre porque es hombre, en virtud           ticas consisten en parte, en lo que los economistas lla-
de su eminente dignidad” (CA, 34).                            man ‘bienes públicos’, por el que el consumo del bien
    16
       CA, 33.                                                por parte de una persona, no excluye el bien de otra”. Y
    17
       Esta observación es compartida por destacados          concluye el mismo autor diciendo que “cuando los usos
economistas, entre quienes se han vertido afirmaciones        de los bienes no están en competencia, como en el caso
tales como que “Adam Smith no tenía totalmente razón          de bienes públicos, lo racional del mecanismo del mer-
al afirmar que una mano invisible consigue canalizar a        cado no funciona muy bien (…), y el sistema de dar el
los individuos que buscan egoístamente su propio pro-         bien al que más ofrece no tiene mucho mérito ya que el
vecho hacia la promoción del ‘interés público’, si éste       consumo de una persona no excluye el consumo de
comprende una distribución justa de la renta y de la          otra” (cfr. “Algunos aspectos económicos y sociales con-
propiedad” (cfr. SAMUELSON, Paul A., y NORDHAUS, Wi-          temporáneos”, en el libro Aspectos éticos…, cit., p.
lliam D.; “Economía”, cit., p. 279). También se puede         138).
citar al profesor Peter J. HAMMOND, quien señala que              23
                                                                     El magisterio papal denuncia firmemente esta fa-
“aunque ciertamente asignaría los recursos de modo efi-       lencia de la economía de mercado, alegando que “el sis-
ciente, (…) un sistema de mercado perfecto por sí mis-        tema económico no posee en sí mismo criterios que
mo sería totalmente incapaz de remediar incluso la            permitan distinguir correctamente las nuevas y más ele-
gran injusticia distributiva. Este sistema es totalmente      vadas formas de satisfacción de las nuevas necesidades
compatible con tener toda la riqueza concentrada en           humanas, que son un obstáculo para la formación de

54     Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
una personalidad madura.” Y añade a continuación que         un proceso de transición de una economía centralizada
“es, pues, necesaria y urgente una gran obra educativa y     a una de libre mercado, en los que las dificultades por
cultural que comprenda la educación de los consumi-          consolidar sus economías bajo este nuevo modelo se de-
dores para un uso responsable de su capacidad de elec-       ben, en gran medida, a la total ausencia de dicho con-
ción, la formación de un profundo sentido de responsa-       texto jurídico (cfr. el análisis que dedica a este tema Wi-
bilidad en los productores y sobre todo en los profesio-     told TRZECIAKOWSKI en su trabajo “Desde una economía
nales de los medios de comunicación social, además de        de poder centralizado a una de mercado”, en Aspectos
la necesaria intervención de las autoridades públicas”       éticos…, cit., pp. 172-174).
                                                                 30
(CA, 36). Se aprecia, así, cómo la solución a este proble-          CA, 15.
ma es responsabilidad compartida de los consumidores,            31
                                                                    CA, 48.
los empresarios y el Estado.                                     32
                                                                    Sin duda, la exposición más amplia contenida en
    24
       SIEBERT describe esta anomalía señalando que “la      las encíclicas papales acerca de las funciones del Estado
espontaneidad del mercado puede ser puesta en peli-          en la economía es la que aparece en CA 48, donde se
gro por el comportamiento de las empresas. Las empre-        hace alusión a prácticamente todas las tareas arriba de-
sas que maximizan el beneficio, pueden mejorar su si-        talladas. Sin embargo, en muchos otros pasajes la DSI
tuación mediante la reducción de la competencia. Ellas       alude a dichos cometidos, v. gr. en RN,23; QA,110;
pueden formar carteles y organizarse en otras formas de      MM,52; MM,54; MM,55; GS,70; PP,33; PP,34; LE,17;
cooperación para reducir la competencia; pueden in-          CA,15; CA,19; CA,40.
                                                                 33
tentar conseguir una posición de monopolio mediante                 Cfr. CA, 35.
un crecimiento interno o mediante fusiones” (cfr. su             34
                                                                    Cfr. CA, 32 y 42.
trabajo “Los incentivos, la eficiencia y la equidad en la        35
                                                                    Cfr. LE, 16 y 17.
                                                                 36
economía de mercado”, en Aspectos éticos…, cit., pp.                Cfr. CA, 32 y 43.
152-153).                                                        37
                                                                    Cfr. CA, 35.
    25                                                           38
       Cfr. QA, 88, 107 y 109.                                      Cfr. MM, 91 y 97; también, GS, 68.
    26
       Cfr. RN, 25 y 26.                                         39
                                                                    Cfr. CA, 36 y 40.
    27
       Así lo ha advertido de manera enfática el Papa Pío        40
                                                                    Cfr. CA, 48.
                                                                 41
XI al afirmar que “la libre concurrencia, contenida den-            MÉLE, D.; “El mercado”, cit., p. 498.
tro de límites seguros y justos, y sobre todo la dictadura       42
                                                                    Cfr. LE, 19.
                                                                 43
económica, deben estar imprescindiblemente sometidas                Cfr. QA, 44; MM, 19; MM, 119; GS, 69; PP, 23; LE,
de una manera eficaz a la autoridad pública en todas         14; SRS, 42; CA, 6; CA, 31.
aquellas cosas que le competen. Las instituciones públi-         44
                                                                    Cfr. CA, 31. La misma CA, más adelante, insiste en
cas deben conformar toda la sociedad humana a las exi-       esta línea al sostener que “la propiedad de los medios
gencias del bien común, o sea, a la norma de la justicia     de producción (…), resulta ilegítima cuando no es valo-
social, con lo cual ese importantísimo sector de la vida     rada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obte-
social que es la economía no podrá menos que encua-          ner unas ganancias que no son fruto de la expansión
drarse dentro de un orden recto y sano” (QA, 110).           global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien
    28
       La formulación de dicho principio aparece por         de su limitación, de la explotación ilícita, de la especu-
primera vez en la encíclica Quadragesimo anno, en los        lación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo la-
siguientes términos: “como no se puede quitar a los in-      boral. Este tipo de propiedad no tiene ninguna justifica-
dividuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden          ción y constituye un abuso ante Dios y los hombres”
realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco     (ver núm. 43).
                                                                 45
es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturba-              Cfr. SRS, 28, que describe de manera ilustrativa có-
ción del recto orden, quitar a las comunidades menores       mo en la actualidad “junto a las miserias del subdesarro-
e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y      llo, que son intolerables, nos encontramos con una es-
dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que to-       pecie de superdesarrollo, igualmente inaceptable, por-
da acción de la sociedad, por su propia fuerza y natura-     que, como el primero, es contrario al bien y a la felici-
leza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo so-       dad auténtica. En efecto, este superdesarrollo, consis-
cial, pero no destruirlos y absorberlos. Conviene, por       tente en la excesiva disponibilidad de toda clase de bie-
tanto, que la suprema autoridad del Estado permita re-       nes materiales para algunas categorías sociales, fácil-
solver a las asociaciones inferiores aquellos asuntos y      mente hace a los hombres esclavos de la ‘posesión’ y del
cuidados de menor importancia, en los cuales, por lo         goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplica-
demás, perdería mucho tiempo, con lo cual lograría           ción o la continua sustitución de los objetos que se po-
realizar más libre, más firme y más eficazmente todo         seen por otros todavía más perfectos. Es la llamada civi-
aquello que es de su exclusiva competencia, en cuanto        lización del ‘consumo’ o consumismo”, en la que “cuan-
sólo él puede realizar, dirigiendo, vigilando, urgiendo y    to más se posee más se desea, mientras las aspiraciones
castigando, según el caso requiera y la necesidad exija”     más profundas quedan sin satisfacer, y quizá incluso so-
(núm. 79-80).                                                focadas”.
    29
       Esta imperiosa necesidad de contar con un marco           46
                                                                    Cfr. GS, 70
                                                                 47
jurídico adecuado se ha hecho evidente en aquellos paí-             CA, 36.
ses antes sometidos al régimen comunista que están en            48
                                                                    Cfr. QA, 49; GS, 71.

                                                                    Revista Valores en la Sociedad Industrial        55
49
       Cfr. PP, 23; CA, 34 y 35.                                  54
                                                                      Cfr. LE, 7.
     50                                                           55
       Cfr. QA, 50.                                                   LE, 19.
    51
       Cfr. QA, 114; MM, 116; LE, 14.                              56
                                                                      Cfr. RN, 32.
    52                                                             57
       Esta doble faceta del trabajo, su carácter personal y          Son terminantes, en este sentido, las palabras de
su condición de necesario para la subsistencia, ya había       Juan Pablo II en cuanto a que “la sociedad y el Estado
sido advertida por León XIII cuando afirmaba que “el           deben asegurar unos niveles salariales adecuados al
trabajo implica por naturaleza estas dos a modo de no-         mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso
tas: que sea personal, en cuanto la energía que opera es       con una cierta capacidad de ahorro. Esto requiere es-
inherente a la persona y propia en absoluto del que la         fuerzos para dar a los trabajadores conocimientos y apti-
ejerce y para cuya utilidad le ha sido dada, y que sea ne-     tudes cada vez más amplios, capacitándolos así para un
cesario, por cuanto el fruto de su trabajo le es necesario     trabajo más cualificado (…). En este sector es decisivo
al hombre para la defensa de su vida” (cfr. RN, 32).           el papel de los sindicatos, que contratan los mínimos sa-
    53
       Cfr. LE, 6. Complementa y enriquece este punto          lariales y las condiciones de trabajo” (CA, 15).
                                                                   58
de vista la idea, expresada más adelante en la misma en-              Cfr. CA, 15.
cíclica, de que “mediante el trabajo, el hombre no sólo
transforma la naturaleza adaptándola a las propias nece-
sidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre”
(cfr. LE, 9).

56        Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
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