La Doctrina Social de la Iglesia ante el libre mercado
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La Doctrina Social de la Iglesia ante el libre mercado IGNACIO M. DE LA RIVA 1. Carácter instrumental de la economía social), y que es la ética la que proporciona las como fundamento de la postura de la DSI directrices que sirven de guía para alcanzar tal sobre el tema felicidad6. Si se omite toda atención a las consi- deraciones morales, es posible aventurar que, La reflexión social de la Iglesia, que cuenta al menos en el largo plazo, las opciones técni- ya con un desarrollo secular, parte de la cons- cas adoptadas en el campo económico estarán tatación inicial de la dignidad de la persona irremediablemente destinadas al fracaso. humana, centro y culmen de la creación ente- ra1. Tal punto de partida es igualmente válido y aplicable a las enseñanzas pontificias relati- 2. Valores de la libertad de iniciativa vas a la economía2, como que ella es uno de económica los sectores de la realidad social estudiada. Es posible afirmar, en consecuencia, que la DSI La economía de mercado se define como sobre la actividad económica –y, por tanto, so- un sistema de organización económica regido bre el mercado- descansa en el carácter instru- por la libre iniciativa de vendedores y compra- mental que la economía tiene para el desarro- dores que coordinan sus decisiones a través llo humano3, lo que equivale a decir que ella del mercado, sin que ninguna autoridad reco- se encuentra al servicio del bien del hombre, y ja la información sobre las necesidades de- no a la inversa. mandadas en orden a planificar los suminis- Esta premisa implica introducir en el análi- tros. Es, más bien, el propio mercado el que sis de la realidad económica un elemento que proporciona dicha información, la refleja en podría suponerse externo a ella, en la medida los precios, y da lugar así a la satisfacción orde- en que se la conciba como un ámbito regido nada y eficaz de tales necesidades7. Tal como exclusivamente por criterios técnicos. Tal com- lo afirma Horst Siebert, las sociedades que op- ponente pretendidamente exógeno proviene tan por este modelo económico asumen que de la ética. Ésta, sin embargo, no se inmiscuye el hombre es el mejor juez de sus acciones y en el campo económico de manera capricho- preferencias, y que es capaz de elegir entre va- sa, sino que su injerencia viene justificada, pre- rias alternativas de forma libre y racional8. cisamente, por la primacía del bien de la per- A través de la fijación de precios resultante sona que resulta inherente a toda actividad de la ley de la oferta y la demanda, el mercado humana. resuelve, guiado por la búsqueda de la mayor En suma, y sin con esto desconocer la legíti- eficiencia, los tres problemas básicos de la eco- ma autonomía del saber económico4, está cla- nomía, a saber: (i) qué bienes y servicios se ro que la felicidad constituye el fin último de han de producir (su cantidad y calidad), (ii) todo quehacer humano 5 (también el de índole cómo se los ha de producir (es decir, cómo se Revista Valores en la Sociedad Industrial 47
asignarán las personas y los recursos materia- de producción, de la libre creatividad huma- les disponibles), y (iii) para quién se han de na en el sector de la economía, la respuesta producir (esto es, cómo se distribuirán las ren- c i e rtamente es positiva, aunque quizá sería tas generadas en la producción). En una eco- más apropiado hablar de ‘economía de em- nomía planificada, en cambio, son los poderes presa’, ‘economía de mercado’ o simplemen- públicos quienes toman estas decisiones9. te de ‘economía libre’. Pero si por ‘capitalis- La doctrina pontificia se ha ocupado reite- mo’ se entiende un sistema en el cual la liber- radamente de destacar las bondades de la eco- tad, en el ámbito económico, no está encua- nomía de mercado, en cuanto respetuosa de la drada, de forma estable, en un contexto polí- libertad individual y de la libre iniciativa priva- tico que la ponga al servicio de la libertad hu- da, reputando a esta última como el primer mana integral y la considere como una parti- motor de la economía10. Al respecto, enseña el cular dimensión de la misma, cuyo centro es actual Papa que el reconocimiento del dere- ético y religioso, entonces la respuesta es ab- cho a la iniciativa económica no sólo redunda solutamente negativa”13. He aquí condensado en provecho del propio individuo sino tam- magistralmente lo esencial de la postura de la bién del bien común, tal como ha quedado DSI sobre el tema de la economía de merca- demostrado merced a las nefastas consecuen- do, cuyas pautas procuraré desarrollar breve- cias a que conduce la negación de tal derecho, mente en los capítulos siguientes. que al abolir la capacidad creadora engendra en los ciudadanos pasividad y sumisión al apa- rato burocrático, con los consabidos resulta- 3. Los límites del mercado dos11. En esto se aprecia, como lo destaca el mismo Juan Pablo II, cómo “la ineficiencia del Como ha quedado de manifiesto en el pá- sistema económico (…) no ha de considerarse rrafo transcrito al final del capítulo preceden- como un problema puramente técnico, sino te, el juicio favorable que ha merecido a la DSI más bien como consecuencia de la violación la economía de mercado no está libre de algu- de los derechos humanos a la libre iniciativa, a nas matizaciones de innegable consideración, la propiedad y a la libertad en el sector de la todas ellas tendientes a demostrar, en definiti- economía”, cuestión ésta eminentemente mo- va, que cuando se absolutiza la libertad indivi- ral12. dual y se olvida su necesaria subordinación a Es interesante ver cómo tras el derrumbe fines más elevados, el modelo socio-económi- de los regímenes comunistas, que modificó el co resultante se vuelve contra el hombre14. De escenario mundial hasta el punto que la alter- allí que sea imprescindible conocer las limita- nativa capitalista hoy predominante pudiera ciones del sistema de libre mercado expuestas parecer la única opción posible, el magisterio por el Magisterio. papal se ha concentrado más puntualmente En primer lugar, no todas las necesidades en precisar los valores y falencias del modelo humanas fundamentales resultan satisfechas a de libre mercado. La cuestión se plantea, en través de la dinámica del mercado. Existen, efecto, en toda su crudeza en la encíclica Cen- por un lado, bienes que no son vendibles, en tesimus annus, donde el actual Pontífice se el sentido de que no alcanzan un precio sufi- pregunta si “se puede decir quizá que, des- ciente como para asegurar su producción o, pués del fracaso del comunismo, el sistema simplemente, carecen de todo valor económi- vencedor sea el capitalismo, y que hacia él es- co (como es el caso de ciertos bienes espiritua- tén dirigidos los esfuerzos de los países que les o afectivos), lo cual no significa que no tratan de reconstruir su economía y su socie- sean tanto o más necesarios para el desarrollo dad”. Frente a semejante interrogante el Papa pleno del hombre. Asimismo, hay personas advierte que “si por ‘capitalismo’ se entiende que no cuentan con los medios para comprar un sistema económico que reconoce el papel lo indispensable para su subsistencia y desarro- fundamental y positivo de la empresa, del llo personal, con lo que el libre intercambio mercado, de la propiedad privada y de la con- no les garantiza que contarán siquiera con lo siguiente responsabilidad para con los medios mínimo que les corresponde en razón de su 48 Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
dignidad humana15. de vista del interés general. La explicación de A este último respecto, es acuciante la de- este nuevo fallo del mercado emana, confor- nuncia formulada por el actual Vicario de me lo indican los propios economistas, de la Cristo de que “hoy muchos hombres, quizá la presencia de externalidades, es decir, costos gran mayoría, no disponen de medios que les de producción que no son recogidos en el pre- permitan entrar de manera efectiva y humana- cio del bien elaborado21. Otro tanto ocurre mente digna en un sistema de empresa, donde con servicios tales como la vigilancia o con bie- el trabajo ocupa una posición realmente cen- nes públicos como los parques, que una vez tral. No tienen posibilidad de adquirir los co- producidos son aprovechados por todos de nocimientos básicos que les ayuden a expresar manera indivisible, lo que hace imposible su su creatividad y desarrollar sus capacidades. sometimiento al sistema de mercado, ya que No consiguen entrar en la red de conocimien- nadie estaría dispuesto a pagar individualmen- tos y de intercomunicaciones que les permiti- te por ellos22. ría ver apreciadas y utilizadas sus cualidades. Una nueva insuficiencia del mercado viene Ellos, aunque no explotados propiamente, son dada por su incapacidad para determinar la marginados ampliamente, y el desarrollo eco- bondad, desde el punto de vista ético, de los nómico se realiza, por así decirlo, por encima bienes demandados (y, por consiguiente, pro- de su alcance, limitando incluso los espacios ducidos). El qué producir es decidido única- ya reducidos de sus antiguas economías de mente en función del precio, independiente- subsistencia”16. Se trata, en suma, de la inope- mente de que se trate de bienes inmorales o rancia de la economía de mercado para incor- que propendan a satisfacer necesidades artifi- porar a su circuito a quienes se encuentran ciales. Esta desviación de la actividad económi- fuera de sus fronteras por carecer de toda ca- ca de su misión de contribuir al verd a d e ro pacidad para competir, lo cual nos habla de bien del hombre alcanza su máxima expresión una falencia del modelo en lo que hace a una en la cultura del consumismo hoy tan extendi- distribución justa de los bienes, en la medida da, la cual reconoce, en última instancia, un en que a algunos no les asegura ni siquiera doble origen: las elecciones inadecuadas de aquello que les pertenece en atención a su los consumidores, por un lado, y la influencia condición de hombres17. de la publicidad que mueve a desear ese tipo Ciertamente, la dificultad apuntada puede de productos, por otro23. ser subsanada mediante la aplicación de un Por último, tampoco es autosuficiente el mer- sistema de impuestos y subsidios progresivos cado para contrarrestar por sí mismo los dese- (que ya nos alejaría del esquema de economía quilibrios que pudieren provenir de la fijación de mercado en su estado puro)18, que a través de precios al margen del juego espontáneo de la de transferencias modifique la distribución de oferta y la demanda. Es lo que ocurre cuando riqueza que resultaría de las solas fuerzas del ciertos grupos concentran buena parte del po- mercado, allí donde ella lleve a los extremos der económico de un determinado sector y, me- de injusticia aludidos19. Las políticas de seguri- diante la concertación de políticas comerciales, dad social cumplen también un importante logran imponer un determinado precio. O ya, papel en este sentido. en el caso extremo, cuando existe una situación Otra limitación del sistema de libre compe- de monopolio24. Este tipo de situaciones suele tencia se observa en lo que hace a la defensa y ser, según lo advirtiera la propia la DSI, el resul- preservación de los bienes colectivos, para lo tado de una competencia económica llevada cual los mecanismos del mercado no resultan hasta el límite y huérfana de un marco jurídico- idóneos. Así ocurre, por ejemplo, con el caso institucional que le sirva de cauce25. del medio ambiente20. Es que la eficiencia en la asignación de los recursos que brinda el mercado es rigurosamente tal desde la pers- 4. Necesidad de un marco institucional pectiva individual, pero ella no siempre se compadece con el más racional apro v e c h a- La conveniencia, o, si se prefiere, necesidad miento de los mismos recursos desde el punto de que el Estado intervenga en la economía Revista Valores en la Sociedad Industrial 49
ha sido un tema de profundo debate durante en particular la economía de mercado, no los dos últimos siglos, en términos más ideoló- puede desenvolverse en medio de un vacío gicos en un primer momento, y más técnicos institucional, jurídico y político. Por el contra- después. El liberalismo individualista surgido a rio, supone una seguridad que garantiza la li- fines del siglo XVIII pregonaba la total y abso- bertad individual y la propiedad, además de luta abstención del poder público en el mun- un sistema monetario estable y servicios públi- do económico, mientras que los precursores cos eficientes. La primera incumbencia del de las ideas socialistas planteaban más bien Estado es, pues, la de garantizar esa seguri- que la conducción del proceso económico es- dad, de manera que quien trabaja y produce tuviera en manos del Estado, fundamental- pueda gozar de los frutos de su trabajo y, por mente a través de la propiedad pública de los tanto, se sienta estimulado a realizarlo eficien- medios de producción. La Iglesia criticó desde te y honestamente”31. el principio ambas posturas extremas26, cuyas Este marco jurídico institucional debe ten- consecuencias sociales la historia se ocupó de der, en primer lugar, a garantizar el pleno res- poner en evidencia. peto de los derechos fundamentales en el ám- Es innegable que el despliegue de la activi- bito de la economía, pero tiene también por dad económica, y, por ende, el funcionamien- meta el evitar que se produzcan situaciones to del mercado, guardan una íntima relación que impidan el correcto funcionamiento del con el bien común de la sociedad toda, lo que mercado competitivo, fomentar el crecimien- obliga a la autoridad pública a intervenir en to económico y el pleno empleo, asegurar un alguna medida27. Hoy en día ya no se discute sistema monetario estable, acudir en defensa este hecho en sí, sino más bien el grado y las de los bienes colectivos, atender a la satisfac- circunstancias en que tal injerencia pública en ción de las necesidades primordiales de los el campo económico debe tener lugar. Para la más menesterosos y velar por una más equita- DSI, la regla sobre la base de la cual ha de di- tiva distribución de la riqueza entre todos los lucidarse esta cuestión viene proporcionada hombres32. por el principio de subsidiariedad, enunciado por las encíclicas papales hace ya casi setenta años28. Merced a él, queda claro que la iniciati- 5. El papel de la empresa y de las asociaciones va privada goza de la primacía en el proceso intermedias económico, pese a lo cual corresponde al po- der público ayudar en todo aquello que el sec- Hemos señalado el papel rector que para la tor privado no alcance por sí solo a satisfacer DSI cumple el principio de subsidiariedad en las exigencias del bien común. el campo económico, y cómo en virtud del La primordial tarea encomendada a la au- mismo corresponde a la iniciativa privada de- toridad estatal y que constituye un requisito sarrollar, en primer término, la actividad eco- imprescindible para el normal funcionamien- nómica. En ello desempeñan un rol destacado to del mercado, es la de establecer y asegurar e insustituible las empresas y las restantes aso- un sistema jurídico institucional que haga po- ciaciones intermedias, sin cuya presencia acti- sible el sano funcionamiento de la economía va la injerencia estatal se tornaría irremedia- l i b re 2 9. Así lo expone Juan Pablo II, para blemente dominante y absorbente frente al in- quien al Estado “le corresponde determinar defenso individuo. el marco jurídico dentro del cual se desarro- A dichas entidades corresponde, tanto co- llan las relaciones económicas y salvaguardar mo al Estado, controlar el impulso del merca- así las condiciones fundamentales de una eco- do para que éste satisfaga verdaderamente las nomía libre, que presupone una cierta igual- exigencias fundamentales de la sociedad33. Se dad entre las partes, no sea que una de ellas advierte, por tanto, que esta tarea de conten- supere totalmente en poder a la otra, que la ción y reorientación de las fuerzas del merca- pueda reducir prácticamente a la esclavitud”30. do es responsabilidad concurrente de dichos El mismo Papa insiste sobre el concepto ex- cuerpos y del poder público, tocando el prota- puesto al señalar que “la actividad económica, gonismo a unos u otro según los casos. 50 Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
La empresa, en part i c u l a r, ha llegado a dencias espontáneas –o inducidas- del merca- constituir una pieza fundamental en la actual do en esos campos39. economía occidental. Ello explica una de las Más allá de la empresa, existe una gran va- denominaciones que el presente Papa utiliza riedad de asociaciones intermedias cuya actua- para identificar dicho modelo sea la de “eco- ción incide directamente en el mercado: sindi- nomía de empresa”34. Es también elocuente el catos, corporaciones profesionales, asociacio- hecho de que, al referirse a la modalidad de nes de consumidores, agrupaciones empresa- “empresario indirecto” propuesta en la encícli- rias, asociaciones defensoras del medio am- ca Laborem exercens -concepto que involucra biente, etc. Ellas desempeñan una función ca- a personas e instituciones de distinto tipo y al pital al interferir en el mercado de forma de Estado mismo-, el Pontífice deje ver hasta qué lograr un equilibrio entre su ímpetu natural punto dicho empresario determina las condi- hacia el máximo beneficio y la tutela de otros ciones económicas bajo las cuales deberán bienes o derechos necesarios para el desarro- concretarse las negociaciones entre particula- llo integral del hombre. La jerarquía de este res, en especial las de índole laboral35. cometido encomendado a las asociaciones in- La encíclica Centesimus annus es rica en t e rmedias ha sido especialmente destacado orientaciones sobre el papel que cabe desem- por la doctrina pontificia al señalar que la res- peñar a las empresas en la economía. Es en ponsabilidad primera en la protección de los ellas donde se concentran y organizan los fac- derechos humanos en el sector económico no tores productivos -de entre los que destaca el corresponde al Estado sino a cada persona y a trabajo humano-, de manera adecuada para los diversos grupos y asociaciones en que se ar- hacer frente a los requerimientos y satisfacer ticula la sociedad40. las necesidades que reclama la sociedad mo- derna. En el seno de las empresas se forman verdaderas comunidades de trabajo, que dan 6. Propiedad privada y mercado ocasión a desarrollar virtudes tan importantes como la diligencia, la laboriosidad, la pruden- Íntimamente ligado al tema anterior está la cia en la asunción de riesgos, la lealtad en las cuestión de la interrelación entre el mercado y relaciones interpersonales y la solidaridad36. la propiedad privada, y los límites de uno y Esta perspectiva más amplia de lo que signi- otra que impiden hacer de ellos valores abso- fica la comunidad empresaria, explica por qué lutos. Es evidente que el mercado contribuye a la Iglesia entiende que la obtención de benefi- crear y distribuir riqueza (haciéndolo según el cios no puede erigirse en el único índice de la criterio de la mayor eficiencia). Ella es asigna- buena marcha de la empresa37, siendo que el da a los hombres bajo la forma de propiedad factor humano y el respeto de los derechos de privada, sin la cual es impensable el funciona- la persona ocupan el lugar principal. Con to- miento del mercado41. do, el resguardo de la faz comunitaria de la vi- Resulta imperioso, sin embargo, recordar da empresaria, que debe expresarse también que el reconocimiento de la propiedad priva- en una participación activa de los trabajadores da va inseparablemente unido al principio del en los asuntos de la empresa, no debe ir en destino universal de los bienes, al que Juan Pa- desmedro de la unidad de dirección que se de- blo II calificara como “el primer principio de be mantener a fin de hacer posible el desarro- todo el ordenamiento ético-social”42, el cual llo de una actividad productiva eficaz38. pone de manifiesto el carácter relativo del de- Por otra parte, al decidir qué bienes ha de recho a la propiedad privada. Como quedó de- producir, dónde ha de invertir o qué métodos mostrado en el capítulo III de este trabajo, el de producción empleará, la empresa participa mercado, con todas sus virtudes, no siempre intensamente en las decisiones de índole mo- propende a una distribución de la riqueza res- ral relativas a las opciones y formas de consu- petuosa de dicho principio cardinal. Por el mo de la sociedad y a la conservación de un contrario, no es infrecuente que el reparto de ambiente natural y humano sanos, enmendan- bienes resulte tan injusto (de cara al mencio- do u orientando en uno u otro sentido las ten- nado principio) que grandes cantidades de Revista Valores en la Sociedad Industrial 51
hombres queden privados incluso de aquello privada de los bienes de producción, de modo que les es indispensable para la propia subsis- que en aquellas circunstancias en que el bien tencia, y en no pocas ocasiones sin culpa algu- común lo exija, es admisible que el Estado asu- na de su parte. ma la propiedad de dichos bienes51. Frente a la constatación de este hecho, hoy evidente a cualquiera, la DSI no se contenta con insistir una y otra vez sobre la vigencia de 7. El mercado y el mundo del trabajo aquel principio ético fundamental43, sino que expone también algunas consecuencia que La improcedencia -desde el punto de vista de él se derivan relativas al uso de la propie- ético- de tratar al trabajo como una mercancía, dad privada en el marco de una economía de dejándola librada exclusivamente a las leyes de mercado. la oferta y la demanda, es probablemente la En primer lugar, señala que el afán de lucro, cuestión que con mayor énfasis ha sido tratada en su justa medida y como medio para la obten- por la doctrina pontificia, ya desde sus oríge- ción de lo necesario para la propia subsistencia nes, en lo relativo al tema del libre mercado. personal y familiar, está dentro del orden queri- Tanto porque el trabajo es fruto del obrar hu- do por Dios. Esto siempre que no se convierta mano en el que se expresa lo que el hombre en un fin en sí mismo y se lo persiga con inde- mismo es, cuanto por el hecho de que su com- pendencia de que los medios empleados sean o pensación económica representa -en la enor- no lícitos, excluyendo incluso a otros del acceso me mayoría de los casos- el único medio de a su parte en los bienes creados44. Ello, además manutención del trabajador y su familia52, la fi- de constituir una injusticia hacia los otros, va jación de la cuantía del salario es cuestión en contra la propia plenitud personal, puesto que la que se encuentra íntimamente comprometi- la experiencia enseña que la sola acumulación da dignidad de la persona, valor éste que está de bienes materiales no basta para proporcio- por encima del respeto de las reglas de la libre nar la felicidad humana45. competencia. Respecto de las inversiones, plantea la Iglesia La encíclica Laborem exercens, dedicada que ellas deben orientarse a asegurar posibili- en su totalidad a profundizar sobre el proble- dades de trabajo y beneficios suficientes a la po- ma del trabajo humano, vuelve sobre la di- blación presente y futura46. En este sentido, mensión personal que adquiere el quehacer Juan Pablo II advierte que “la opción de invertir laboral para afirmar enfáticamente que “no en un lugar y no en otro, en un sector producti- hay duda de que el trabajo humano tiene un vo en vez de en otro, es siempre una opción valor ético, el cual está vinculado completa y moral y cultural. Dadas ciertas condiciones eco- directamente al hecho de que quien lo lleva a nómicas y de estabilidad política absolutamente cabo es una persona, un sujeto consciente y li- imprescindibles, la decisión de invertir, esto es, bre, es decir, un sujeto que decide por sí mis- de ofrecer a un pueblo la ocasión de dar valor mo”, de modo que “el fundamento para deter- al propio trabajo, está asimismo determinada minar el valor del trabajo humano no es, en por una actitud de querer ayudar y por la con- primer lugar, el tipo de trabajo que se realiza, fianza en la Providencia, lo cual muestra las sino el hecho de que quien lo ejecuta es una cualidades humanas de quien decide”47. persona. Las fuentes de la dignidad del trabajo Además, es función de la autoridad pública deben buscarse principalmente no en su di- impedir que se abuse de la propiedad privada mensión objetiva, sino en su dimensión subje- en contra del bien común48, y corresponde al tiva”53. Esta perspectiva personalista del trabajo Estado y a la sociedad toda el garantizar que a –añade Juan Pablo II- contribuye a despejar el nadie le falte lo necesario para satisfacer sus error de considerarlo como “una mercancía exigencias humanas fundamentales 49. Es deber sui generis”, según fuera concebido en los orí- de justicia, no de caridad, dar a los menestero- genes del capitalismo54. sos de lo que uno tiene de superfluo50. A la verificación de este postulado, funda- También llama la atención la Iglesia sobre mental para comprender la verdadera entidad la flexibilidad del principio de la propiedad del trabajo humano, se une la percepción de 52 Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
que “la remuneración del trabajo, sigue siendo la vía concreta a través de la cual la gran mayo- 1 GS da comienzo al Capítulo I, destinado al tema de la dignidad de la persona humana, señalando que “cre- ría de los hombres puede acceder a los bienes yentes y no-creyentes están generalmente de acuerdo en que están destinados al uso común”55, lo que este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenar- convierte al salario justo en el único camino se en función del hombre, centro y cima de todos ellos” para que el principio del destino universal de (cfr. núm. 12). Por su parte, todo el magisterio de Juan los bienes sea una realidad. Y en tal sentido, Pablo II (no sólo en materia social), ya desde su primer encíclica Redemptor Hominis, está fuertemente im- está claro que el solo consentimiento del obre- pregnado de esta valoración de la dignidad de la perso- ro con el salario que se le ofrece no es razón na humana. suficiente para estimar su cuantía como justa, 2 Cfr. GS, 63, en cuanto afirma que “también en la vi - dado que con frecuencia el trabajador no está da económico-social deben respetarse y promoverse la en condiciones de elegir libremente otra alter- dignidad de la vida humana, su entera vocación y el nativa56. bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”. En suma, la situación de los trabajadores 3 Cfr. MÉLE, Domènec; “El mercado”, en la obra co- (no sólo en lo que hace a su remuneración, si- lectiva Manual de Doctrina Social de la Iglesia, Bibliote- no a todas las condiciones de la relación labo- ca de Autores Cristianos, Madrid, 1993, cap. 20, p. 493. ral) no puede ser el resultado únicamente de 4 La Iglesia, con toda prudencia, siempre ha recono- las fuerzas del mercado. Tanto el Estado como cido su falta de competencia para pronunciarse sobre materias técnicas, dejando al propio tiempo a salvo su la sociedad toda (y en esto toca a los sindicatos autoridad para abordar los aspectos morales que las so- ejercer un especial protagonismo) deben velar luciones proporcionadas por el conocimiento técnico porque los niveles salariales sean suficientes puedan traer aparejados (cfr. QA, 41; GS, 36; SRS, 41). para el mantenimiento del trabajador y su fa- 5 Ciertamente, en la perspectiva cristiana el fin últi- milia, permitiéndole incluso algún margen de mo del hombre trasciende su dimensión temporal y se ahorro57. proyecta a la eternidad, perspectiva ésta que está tam- bién presente en las enseñanzas de la Iglesia relativas al No puede soslayarse, por último, el proble- campo social (cfr. SRS, 31). ma hoy tan extendido del desempleo. Cierta- 6 Traigo a colación la interesante reflexión formula- mente, también él exige la adopción de medi- da por Antonio MILLAN-PUELLES, quien agudamente se- das al margen del libre mercado que contribu- ñalara que “una de las exigencias de la ética es que el yan a paliar sus graves consecuencias. La Igle- quehacer económico sea técnicamente conveniente”, si bien aclara a continuación que “lo técnicamente conve- sia convoca, una vez más, al Estado a contri- niente no puede convertirse en un deber, ni siquiera buir a crear las condiciones para que se gene- ser lícito, si por alguna causa fuese injusto. Esto no sig- ren abundantes oportunidades de trabajo, nifica –prosigue el mismo autor-, está claro, que en s i e m p re dentro del marco del principio de nombre de la justicia haya entonces que hacer lo que es subsidiariedad, así como también a asegurar técnicamente inconveniente, sino que hay que buscar un ingreso mínimo vital a los trabajadores en otra manera de respetar la técnica económica, de suerte que no se falte a la justicia, que es un valor superior” paro, de conformidad con el principio de soli- (cfr. su libro Economía y libertad, editado por la Confe- daridad58. deración Española de Cajas de Ahorro, Madrid, 1974, p. 409). Esos razonamientos explican el hecho de que cuan- Abreviaturas do ciertas consideraciones presuntamente éticas se apli- can a la economía sin el suficiente análisis, los resulta- dos a largo plazo puedan resultar inequitativos. Así, se CA Encíclica Centesimus annus ha señalado que aun cuando “el control de alquileres DSI Doctrina Social de la Iglesia parece justo a simple vista; en un análisis más detallado, GS Constitución pastoral Gaudium el control de alquileres reducirá los incentivos para et spes construir casas, implicará rentas más altas en el merca- LE Encíclica Laborem exercens do libre y deteriorará la situación, que uno deseaba me- jorar. Restringir el despido temporal de trabajadores, MM Encíclica Mater et magistra protegerá a aquellos que estén realmente empleados; QA Encíclica Cuadragesimo anno pero introducirá el incentivo de no contratar trabajado- PT Encíclica Pacem in terris res porque se anticipará el desajuste. Por eso, se protege RN Encíclica Rerum novarum a los que están dentro, pero los que quedan fuera en- SRS Encíclica Sollicitudo rei socialis contrarán menos trabajos” (cfr. SIEBERT, Horst; “Los in- Revista Valores en la Sociedad Industrial 53
centivos, la eficiencia y la equidad en la economía de muy pocas manos” (cfr. su trabajo titulado “La ética, la mercado”, en la obra colectiva Aspectos éticos y sociales distribución, los incentivos, la eficiencia y los merca- de la economía, a cargo del Consejo Pontificio Justicia y dos”, en Aspectos éticos…, cit., p. 75). 18 Paz, ed. PPC, Madrid, 1995, p. 161 –título original del li- En contra, Lucas BELTRAN, quien señala que en el bro Social and ethical aspects of economics, traducción actual modelo liberal de economía de mercado está a cargo de José Miguel Martín Gutierrez-). previsto que el Estado atienda a los menesterosos, ase- 7 Cfr. MÉLE, D.; “El mercado”, cit., p. 490. Ver tam- gurándoles una renta mínima estipulada con generosi- bién SAMUELSON, Paul A., y NORDHAUS, William D.; “Eco- dad (cfr. su libro “Cristianismo y economía de merca- nomía”, ed. McGraw-Hill, decimoquinta edición, Ma- do”, Unión Editorial, Madrid, 1986, pp. 135-136). drid, 1998, pp. 22 y ss. 19 Cfr. HOUTHAKKER, Hendrik S., “La ética de los mer- 8 Cfr. su trabajo “Los incentivos, la eficiencia y la cados y los precios”, en la obra colectiva Aspectos éti- equidad en la economía de mercado”, en la obra colec- cos…, cit., p. 88. tiva Aspectos éticos…, cit., p. 147. BELTRAN, por su parte, en el libro citado en la nota 9 MÉLE, D.; “El mercado”, cit., p. 490-491; y SAMUEL- precedente, alerta sin embargo sobre los riesgos de una SON-NORDHAUS, W.; “Economía”, cit., pp. 24-25. política redistributiva más audaz, que por un lado se en- 10 Cfr. MM, 51; también, PT, 18 contraría amenazada, en su propósito de alcanzar un re- 11 Cfr. SRS, 15. parto más justo de la riqueza, por las limitaciones inte- 12 CA, 24. lectuales y morales normalmente presentes en todo go- 13 CA, 42. bierno; pero, aun cuando sorteara con éxito dicho esco- 14 En tal sentido, leemos en CA 39 que “la libertad llo, una política semejante constituiría en cualquier ca- económica es solamente un elemento de la libertad hu- so un factor de reducción de los incentivos que resultan mana. Cuando aquélla se vuelve autónoma, es decir, necesarios en toda economía para estimular la genera- cuando el hombre es considerado más como un pro- ción de riqueza (pp. 154-155). Prueba elocuente del ductor o un consumidor de bienes que como un sujeto acierto de las observaciones de este autor es lo sucedido que produce y consume para vivir, entonces pierde su en los países gobernados por regímenes comunistas. necesaria relación con la persona humana y termina 20 Cfr. CA, 40. 21 por alienarla y oprimirla”. Cfr. SAMUELSON, Paul A., y NORDHAUS, William D.; 15 Juan Pablo II lo expone con singular agudeza “Economía”, cit., p. 278. Sin embargo, se han ideado al- cuando dice que “da la impresión de que, tanto a nivel gunos mecanismos para generar un sistema de incenti- de naciones como de relaciones internacionales, el libre vos que motive a las empresas a minimizar los daños al mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los medio ambiente. Ello por vía de internalizar los costes recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin sociales que tales perjuicios provocan, llevando así a las embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que empresas a evaluar la conveniencia de invertir en mejo- son ‘solventes’ con poder de pago, y para aquellos re- rar su comportamiento ecológico. Hacia el logro de ese cursos que son ‘vendibles’, esto es, capaces de alcanzar objetivo ha desempeñado un importante papel la incor- un precio conveniente. Pero existen numerosas necesi- poración a los regímenes jurídicos del principio “quien dades humanas que no tienen salida en el mercado. Es contamina paga”. un estricto deber de justicia y de verdad impedir que 22 Así lo pone de relieve Amartya SEN, quien destaca queden sin satisfacer las necesidades humanas funda- el hecho de que “estas características del bien vivir no mentales y que perezcan los hombres oprimidos por consisten sólo en bienes personales que pueden ser ellas (…). Por encima de la lógica de los intercambios, a asignados rápidamente entre las diferentes personas base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo con la ayuda del mecanismo del precio. Estas caracterís- que es debido al hombre porque es hombre, en virtud ticas consisten en parte, en lo que los economistas lla- de su eminente dignidad” (CA, 34). man ‘bienes públicos’, por el que el consumo del bien 16 CA, 33. por parte de una persona, no excluye el bien de otra”. Y 17 Esta observación es compartida por destacados concluye el mismo autor diciendo que “cuando los usos economistas, entre quienes se han vertido afirmaciones de los bienes no están en competencia, como en el caso tales como que “Adam Smith no tenía totalmente razón de bienes públicos, lo racional del mecanismo del mer- al afirmar que una mano invisible consigue canalizar a cado no funciona muy bien (…), y el sistema de dar el los individuos que buscan egoístamente su propio pro- bien al que más ofrece no tiene mucho mérito ya que el vecho hacia la promoción del ‘interés público’, si éste consumo de una persona no excluye el consumo de comprende una distribución justa de la renta y de la otra” (cfr. “Algunos aspectos económicos y sociales con- propiedad” (cfr. SAMUELSON, Paul A., y NORDHAUS, Wi- temporáneos”, en el libro Aspectos éticos…, cit., p. lliam D.; “Economía”, cit., p. 279). También se puede 138). citar al profesor Peter J. HAMMOND, quien señala que 23 El magisterio papal denuncia firmemente esta fa- “aunque ciertamente asignaría los recursos de modo efi- lencia de la economía de mercado, alegando que “el sis- ciente, (…) un sistema de mercado perfecto por sí mis- tema económico no posee en sí mismo criterios que mo sería totalmente incapaz de remediar incluso la permitan distinguir correctamente las nuevas y más ele- gran injusticia distributiva. Este sistema es totalmente vadas formas de satisfacción de las nuevas necesidades compatible con tener toda la riqueza concentrada en humanas, que son un obstáculo para la formación de 54 Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
una personalidad madura.” Y añade a continuación que un proceso de transición de una economía centralizada “es, pues, necesaria y urgente una gran obra educativa y a una de libre mercado, en los que las dificultades por cultural que comprenda la educación de los consumi- consolidar sus economías bajo este nuevo modelo se de- dores para un uso responsable de su capacidad de elec- ben, en gran medida, a la total ausencia de dicho con- ción, la formación de un profundo sentido de responsa- texto jurídico (cfr. el análisis que dedica a este tema Wi- bilidad en los productores y sobre todo en los profesio- told TRZECIAKOWSKI en su trabajo “Desde una economía nales de los medios de comunicación social, además de de poder centralizado a una de mercado”, en Aspectos la necesaria intervención de las autoridades públicas” éticos…, cit., pp. 172-174). 30 (CA, 36). Se aprecia, así, cómo la solución a este proble- CA, 15. ma es responsabilidad compartida de los consumidores, 31 CA, 48. los empresarios y el Estado. 32 Sin duda, la exposición más amplia contenida en 24 SIEBERT describe esta anomalía señalando que “la las encíclicas papales acerca de las funciones del Estado espontaneidad del mercado puede ser puesta en peli- en la economía es la que aparece en CA 48, donde se gro por el comportamiento de las empresas. Las empre- hace alusión a prácticamente todas las tareas arriba de- sas que maximizan el beneficio, pueden mejorar su si- talladas. Sin embargo, en muchos otros pasajes la DSI tuación mediante la reducción de la competencia. Ellas alude a dichos cometidos, v. gr. en RN,23; QA,110; pueden formar carteles y organizarse en otras formas de MM,52; MM,54; MM,55; GS,70; PP,33; PP,34; LE,17; cooperación para reducir la competencia; pueden in- CA,15; CA,19; CA,40. 33 tentar conseguir una posición de monopolio mediante Cfr. CA, 35. un crecimiento interno o mediante fusiones” (cfr. su 34 Cfr. CA, 32 y 42. trabajo “Los incentivos, la eficiencia y la equidad en la 35 Cfr. LE, 16 y 17. 36 economía de mercado”, en Aspectos éticos…, cit., pp. Cfr. CA, 32 y 43. 152-153). 37 Cfr. CA, 35. 25 38 Cfr. QA, 88, 107 y 109. Cfr. MM, 91 y 97; también, GS, 68. 26 Cfr. RN, 25 y 26. 39 Cfr. CA, 36 y 40. 27 Así lo ha advertido de manera enfática el Papa Pío 40 Cfr. CA, 48. 41 XI al afirmar que “la libre concurrencia, contenida den- MÉLE, D.; “El mercado”, cit., p. 498. tro de límites seguros y justos, y sobre todo la dictadura 42 Cfr. LE, 19. 43 económica, deben estar imprescindiblemente sometidas Cfr. QA, 44; MM, 19; MM, 119; GS, 69; PP, 23; LE, de una manera eficaz a la autoridad pública en todas 14; SRS, 42; CA, 6; CA, 31. aquellas cosas que le competen. Las instituciones públi- 44 Cfr. CA, 31. La misma CA, más adelante, insiste en cas deben conformar toda la sociedad humana a las exi- esta línea al sostener que “la propiedad de los medios gencias del bien común, o sea, a la norma de la justicia de producción (…), resulta ilegítima cuando no es valo- social, con lo cual ese importantísimo sector de la vida rada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obte- social que es la economía no podrá menos que encua- ner unas ganancias que no son fruto de la expansión drarse dentro de un orden recto y sano” (QA, 110). global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien 28 La formulación de dicho principio aparece por de su limitación, de la explotación ilícita, de la especu- primera vez en la encíclica Quadragesimo anno, en los lación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo la- siguientes términos: “como no se puede quitar a los in- boral. Este tipo de propiedad no tiene ninguna justifica- dividuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden ción y constituye un abuso ante Dios y los hombres” realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco (ver núm. 43). 45 es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturba- Cfr. SRS, 28, que describe de manera ilustrativa có- ción del recto orden, quitar a las comunidades menores mo en la actualidad “junto a las miserias del subdesarro- e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y llo, que son intolerables, nos encontramos con una es- dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que to- pecie de superdesarrollo, igualmente inaceptable, por- da acción de la sociedad, por su propia fuerza y natura- que, como el primero, es contrario al bien y a la felici- leza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo so- dad auténtica. En efecto, este superdesarrollo, consis- cial, pero no destruirlos y absorberlos. Conviene, por tente en la excesiva disponibilidad de toda clase de bie- tanto, que la suprema autoridad del Estado permita re- nes materiales para algunas categorías sociales, fácil- solver a las asociaciones inferiores aquellos asuntos y mente hace a los hombres esclavos de la ‘posesión’ y del cuidados de menor importancia, en los cuales, por lo goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplica- demás, perdería mucho tiempo, con lo cual lograría ción o la continua sustitución de los objetos que se po- realizar más libre, más firme y más eficazmente todo seen por otros todavía más perfectos. Es la llamada civi- aquello que es de su exclusiva competencia, en cuanto lización del ‘consumo’ o consumismo”, en la que “cuan- sólo él puede realizar, dirigiendo, vigilando, urgiendo y to más se posee más se desea, mientras las aspiraciones castigando, según el caso requiera y la necesidad exija” más profundas quedan sin satisfacer, y quizá incluso so- (núm. 79-80). focadas”. 29 Esta imperiosa necesidad de contar con un marco 46 Cfr. GS, 70 47 jurídico adecuado se ha hecho evidente en aquellos paí- CA, 36. ses antes sometidos al régimen comunista que están en 48 Cfr. QA, 49; GS, 71. Revista Valores en la Sociedad Industrial 55
49 Cfr. PP, 23; CA, 34 y 35. 54 Cfr. LE, 7. 50 55 Cfr. QA, 50. LE, 19. 51 Cfr. QA, 114; MM, 116; LE, 14. 56 Cfr. RN, 32. 52 57 Esta doble faceta del trabajo, su carácter personal y Son terminantes, en este sentido, las palabras de su condición de necesario para la subsistencia, ya había Juan Pablo II en cuanto a que “la sociedad y el Estado sido advertida por León XIII cuando afirmaba que “el deben asegurar unos niveles salariales adecuados al trabajo implica por naturaleza estas dos a modo de no- mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso tas: que sea personal, en cuanto la energía que opera es con una cierta capacidad de ahorro. Esto requiere es- inherente a la persona y propia en absoluto del que la fuerzos para dar a los trabajadores conocimientos y apti- ejerce y para cuya utilidad le ha sido dada, y que sea ne- tudes cada vez más amplios, capacitándolos así para un cesario, por cuanto el fruto de su trabajo le es necesario trabajo más cualificado (…). En este sector es decisivo al hombre para la defensa de su vida” (cfr. RN, 32). el papel de los sindicatos, que contratan los mínimos sa- 53 Cfr. LE, 6. Complementa y enriquece este punto lariales y las condiciones de trabajo” (CA, 15). 58 de vista la idea, expresada más adelante en la misma en- Cfr. CA, 15. cíclica, de que “mediante el trabajo, el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias nece- sidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre” (cfr. LE, 9). 56 Año XIX • Nº 55 • Diciembre 2002
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